ADA
Me siento la peor persona, la peor pareja que Evan pudo tener. Desconfié de él y en este momento no puedo mas que sentirme culpable por ello. Viene a mi memoria él y yo, tirados en la arena después de haber comido tapioca, él me dijo que cuando desconfiara de él recordara ese momento. Fue lindo, fue mágico, todo era diferente porque aún no sabia la verdad. Hubiera preferido que me siguiera mintiendo a sentir ahora tanto dolor con tantas verdades que salen a la luz. El saber que mi padre no solo le robó a los Taylor, sino también al jaguar me ha destrozado por completo. Ahora mismo estoy frente a la cabaña, camino hacia la puerta cerrada donde hay un letrero que dice que está en renta. No puede ser, este era el lugar donde debería encontrar a Samuel, que me dijera todo, que aclarara mis dudas. Aunque se me ocurre, que, así como era un bar para despistar, el letrero puede ser el mismo truco y él está dentro. Trato de abrir la puerta, pero un hombre me detiene.
—Señorita ¿le puedo ayudar en algo?
Mierda.
Doy la vuelta y le sonrío. Es un hombre de estatura mediana, con barba y cabello largo.
—Hola —contesto nerviosa y me alejo de la puerta—, hace un tiempo que venía con mis amigos a este lugar, ya sabe, a convivir.
—Si, era buen lugar, pero hubo una pelea y muchas personas resultaron heridas. Lo clausuraron después de eso.
—¿Sabe si se fueron a otro lugar? Es decir, si el bar sigue en otro sitio.
—No sabría decirle, pero si me entero le aviso.
—Gracias.
Camino hacia la acera, peor no me puede ir. Samuel era la única persona que podría ayudarme a investigar en donde enterró mi padre todo lo que robó, no creo que haya alguien más que lo conociera tan bien como su propio hermano. El teléfono de Evan vibra en la bolsa trasera del pantalón.
—¿Qué estás haciendo ahí? —pregunta de inmediato, sin siquiera saludarme ni preguntarme como estoy.
—¿De que hablas? —trato de evadirlo—, estoy en el colegio.
—Deja de mentir y dime qué estás haciendo ahí —ordena.
Está bien, no puedo mentirle a este hombre. Miro hacia todos lados, él debería estar en Brasil, ¿Cómo sabe que estoy frente a la cabaña? O lo que era la cabaña. ¿Me está siguiendo? ¿Está aquí? Recuerdo la ocasión en la que creí que estaba lejos y me estaba viendo almorzar con Jackson, se molestó demasiado.
—Necesito hablar con tu padre, recordé algo y es necesario que lo sepan.
—¿De que se trata?
Pienso si es adecuado decírselo a él, conociéndolo es capaz de venir hasta quí por mi pensando que estoy en peligro.
—¿Ada? —volteo al llamado de mi nombre. Es Jackson, ¿Qué diablos hace aquí? Cuelgo la llamada con Evan y escondo el teléfono rápido.
Agradezco en silencio, abrí la boca de más y no sabía como salir del interrogatorio de Evan. Esto me da un tiempo para pensar en qué decirle.
—Jackson ¿me estás siguiendo?
—Para nada, vine a recoger unos trajes a la tintorería y me pareció verte. ¿Qué haces aquí?
Genial, no colgué la llamada con mi novio evadiendo el interrogatorio para soportar ahora a mi ex con sus preguntas.
—Caminaba hacia casa.
—No tienes que caminar, bastaba con que me llamaras y te llevaba. Vamos, el auto está por allá.
Me indica con la vista, creo que no tengo otra opción. El celular sigue vibrando dentro de mi pantalón. Mi querido novio debe estar furioso. ¿Qué voy a decirle? No se me ocurre nada. Llegamos al auto, Jackson como siempre de caballeroso me abre la puerta y le agradezco, entro y espero.
—¿Ya comiste? —me pregunta de camino.
—No.
—Perfecto, te invito.
Da vuelta en U cambiando la dirección del camino a casa.
—Jackson, no tengo hambre. Han sido tantas emociones los últimos días.
—Estás muy delgada, no quería decirte nada, pero no te ves nada bien. Es como si ese imbécil hubiera acabado contigo.
En cierta parte, así es. Terminó con la Ada de antes, la confiada, la que creía que todo era color de rosa, la que no creía en las traiciones y las mentiras de las personas que quería. Ahora sé que no todo es como lo creía.
—Sí, tienes razón, Pero por favor, no insistas, de verdad no tengo hambre.
—Está bien. Será como tu digas.
ME agarra la mano y me besa los nudillos. Me siento incomoda y rápido quito la mano, retoma el camino a casa y mientras tanto no decimos ni una palabra, nos quedamos en silencio, él pensando no sé en qué, y yo pensando en Evan y lo enojado que debe estar. Al llegar le doy las gracias y me bajo casi corriendo, no quiero tener un momento más con él, tampoco quiero que piense que puede tener otra oportunidad conmigo. Mi corazón le pertenece a Evan Taylor y así será hasta el final de los finales.
Entro a casa, me recibe el silencio y la frialdad de los últimos días. Esto cada vez se siente a todo, menos a hogar. Es la primera vez que vengo desde que regresé, las fotos de la familia y sobre todo la de mi padre ya no están, han cambiado los muebles y la decoración. Mamá viene bajando las escaleras, con la elegancia que la caracteriza. Veo que sigue molesta, pues me mira con el ceño fruncido.