Tócame🤍
Bajo hacia la sala de estar y veo que Gary está dejando caer los cojines en el piso cerca a la chimenea y ha cogido una de las cobijas enormes que habían en la habitación de arriba, ahora entiendo a qué subio hace unos minutos, me mira parada observándole, y sé que le ha encantado que si traiga su suéter puesto, me cubre bastante, y lleva su olor, como no podría ponérmelo, si al usarlo lo siento a él aquí como si estuviera pegadito a mi abrazándome. Me llama con la mirada para que me siente a su lado. Hace días no hubiera imaginado tenerlo así, sentando haciendo fuego para ambos, con la tormenta fuera sin saber cuándo pasara, hace días no hubiera imaginado siquiera que Gary prepararía cacao caliente para mí, que yo, Susan Córdoba, que lo suspiraba desde lejos sin saber quién era, estuviera esta noche en una cabaña, lejos de la ciudad usando su suéter gris. Suspiro, nunca lo hubiera imaginado, pensé que seriamos una casualidad bonita, esto ya es destino.
Estamos frente a la chimenea sentados sobre una alfombra negra de peluche que nos ayuda a controlar un poco el frío, la tormenta cada vez se siente más, los truenos se escuchan en cada rincón y me erizan la piel, o tal vez son los besos de mi amor, un amor que he decidido no negarme, qué sentido tendría vivir sin haber experimentado lo suficiente cada día en cuanto al romance se refiere. Gary ha hecho un poco de chocolate caliente y en la cabaña antes de entrar nos han regalado galletas caseras de coco y otras de uvas pasas, ya son muchas galletas con las que él ha traído, ricas. Esta noche hablamos al fuego hiriente y abrazador de la chimenea y con el sonido de la lluvia de fondo, hablamos del pasado, del presente y aun así del irreconocible y abrumador futuro.
— ¿que tienes ahí? —su mirada va hacia el medio de mis piernas cruzadas.
—Es mi diario.
—Claro, escribes un diario.
—No escribo lo que piensas, que me siento cada tarde en el sofá de mi casa a escribirle todo lo que viví en el día, aunque para eso me lo ha dado mi madre.
— ¿acaso de eso no se trata?
—Solo debes escribir y ya, no importa de qué.
— ¿Y tú que escribes?
—Historias de amor, reales, de otras personas.
—No entiendo. ¿Entrevistas personas sobre sus romances y los anotas ahí?
—Se escucha enfermo que lo digas de esa manera y algo obsesivo, pero de hecho es lo que hago.
— ¿Por qué? —sonrio al ver su cara, es todo un hermoso poema, confundido.
—Quiero saber cómo sienten, viven, experimentan las otras personas el romance.
—A mí no me lo has preguntado como lo siento yo. Es Ud. una grosera señorita.
—Por eso lo he traído, quiero preguntarte.
—Lo siento señorita, me he adelantado.
—Puedes dejar de hablarme como telenovela de siglo pasado.
—Esta bien —susurra entre risas.
— ¿Cómo sientes el amor? —Ahora esto es serio, quiero saber cómo se siente él, y si es lo que yo vengo causando.
—Así directo, de una.
—Lo siento ¿Quieres que te invite otra taza de chocolate?
—Eso estaría bien, ¿entonces está vez tú vas a la cocina por chocolate y más galletas?
—Está bien— resoplo— ya preparo el chocolate, ahí aún quedan galletas.
Voy a la cocina, es mi turno de preparar algo caliente, estoy tan nerviosa, no lo había notado antes junto a la chimenea, mi corazón palpita de manera irracional, aunque acepto que es normal estando cerca de él, espero algún día poder controlarme o al menos acostumbrarme. Mientras espero que la leche se ponga algo tibia enciendo una radio antigua que he conseguido detrás del horno eléctrico, pongo algo de noticias para saber que ha pasado con la vía a la ciudad.
"Fuertes tormentas eléctricas han bloqueado la vía del lago viejo hacia la ciudad de Hannah, dejando a cientos de turistas y ciudadanos de Hannah sin poder retornar, las autoridades y el cuerpo de protección y riesgos le piden conservar la calma, encontrar un refugio y pasar la noche, para mañana temprano estarán removiendo las grandes rocas y arboles gigantes que son los que han bloqueado..."
Luego de escuchar todo eso la apago, sé que por esta noche aquí estamos a salvos y en calor, y estamos juntos él y yo que es lo importante, ya mañana temprano regresaremos a la ciudad. Debería avisarle a mi madrina para que no se preocupe por si va a la casa y no me consigue.
De regreso a la sala lo consigo husmeando entre mi diario, me detengo a observarlo hasta que él se de cuenta que lo estoy mirando, pero que mal educado este niño, al parecer en su casa no le enseñaron que eso es de muy mala educación. Husmear.
—¡Oye! —hablo fuerte, ya que no se ha percatado de que estoy aquí de pie.
—Woow ¿Es Cristina de la cafetería?
—Ya sé porque tan distraído. Si es ella.
—Su historia es muy hermosa, ahora entiendo lo que haces.
—Aquí tiene su taza de chocolate caliente, ahora si, en lo que habíamos quedado.
—Calma señorita, soy un poco tímido, me cuesta hablar de mis sentimientos y de cómo me siento, téngame Ud. un poco de paciencia por favor.
—¿Seguimos con el libreto antiguo?
—Soy tímido, deme tiempo.
—tu tímido, si claro.
—Ven tócame —da unos toquecitos a la alfombra justo a su lado para que me siente ahí junto a él— y te voy diciendo como se siente.
Sentí mi piel arder, justo cuando dijo "ven tócame".
—Amo tus pecas Susan, cuando algo te apena se notan más.
—No me pongas nerviosa por favor.
—Tú me pones nervioso a mí.
—Gary por favor.
—Shh, guarda silencio, cierra los ojos un momento.
— ¿para que cerraría los ojos?
—Ciérralos por favor —obedezco a sus palabras sin protestar más— escuchas el sonido del fuego penetrando la leña —asiento con la cabeza— Muy bien, ahora concéntrate más y siente su olor —inhale lo más profundo que pude y retuve el aire por unos segundos y luego lo deje escapar lentamente— ¿lo sientes?
—Si, puedo sentir el olor de la leña incendiándose.