Libro 2. No te dije adiós, el diario de Susan

28. Noche de tormenta II


Noche de tormenta II 🤍
 


Me senté por más de 20 minutos observándolo, pasar sus manos por su cabello, para aplacarlo, una y otra vez, está nervioso, desde que se encuentra sentando ahí, sobre el sofá océano de papá, no me mira, no me da la cara, he pronunciado su nombre al menos tres veces en tres ocasiones, no han sido uno tras de otro, si no uno, y al rato otro, y al rato otro "Gary" si él supiera como me tiene, de solo verlo actuar así, tiene miedo, no entiendo a qué le teme tanto, se supone que estamos bien, ¡Dios!, se me hace un nudo en la garganta de solo pensar que haya una secuela a parte de su memoria por aquel accidente, será que mi Gary tiene alguna enfermedad, y no se ha atrevido a contarme nada, por eso su cambio, por eso su memoria, por eso quiso alejarse. Dios, habla ya.

—¿Que sucedió el día del accidente? no entiendo —Sus manos tiemblan, agarra una con la otra, para detener el movimiento, pero estas parece que tuvieran vida propia, y solo se trata de que está ansioso.

—Pecas siéntate por favor, calma —quise acercarme a él, me detuvo, así que vuelvo a ocupar mi lugar.

—¡No me pidas que me calme! ¿Qué ocultas Gary? —Ahora son mis manos las que tiemblan, tengo miedo.

—Promete algo antes —me mira, al fin levanta su mirada, inundada en lágrimas, con sus pupilas rojas, con el miedo tatuado en ellas.

No recuerdo antes haberlo visto asi, sus ojos tan temerosos, su voz seca y quebrada, que es lo que tanto me esconde, veo mucho dolor en èl. Y a qué se refiere con promete algo antes, así empiezan las malas noticias, te piden y exigen promesas, piden que ante todo conserves la calma, es como si debiera despedirse, como si debe irse otra vez.

—Tengo miedo —Dice, entre palabras que salen de sus labios como si fueran solo silabas.

—¿Qué cosa? no me asustes por favor. Estas temblando, déjame acercarme a ti, sea lo que sea estamos bien, lo solucionaremos, estaremos aquí para el otro.

Me mira con sus ojos perdidos en los míos, con esa mirada que refleja un alma rota y atrapada, un corazón débil y la tristeza ahí enganchada. 
¿Que es lo que está pasando? No quiero ponerlo peor de lo que está, pero ya no me puedo controlar, en cualquier momento siento que si no me habla ya, voy a explotar, y no es el momento, no es lo que quiero.

—¿Qué quieres que te prometa? —consigo calmarme un poco para darle confianza.

—Que sea, lo que sea que te diga ahora mismo, te vas a quedar ahí donde estas y me vas a escuchar hasta terminar. ¡Promételo Susan!

—¿A que le tienes tanto miedo? —Mi voz tiembla.

—Prométeme, por favor, o así pasaremos unos 20 minutos más.

—Vale, vale. Lo prometo.

Sea lo que sea que suceda con él, si me necesita, nunca lo dejaría solo, quiero que sepa y entienda que este amor es tan fuerte que nos hará luchar contra cualquier enfermedad, si es eso lo que ahora quiere contarme, nunca averigüe que había más allá de su memoria, nunca averigüe si habían más consecuencias por el golpe en su cabeza, me concentre tanto en solo querer recuperarlo, que olvide preguntar si había algo más, si el golpe daño algo más, o causo una enfermedad más delicada, estuve tan enfocada en recuperarlo, fui tan egoísta, quería tenerlo tanto a mi lado, que no ví las cosas desde otro punto de vista, y hay el momento de hoy, no volví a preguntar sobre su memoria, veía que eso a él le incomodaba. Preferí callar.

25 más tarde.

—No, no hablas en serio —me ahogo en llanto, la vida se me ha detenido, no puedo gritar, me duele el pecho.

—Susan ¡Ey Susan! ¿a dónde vas? lo prometiste.

Abro la puerta hacia la calle y salgo corriendo alejándome de mi casa, hay una tormenta afuera, las calles oscuras y vacías, solo el resplandor de los rayos y algunos postes alumbrando mis pasos, no sé a dónde ir, solo quiero escapar, corro cerca al parque que esta por detrás de la guardería y me caigo luego de resbalar con el lodo que ha formado la lluvia, caigo y maldigo hacia mis adentros, la voz de mi conciencia intenta calmarme y la ignoro por completo, me quedo arrodillada en el mismo lodo y bajo la lluvia con el corazón sangrando, literal se sienten los pedazos, de esos de los cuales la gente habla cuando dicen se me rompió el corazón, de verdad se siente, no es solo una expresión y ya.

—¡Nooo! ¿Por qué? ¿por qué Gary? como me haces esto Gary.

Grito, ahora si grito, mi alma se libera, lucha contra el dolor, pero este es más fuerte, no habrá quien lo calme, quien lo apacigüe, estoy maldita, mi vida es una constante tormenta. Me levanto del piso y ya sé a dónde quiero ir.

Me levanto con la ropa empapada, llena de charco. la tierra se ha adherido a mí, en estos trapos que me cubren, pero no me protegen, la lluvia toca mi piel, la brisa la congela, el lodo la irrita, intento levantarme y caigo nuevamente de rodillas, empuño mis manos y golpeo una y varias veces sobre el lodo, llegando así a salpicar mi cara, mi cuerpo se mantiene en vida, pero ha dejado escapar mi alma, y ahora quiero arrancar este corazón, que late, que llora, que se abre en dos y abraza el dolor.

Doy golpes, uno luego de otro, no sé cuantos más, quizas hasta reventar mis manos, dicen que causar otro dolor, hace que el que ya sentimos se sienta menos, pero entre más golpes, más duele el corazón.

Siento mi celular vibrar en el bolsillo trasero de mi jeans, sè quien es, y èl sabe que no voy a contestar, si de verdad me conoce, sabra que no lo hare.

-No, no, no, maldita sea ¿Por que otra vez? ¿Que fue eso tan malo que hice que estoy pagando?

¿A quien le debo tanto? Es lo que pienso, acaso no nací para ser feliz, así debe ser mi vida, llena de tristezas.

Veo mis manos con pequeñas piedritas incrustadas, las veo, mas no las siento, creo que el dolor en mi pecho bloqueo el resto en mi cuerpo, o quizas solo estan demasiado heladas, como para sentir.

Agarro mi celular y lo apago dejándolo nuevamente en mi bolsillo trasero, me acuesto boca arriba sobre el pasto y el charco que ha formado aún más la tormenta, el pasto mojado pica sobre mi cuello y las partes de mi piel que están al descubierto, como mis manos. Miro al cielo, y acompaño a las nubes esta noche con mis lágrimas, que son diminutas ante sus gotas, pero las mías duelen, duelen mucho, las de ellas al menos dan vida.



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En el texto hay: diario, romance, drama

Editado: 16.03.2023

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