El vampiro negro estaba tranquilo, con cara de póquer, impasiblemente, mirando a sus oponentes con desdén, con disgusto. Un torrente de sentimientos tumultuosos murmuraba en él, inundando su mente como un tsunami: la ira, la aversión, la rabia, el disgusto, la sed de sangre... En efecto, sus peores adversarios, sus enemigos jurados estaban allí frente a él, todos los seres que más odiaba. Sin embargo, permanecía tranquilo, impasible, sin mostrar ninguna emoción, ninguna debilidad.
Marceau avanzó hacia su presa sin dudarlo. —Ha pasado demasiado tiempo, viejo hermano. — dijo.
De él emanaba una energía mortal, un poder devastador. La atmósfera se volvió pesada de repente, una fuerza aplastante paralizando el aire.
—No es mucho tiempo para mí, traidor. — replicó el vampiro negro. Le lanzó una mirada de odio a Léoda, una mirada llena de rabia y gritando venganza. —No tendré paz hasta que destruya a toda tu maldita familia. —
Su poder se materializó, un cúmulo de oscuridad más oscuro y denso que la noche, y vino a responder a la energía aplastante de Marceau. Los árboles temblaban, el suelo palpitaba; todo el bosque tiritaba de miedo.
—¿Qué esperas entonces? Estamos todos delante de ti, ven y mátanos, si te sientes capaz, podredumbre. — replicó Léoda.
Los dientes del vampiro negro le apretaban hasta hacerle daño, la indignación le llenaba, el deseo ardiente de lanzarse en el combate, de vengarse. Pero vacilaba, manteniendo su calma con dificultad. Estaba solo contra cinco adversarios temibles. Incluso en un combate singular contra Marceau, las posibilidades de victoria eran tan altas como las de derrota. Solo, no tendría ninguna oportunidad contra ellos. Y lo sabía.
Se oyó un gruñido de irritación. La presión se volvió pesada, el aire comenzaba a congelarse a su alrededor. Las manifestaciones del poder de Marceau y el de Léoda. Poco a poco, una trampa se cerró sobre el vampiro negro. El individuo lo sentía, y un otro gruñido de molesto. Odiaba la idea, pero era la única salida; la única manera de escapar de la muerte.
—Mi venganza esperará. — refunfuñó.
¡Ahí! Marceau y Léoda lo atacaron. Marceau intentó inmovilizarlo con una presión gravitacional abrumadora y Leída de atravesarlo con lanzas de hielo. Pero, con un gesto de la mano, un velo de oscuridad envolvió al vampiro negro y cuando se disipó, el individuo había desaparecido, volando en la oscuridad.
—Logró escapar, otra vez. — murmuró Léoda.
—Sí, parece. — añadió Marceau.
Una pizca de frustración los ganaba. Durante siglos han intentado eliminar al vampiro negro, pero una vez más han fracasado. Pero el más decepcionado de todos era Robert, el otro vampiro que los acompañaba. Parecía ansioso, furioso, irascible, molesto, deseando la muerte del vampiro negro más que nadie. Lo que parecía un poco sospechoso.
—Volvamos a la mansión. — ordenó Marceau, poniendo un mirada severa en Aidan.
Y sin decir una palabra, volvieron a la mansión.
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En el silencio, todos estaban sentados en el salón; Assdan, Robert, Aidan y sus padres; mirándose, pero la calma se volvió pesada. Luego vino la impaciencia.
—¿Alguno de ustedes puede explicarnos por qué tuvimos que salvar a Aidan del vampiro negro? —
Poco después de la discreta fuga del príncipe vampiro de su castillo, sus padres habían llegado a la residencia. Los vientos tumultuosos que se cernían sobre la ciudad en aquel momento los habían atraído. Estaban persiguiendo a uno de los mayores criminales, un vampiro que había sembrado muerte y terror durante siglos. Sin embargo, no habían esperado encontrar su presa tan pronto y tan fácilmente.
Sintiendo el peligro, las auras aterradoras que habían molestado el bosque poco después de su llegada, habían reconocido la presencia de Aidan y sentido la desventura, el peligro que había caído sobre él. Entonces, todos juntos, habían corrido a rescatarlo. Sin embargo, no habían esperado encontrar a uno de los jefes de Versias, el vampiro negro. ¡Qué sorpresa les había causado!
—No sabría decirles por qué. Fui allí para reflexionar un poco como de costumbre y se topó conmigo, apareció de la nada. Primero me llamó hijo de traidor, luego me atacó. Realmente quería matarme, les agradezco mucho por venir a rescatarme. — respondió Aidan con la mayor calma posible.
Él sabía, por supuesto, por qué el vampiro lo atacó. Por Sylldia. También sabía que no podía ocultar su existencia a sus padres, pero al menos guardaría el secreto de la dragonesa, al menos por un momento.