Tú, el deseo y yo🤍
Mi cuerpo completamente desnudo ante él, lo observa, me detalla, me descubre, y no se mueve, no viene hacia mí. ¿Qué ocurre? Será que me adelante, y lo estoy forzando a recordarme, lo empiezo a lamentar, el hecho de desnudarme, cuando él aún sigue con toda su ropa intacta cubriendo su cuerpo, cuando no emite ni gesto ni palabra alguna, cuando no se mueve, ni para acercarse o retroceder. Solo me mira, como si antes no hubiera visto una mujer desnuda, o ¿Será que no le gustó? Será acaso que al no recordarme tampoco le parezco atractiva, de solo pensarlo me duele. Agarro el paño que había dejado caer en la cama, lo traigo hacia mí para cubrir mi cuerpo.
—No te cubras —susurra
—Gary...
—No te cubras, solo tengo miedo de acercarme, de tocarte y dañarte.
Cómo me duelen sus palabras, si tan solo recordara lo Feliz que fuimos hace meses aquí, cuando nos desnudamos ante el otro por primera vez.
—No digas que me dañarás.
—Susan no entiendes.
Se acerca, me quita el paño de las manos y lo tira a un lado.
Me mira, llevando sus ojos claros a recorrer mi piel, posa su mano derecha con toda la suavidad que puede sobre mis cabellos, y lo retira de mi cara, luego acerca sus labios y me besa en la mejilla, justo donde antes reposaba ese mechón que le hacía estorbo.
—Bésame en los labios. Hace mucho no lo haces —suspiro.
Aspira el olor proveniente de mi cuello, el olor a aquel perfume dulce, y sus ojos se encienden. Recuerdo, recuerdo esa mirada llena de placer, sus ojos color miel, pasan a rojo, al deseo. Lujuria. Fuego.
Me toma de las caderas y me atrae con fuerza hacia él, busca mis labios y los lame, las piernas me tiemblan ante ese acercamiento, la respiración se me agita, se descontrola, se ahoga.
Me toma rápido entre sus brazos y separa mis pies de la madera fría, da tres pasos adelante y deja caer mi cuerpo sobre la cama, se queda de pie mirándome, detallando nuevamente, coge su franela y la retira de su cuerpo, se deja caer sobre mí, apoyando todo el peso de su cuerpo en el mío. Jadeo. Lo siento diferente, más posesivo, más pasional, con más lujuria.
Empieza a besar mi cuello, y yo solo pido que acabe con esto, mi cuerpo lo desea tanto que no puedo controlarlo, estoy impaciente, pero él disfruta el proceso y es algo de lo que no lo quiero prohibir.
—Guapo —susurro cerca de sus labios— te siento diferente.
Lleva su dedo índice a callar mis palabras cuando lo deja reposar en medio de mis labios, al asentir con la cabeza a su petición, introduce índice y medio en mi boca, con suma delicadeza los empapa de saliva, le da unos pequeños giros dentro de ella y los retira despacio, esos mismos dedos los baja hacia mi zona V, la cuál se encuentra aún más humedad, los acerca con fuerza y da pequeños masajes en forma de círculos para estimularme un poco más.
—Mi amor —jadeo, ahogada entre la sensación que sale de entre mis piernas, la misma que me tiene sacudiendo sobre la cama y su cuerpo.
—¿Qué quieres?
—No te detengas por favor —mi cuerpo se sacude. Desespero.
—¿te gusta esto? —mueve sus dedos con más presión sobre mi clítoris.
—Si, si, no pares por favor.
—¿Que más quieres que te haga? —su mirada, es diferente ahora, parece poseído.
—Ya introducete en mi —suplico.
—¿Hablas de esto? —Sus dedos ya están dentro de mí, con suave movimientos en curvas, como si estuviera excavando algo que trae desde adentro hacia afuera, me desespero, me muevo sin control, jadeo, maldigo, esta Susan no la conocía, y de hecho él tampoco.
—Saca tus dedos y húndete en mi... ¡Ya! —grito con el poco aliento que me queda.
—Como ordenes —sus ojos se hacen fuego, literal es como ver una llama encendida ahí, ese color miel ha desaparecido, ahora están rojos, de deseo, de placer, su piel arde, su cuerpo quema y se contrae.
Me da un giro rápido dejando boca abajo sobre el mismo lugar que estoy ocupando, escucho soltar la hebilla de su pantalón y dejar caer el cinturón a un lado, estoy nerviosa, siento como si fuera la primera vez con él, no sé cuál será su siguiente movimiento, me doy cuenta del espejo cerca y miro a través de el, la figura de mi Gary, lo veo soltar su pantalón y lo deja caer poco a poco, sus boxers van ajustados, y noto que esta más despierto de lo que me imagine, trago grueso.
—Gary...
—No digas nada mi amor. Solo déjame detallarte, déjame sentirte, conocer cada parte de tu piel.
—Entra en mi, ya. —exijo.
Se Hunde una y otra vez, lo hace muy despacio, y aún sigo mirando a través del espejo, observo sus movimientos y eso me prende mucho más, su cuerpo tembloroso, y sudando.
La noche nos arropa, el frío del lago se hace sentir con rudeza, estoy temblando y puedo oler el fuego ya encendido en la chimenea, tomo dos tazas grandes y las lleno de cacao con malvaviscos nadando dentro de la misma, apago la estufa y me dirijo hacia la sala, buscando el calor de mi amor, y el de la chimenea por supuesto.
—Traje chocolate caliente para que nos ayude con el frío, le puse mucho malvavisco, cómo te gusta.
—Ya no pecas.
—¿Ya no te gustan los malvaviscos? Pero...
—No, jaja — ríe nervioso.
—Esta bien, no pasa nada, más para mí.
Le retiro los malvaviscos de su taza y los cojo para mí, me preguntó que otras cosas ya no le gustarán, al parecer no se trata de que él deba descubrirme otra vez a mi, creo que ambos ahora somos como desconocidos, solo que yo conservo recuerdos, él no lo hace.
—Encontre este reproductor en la camioneta.
—Si lo he traído para poner algo de música. ¿Quieres elegir algo tú?
—Claro.
Veo conectar su celular al reproductor, elegir entre una galería de canciones...
When You we're here before
Couldn't look You in the eye
You're just like a angel
Your skin Makes me Cry