Libro 2. No te dije adiós, el diario de Susan

24. El lago II


El lago II 🤍
 


Puedo notar en su mirada que no recuerda este lugar, sabía que eso podía pasar, pero lo que no sabía era que tanto iba a doler, y duele tanto, puedo verlo admirar el lago y las cabañas como si nunca hubiera venido aquí y hasta ahora lo está descubriendo, no me dice nada, solo camina a mi lado con su mano sudorosa sujetando la mía lo más fuerte que puede, como si fuera un niño aferrado, un niño que si se suelta, se puede perder.

Ahora él se ve tan diferente, es el mismo Gary, de eso estoy segura, pero sus hombros se ven más anchos, quizas ahora hace ejercicio, no lo sé, pase de conocer las rutina de su día a día, a no saber nada de él, casi es un desconocido para mí, aunque no más de lo que ahora soy yo para él, no entiendo por qué no recupera su memoria, y al parecer recuerda a su familia, recuerda cosas de su infancia.

Lo observe este par de meses que pasaron luego del accidente, no lo hice de la manera sádica y retorcida que muchos pudieran pensar, lo hice de la más tierna y protectora que mi amor hacia él me permitía hacerlo, aunque eso significaba que cada vez que lo veía lejos de mi, haciendo su vida con extraños, significaba que está perdiendo la mía.

— ¿No dices nada? Solo me observas— Su voz, le saca de mi ensimismamiento. 
Sentí mis mejillas arder y soy conciente de que ahora están rojas como un tomate, no recordaba la manera en como me pone.

—No sè que decirte, me doy cuenta que no recuerdas el lugar.

—Si lo recuerdo, de hecho amo este lugar, solo que tenía mucho tiempo que no venía, me trae recuerdos.

—¿Que recuerdos? Dime —respondo emocionada.

—No estás en ellos, Susan. Lo siento —su voz es tan fría y distante.

—Esta bien —bajo mi mirada.

— ¿Por que haces esto, Susan? —Vuelvo a guiar la mirada hacia él.
¿Por qué hago esto? 
Se supone que es lo que debo hacer, lo amo, y aquí quiero estar, no en el lago, si no a su lado.

— ¿A que te refieres?

—Me has estado siguiendo por varias semanas.

—No es seguirte —eso me da pena, no sabía que lo había notado, pensé que era cuidadosa.

—No. entonces ¿Que era eso?

—Solo estaba buscando la manera de acercarme, Gary, tu no puedes entender eso, no sabes quién soy, no recuerdas todo lo que vivimos, pero yo si, yo si lo recuerdo y lo siento aquí en el pecho todos los días de mi vida ¿eso sí lo puedes entender?

—Solo quiero que tú me lo expliques. Es todo, aunque...
Se calla, por qué se calla. Vamos, aunque... Termina de hablar.

—¿Aunque...? —lo ánimo a seguir hablando.

—Siento que te hago daño.

—Ahora no, ahora estoy en paz. Me dejaste acercar.

Si cara refleja mucho dolor, no quiero que piense que me daña, que me lastima, quiero que ya que me permitió acercarme me conozca de nuevo, poco a poco, no quiero apresurar las cosas, no quiero que se sienta obligado a recordar, o se sienta mal por no poder hacerlo y piense que debido a eso, yo la paso mal.

—¿Quieres comer algo? —ahora yo soy quien lo saca de sus pensamientos. 
Y me gustaría saber que piensa, que pasa por esa cabecita que ahora está en blanco, o en sombras no sé cómo funcione.

—Me sacaste de mí casa sin desayunar ¿Tú qué crees? Y por cierto tú pagas, tú invitas.

Sonrío ante su sarcasmo, ahora así no las llevamos, bien, me parece bien. Al menos siento que tiene la confianza de jugar conmigo y busca hacerme reír. No sé si es punto a mi favor, o a su favor.

Agradecí haber traído dinero suficiente, lo ví ordenar comida como para tres personas, pensé que ordenadaba para él y para mí, pero solo fue para él, alguien parece no comer desde hace días. No le conocía ese apetito, aunque confieso, me alegra verlo así, comiendo de todo y sintiéndose libre y en confianza ante mi, aunque no me recuerde.

—¿Entonces te piensas comer todo eso tú solo? —miro todo lo que ordenó, no había visto a alguien comer tanto.

—¿se te antoja?

Me señala los huevos con tocineta, y yo le señaló que he pedido lo mismo.

—¿Quieres la ensalada de frutas? —pregunta luego.

—Quiero es de esos panqueques con miel —le señalo el plato que ha estado guardando para el final. Aún no lo toca, está entero.

—Oh, no. Eso sí no.

Me quedé pasmada viéndolo.

—Oye, yo pagaré la cuenta, lo menos que puedes hacer es compartir conmigo un poco.

—Es lo justo, que pagues la cuenta, me sacaste...

—Si, si ya lo sé —me mofo de él— te saque de tu casa sin comer.

—Si, exacto. Tú me invitaste a este lugar, tu debes pagar. Y soy de buen comer.

—Eso si lo recuerdo — sonrío al recordar.

El ríe conmigo, dejandome apreciar esos colmillos grandes y blancos. No recuerdo que fueran tan grandes sus dientes.

—Me gustan tus pecas.

Escuchar eso, que le gustan mis pecas, le gusta algo de mi ¿Le comencé a gustar? Creo que me he sonrojado.

—Y también me gustan tus mejillas rojas, me he fijado que cuando algo te da pena, te enrojeces muy rápido.

—Si, lo sé. Ya deja de ponerme nerviosa por favor —finjo que no me ha incomodado y sigo comiendo mi pan con mantequilla.

—¿Yo te pongo nerviosa? Tú me tenías nervioso a mi, en mi habitación.
Cualquiera que lo escuché pensará que lo tenía en una posición abrumadora en su habitación. O pensará que le quería hacer cosas y eso lo tenía nervioso.

—Lo siento, haberte asustado de esa manera. 
Miro a mi alrededor, si alguien lo ha escuchado, ahora que me escuche.

—Pense que había muerto.
Ahora exagera.

—¡Oye! —me cruzo de brazos.

—Es que despertar y ver un ángel pelirrojo, yo dije morí, no puede ser real.

—Gary...
Estaba a punto de ponerle mi mirada de loca, pero me lo he querido comer con lo que ha dicho, ángel pelirrojo, no había vuelto a llamarme así desde hace mucho tiempo. Eso significa que por momentos vendrán cosas a su cabeza, que si lo ayuda mi presencia.

—Ahí está de nuevo, así me gusta más, ruborizada.



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En el texto hay: diario, romance, drama

Editado: 16.03.2023

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