Liamdaard - Un nuevo amanecer (completo)

CAPÍTULO 22: El asalto

La brisa ligera y glacial de la noche giraba en el salón. El silencio, pero un silencio que no era realmente silencioso dominaba la asamblea. El tiempo estaba como congelado, a modo si no quisiera cumplir con su deber, seguir su curso, como si quisiera dar marcha atrás hasta ese momento, para escuchar una vez más las últimas palabras del príncipe vampiro.

 

Palabras asombrosas, chocantes, desafiando el sentido común, el orden establecido, la propia fatalidad. La locura. Durante miles de años, cazadores y vampiros se libraban batallas sangrientas. Depredadores y presas, ese era el vínculo que les unía, y nunca había cambiado, nunca había evolucionado, y cada clan seguía instintivamente el camino que se le había trazado. El destino.

 

Sin embargo, el príncipe vampiro luchaba para trazar su propio camino, decidiendo burlarse del destino, desafiando los principios de este mundo. Firme, serio, decidido, la convicción se leía en su mirada, una pasión intensa que inflamaba su alma, una pasión peligrosa.

 

El tiempo pasaba, demasiado lento para algunos, pero demasiado rápido para otros, y el silencio tumultuoso dio paso a otras manifestaciones. Disgusto, ira, irritación, indignación, incertidumbre. Todos estaban todavía en shock, aturdidos, los cazadores plagados de un sentimiento de rebelión.

 

—¿Una alianza con ustedes? Nunca. ¿Cómo te atreves, canalla? — dijo Nicolas, uno de los cazadores, furiosamente.

 

—Nuestro deber es eliminar criaturas como ustedes y que nos pidan que nos aliemos con ustedes, eso me repugna mucho. — añadió Brasley, el otro cazador.

 

La propuesta de Aidan era como una puñalada al orgullo, al honor, a los principios de los cazadores. Una afrenta. Y sus reacciones fueron diversas. Brasley y Nicolas estaban dispuestos a cortar la cabeza de Aidan, y Canoa estaba aún más intrigada por Aidan; Rose estaba asombrada; Fence y Queen se sentían igual de conmocionados, pero mantuvieron su calma, su silencio. El jefe era Carlos, no ellos, así que él hablaría por ellos.

 

—Deberíamos matarte ahora mismo por tu insolente arrogancia, basura. — manifestó Nicolás.

 

Con estas palabras, la tensión estalló, la presión en el salón se volvió ardiente, el aire listo para arder. Los vampiros, también sorprendidos, estaban listos para la batalla. Sin embargo, tampoco estaban de acuerdo con la idea del príncipe vampiro, por supuesto. Les parecía impensable, imposible, demencia, impertinencia.

 

—¡Basta! — exclamó Carlos de ira. Y los cazadores se callaron, calmando sus ardores. — Supongo que es por eso nos invitó aquí, así que vamos a escucharlo hasta el final. — añadió.

 

Tranquilamente, el cazador dirigió su mirada hacia Aidan, una mirada intensa, oscura, aterradora. La atmósfera entre los dos individuos era pesada, opresiva, pero el príncipe vampiro no vacilaba y sostenía la mirada de su adversario impasiblemente.

 

—Eres muy presuntuoso, joven vampiro. ¿Acaso no te enseñaron tus padres cómo funciona nuestra sociedad? ¿O simplemente te burlas de todos nosotros? — le preguntó Carlos.

 

—Sí, sé cómo funciona nuestro mundo, mis padres me lo enseñaron bien. Los vampiros cazan y se alimentan de los humanos y los cazadores cazan y matan a los vampiros. En resumen, nosotros, los vampiros, somos alimañas que ustedes, los cazadores, deben exterminar. — respondió Aidan con un tono tranquilo.

 

Sin embargo, una pizca de burla resonaba en su voz. De hecho, hablaba de un tono irónico, halagando sutilmente el ego de los cazadores.

 

—Sí, veo que conoces bien tus lecciones. — replicó Carlos, una sonrisa burlona y mordaz se dibujó en su rostro. — Y aun así nos has propuesto una alianza, me pregunto si estás loco o simplemente inconsciente e ingenuo. — completó fríamente.

 

Aidan respiró largamente, miró a su alrededor y vio que todos le miraron de la misma manera, todos menos Assdan y Sylldia. Todos pensaban que estaba loco, inconsciente, irreflexivo, un vampiro caprichoso y arrogante jugando con las devastadoras llamas del destino. Tal vez tenían razón. Pero él permanecía en calma y, a pesar de toda la presión que pesaba sobre él, no flaqueaba, no temblaba ni vacilaba.

 

Con un gesto de la mano, Assdan hizo una señal a Aidan. El tiempo apremiaba, el momento casi había llegado. En ese instante, Aidan sabía que solo le quedaban unos minutos antes de las primeras olas de la tormenta, anunciando una batalla despiadada por la supervivencia. Miró a Sylldia antes de dirigir la mirada a sus padres, luego un instante de silencio en su mente, disipando sus dudas. Al presente solo podía avanzar por ese camino, andar hasta el final de su plan.

 

—Mi familia ha vivido aquí, en esta mansión, en esta ciudad durante siglos. Y mucho antes de que yo naciera, siempre lucharon por proteger a la ciudad y a su gente. En las sombras, sin buscar nunca ni el reconocimiento ni la gloria, libraron esta lucha incesante contra todas las fuerzas maléficas, las criaturas de la sombra, que amenazaban la seguridad de esta ciudad; una lucha que yo he hecho mía desde hace años. — Aidan hizo una pausa.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.