Aquel amanecer🤍
Mi madre no ha parado de llamar, apenas y ha salido el Sol, me recuerda que no debemos llegar tarde al almuerzo con los abuelos, al parecer mi abuela hará un festín de deliciosos platos para enamorar a mi Gary, a mi doctor. Eso se escucha lindo.
Me levanto de la cama y antes de que suene la alarma que hemos dejado anoche, busco el despertador y la cancelo, el ruido que causa la verdad es molesto e irritante, no me gusta que sea la alarma quien me despierte cada mañana, pero cada vez que se queda mi amor debemos ponerla, dejo el reloj de vuelta en la mesa de noche y me dirijo hacia el baño, me detengo en la puerta, suspiro y lo observo dormir, no me imagine tan enamorada, verlo ahí acostado boca abajo sobre su brazo, con su ancha espalda descubierta y es que me provoca comerlo, verlo ahí tan vulnerable, ya que eso somos cuando dormimos, vulnerables ante la persona que nos observa. Suspiro otra vez. No sé porque tantas veces le huimos al amor, si se siente tan bonito, no conozco otro sentimiento que te llene por completo como este.
"Tu padre lo hubiera amado"
La voz en mi cabeza, tiene razón, papá lo hubiera amado.
—¿Qué haces? —me perdí tanto en él y en mis pensamientos, que no lo note despertar.
—Aquí enamorándome aún más.
—Me alegra saber que cada día aún puedo enamorarte.
—Y a mí me alegra saber que lo seguirás haciendo.
—¿por qué no te acercas?
—Amor ya hay que levantarnos, se nos hará tarde.
—5 minutos más pecas, por favor.
—Si voy a la cama sé que no serán solo 5 minutos.
Sonríe con picardía, y me mira con sus pestañas largas que asoma debajo de las cobijas.
—Que envidia.
—¿Envidia?
—Sí, cómo es posible que tus pestañas sean más pobladas y largas que las mías. Eso no es justo.
— ¿Entonces que sería justo para ti?
—Que mis pestañas sean esas que llevas y las tuyas las mías.
—Pecosa, esos minutos que llevas ahí observándome dormir y queriendo mis pestañas los hubiéramos aprovechado aquí debajo de las cobijas, ya se siente el frío.
—Lo siento guapo —me acerco a él y me inclino para besar su frente, saca sus manos y me toma fuerte de los brazos.
—bésame en los labios —me pide con ternura.
Ahora mis besos van en dirección a sus labios, lo miro fijamente y me pierdo en sus ojos claros, mi mano involuntariamente desordena su cabello y le retiro una que otra pelusita de los cojines.
— ¿Nos bañamos?
—Ahora si me levanto.
Ambos reímos.
Siento sus manos recorrer junto a la esponja mi espalda, sus labios que acompañan cada caricia que van desde el cuello hasta la espalda baja, el agua tibia cae directamente sobre mi cabeza, recorriendo parte de su cuerpo y mi piel. Me abraza y siento todo su cuerpo húmedo, tibio, estremecerse por el mío. Me giro para quedar frente a él, con mi pecho rozando el suyo. Lo miro y ambos nos quedamos paralizados ante las emociones, ante el deseo, el agua sigue cayendo sobre ambos, y por mi parte ya no la siento, pero la escucho caer, y veo el vapor que nubla el baño.
— ¿Me besas?
—Solo si tú sigues acariciando mi espalda.
Sus manos completamente abiertas reposan sobre mis dorsales y sus dedos empiezan a realizar un suave movimiento, son caricias. Me relajo, dejando caer mi cabeza sobre su pecho, acercando a él un poco más mi cuerpo, me relajo, mientras sus manos hacen un buen trabajo, deshaciéndose del estrés que cargo de la semana, de la guardería, de ir a casa de Gary, y ahora con mi mamá y abuelos, para que mi familia lo conozcan, sé que lo amaran, quizas el abuelo hasta más que yo, pero eso no deja de ponerme nerviosa, todo este proceso con los padres, puede ser agotador.
—¡Oye! ¿pecas?
—Si, dime —mi tono de voz es más relajado, esto se siente muy bien.
— ¿te quedas dormida?
—No, solo estaba muy relajada, no dejes de hacerlo, por favor.
—Me gusta consentirte.
— ¿Podrías hacerlo también por mi cuello?
—puedo hacerlo, aunque ¿no prefiere que la llene de besos en esa parte en especial?
—Debilidad. ¿Eso quieres? ponerme débil ante ti.
—Tú eres quien me debilita a mí, mira cómo me tienes, dándote masajes, relajando tu cuerpo bajo la ducha, cuando quiero es tenerte de otra manera, pero aquí me tienes, rendido ante ti, ante tu inteligencia, ante tu belleza, y ante esas pecas que recorren tus hombros y se pierden en tu espalda.
—Mi amor.
—Dime.
—Vamos a llegar tarde si no salimos de aquí.
. . .
Mañana es el cumpleaños de mi doctor favorito, y hare algo sorpresa para él, en la granja, he dejado encargada a la Sra. Bermúdez que me ayude con algunos invitados, amigos cercanos de Gary, si es que tiene, nunca lo he escuchado hablar de alguno, según su madre, su amigo, su mejor amigo, lo exalto mucho, es su hermano Gregory, aun no lo conozco, pero por como habla Gary de él, no tengo duda alguna de que lo sea.
Antes solía disfrutar del camino de la ciudad a la granja, con sus zonas montañosas, el olor que deja la lluvia sobre la tierra al mojarla, ver la neblina bajar desde las montañas, hablar y observar el aliento escapar formando como una pequeña nube que se humedece al tocar el cristal de la ventana en el auto. Amaba todo eso, hasta lo de papá.
Ahora le tengo miedo a gran parte de la vía, y no lo puedo disfrutar tanto como yo quisiera, a veces, solo a veces, me pregunto si algún día este miedo lo podre soltar, porque sigo mirando a mi alrededor, y me pregunto, como algo tan hermoso puede causarme tanto pánico y ansiedad.
—¿Qué piensas pecas?
—Ya muero por llegar. Bueno, no, muero no, solo ya...
—Ey, calma, te entiendo, solo quieres llegar. Estas nerviosa, es todo, estamos bien, voy manejando despacio para ti.
—Gracias —tomo su mano fuerte y la suelto de inmediato para que pueda tomar el volante con ambas manos.
Luego de las dos horas más largas de camino, hemos llegado. Ahí está mi abuelo, dándole comida a sus gallinas, como lo amo, por cuidar tan bien de este lugar, de la abuela y de mamá. Ya hacía meses que no venía a visitarlos, mamá ya estaba enojada y no quiero que culpe a Gary de esto, de que me mantenga en la ciudad, solo que... Aun duele verla sin papá.