La cabaña🤍
Siento las palmas de sus manos cálidas sobre mi espalda, mientras empujan mi cuerpo para que agarre vuelo sobre el columpio, no recuerdo cuando fue la última vez que me había sentado aquí, lo que si recuerdo son las risas que me sacaba papá en cada empujón prometiéndome que en el siguiente llegaríamos a la nubes, me decía que no las perdiera de vista y que extendiera mi mano para alcanzar una, mamá casi lo mata cuando me caí al inclinarme tanto hacia adelante intentando llegar más lejos para alcanzar aquella nube en forma de tortuga, fue la primera vez que me raspaba los codos y una de mis rodillas, y no es que antes no me haya caído, había tenido muchas caídas por ideas locas de papá, y amaba eso en él, sus ideas para que creciera siendo una niña fuerte, aunque a mamá verme las rodillas ralladas casi no le agradaba, y más la vez aquella cuando me enseñaban a manejar mi primera bicicleta, en la granja me fui colina abajo y no sé cuántas vueltas di, aunque mi casco y coderas me ayudaron, una de las rodilleras se soltó y el resultado era mi rodilla ensangrentada y un tobillo torcido, cómo rio aquí arriba de solo recordarlo, aunque esa tarde llore mucho, por mi tobillo.
Ya está llegando el atardecer, la puesta del Sol sobre el lago, puedo amar la lluvia todo lo que mi ser me permite, pero agradezco que ahora no llueva, y se nos permita poder apreciar al Sol cuando trata de esconderse, sé que le tomara una hora en hacerlo o incluso un poco más, y se lo agradezco, me bajo del columpio y Gary me toma entre sus brazos, saca su celular y le toma una foto al ocaso.
—Ya debemos regresar, se hará tarde para tomar la carretera.
—Vamos —mi amor toma mi mano para caminar de regreso.
Cuando vamos llegando de camino al restaurante, vemos que hay un grupo de personas hablando entre sí y la cara de muchos de ellos expresa angustia y hasta desespero. Gary me mira y no entendemos que pueda estar pasando, nos acercamos a paso firme y rápido para escuchar de que hablan, al parecer sobre algo que nos interesa a todos.
—La carretera que va del lago hacia Hannah ha sido bloqueada por árboles y algunas rocas grandes como autos, que han caído de las montañas debido a la atormenta que se acerca, las autoridades nos piden que esperemos a que la tormenta pase y el camino sea desbloqueado, de lo contrario regresar ahora sería una completa tontería. hay cabañas en el lago para que puedan pasar la noche —escuchamos decir al señor de seguridad del lago.
Hay muchas familias y parejas acá, según las noticias del canal 13 la tormenta eléctrica se aproxima y con el clima de Hannah nadie sabe con exactitud que tanto demore en pasar, estoy nerviosa, quizás deba pasar la noche con él.
Miro a las personas a mi alrededor y veo sus caras llenas de tanta angustia, muchos quieren regresar a casa, si hay una tormenta eléctrica de la que debamos refugiarnos sé que a todos nos gustaría hacerlo en casa, miro hacia Gary y noto una sonrisa pícara en la comisura de sus labios, me mira y nota que lo observo y su sonrisa se hace más amplia, pero ¿por qué se ríe? no entiendo, ¿que es lo que le causa tanta gracia? Quizás ha visto mi cara pálida o sonrojada, ni siquiera me he dado cuenta de la reacción que he tenido cuando han pronunciado que debemos quedarnos en las cabañas del lago por el resto de la tarde y toda la noche.
Las personas pasan a la cabaña principal para reservar sus respectivas cabañas, la mayoría son familias con niños pequeños por lo tanto los están ubicando a ellos primeros.
—Hay cabañas completas, he reservado una con una chimenea grande, sé que te gusta sentarte ahí mientras tomas chocolate, y esta noche planeo que tomemos todo el chocolate del que nuestro cuerpo sea capaz de soportar.
— ¿Cuantas habitaciones tiene?
—Solo una.
-¿Solo una? —mi cara debe ser todo un poema, estoy tan nerviosa de pasar la noche con él, no es que no lo desee, lo deseo de mil maneras, solo que... no estaba preparada.
¡Y por Dios! Las mujeres nos preparamos para esto, eso de que nos agarren desprevenidas no se siente bien.
—No planeo dormir, Susan —sus palabras me sacan de mi ensimismamiento.
— ¿No planeas dormir?
Mueve su cabeza en forma de negación, y una sonrisa pícara empieza a dibujarse en su rostro, comenzando por realzar la comisuras de sus labios y sus ojos se tornan pequeños y brillantes, conozco esos ojos picaros en Gary. Esos ojitos color miel.
—Te dije que planeo tomar chocolate toda la noche contigo, mientras sentados junto al fuego de la chimenea me hablas de ti.
—Amo tu idea de pasar la noche —"no te engañes cariño, tú quieres ir más allá, cada vez que nos besa, nos encendemos" Mi conciencia, justo lo que dijo ella, quiero ir más allá. Gary es un caballero, si no le doy una pista de lo que quiero, quizas no me insinué nada, quizás no se atreva a tocarme, por miedo a mi reacción. No sé porque le teme tanto al rechazo, ¿Quién en su sano juicio fue que le hizo tanto daño?
Se acerca a mi tomando mis manos y llevándolas a reposar sobre mi espalda baja, me da un beso en la frente, uno suave en la nariz y el otro en los labios, el ultimo con más pasión, los otros dos con más ternura, amo esos tres besos.
—Estaremos bien, no te preocupes —susurra en mis labios.
Vamos hacia el auto a bajar unas cosas para luego ir a reclamar nuestra cabaña, aún no la he visto, aunque Gary la ha detallado para mí, dice que tiene una chimenea enorme con bastante leña, a la antigua, como me encantan. Sus pisos son de madera y huelen a pino, eso me hace pensar en la navidad, el baño tiene una tina enorme donde reposa agua caliente, se escucha perfecta.
Me quedo sorprendida al ver los cojines de peluche azul y verde que empieza a sacar de la maletera del auto, unos más grandes que el otro, cinco en total, una cobija pequeña del mismo material, parece ser un tablero de ajedrez por el color y su diseño. Estas cosas deben ser del pequeño Mathias, de lo contrario no tiene explicación. Mete todo en una bolsa cuadrada plástica verde y cierra nuevamente la maletera.