Libro 2. No te dije adiós, el diario de Susan

33. No quiero decir adiós.


No quiero decir adiós🤍
 


 

Toc-Toc, Toc-Toc.
 


Golpes en la puerta, son los que está mañana me despiertan, miro la hora en mi celular, 1:21 a.m. a quien se le ocurre la gran idea de despertarme a mitad de la noche, no recuerdo que el abuelo me haya dicho para ir a caminar, o que lo ayude en su labor de darle comida a los animales en la granja. 
Aunque a esta hora no creo que lo haga.

Ignoro el ruido y vuelvo a cubrir mi cara con las cobijas. Quizás ya ando escuchando cosas.

Toc-Toc, Toc-Toc.

Claro lo había olvidado, si es mi abuelo, no se irá así no más. 
Cojo la cobija nuevamente y cubro mi cabeza otra vez, me haré la dormida. No quiero levantarme aún.

—Sé que estás despierta, tu sueño es ligero —el abuelo, desde el otro lado.

—Abuelo, por favor, quiero dormir —me quejo.

—Voy a pasar.

No me dejó ni contestar cuando ya cruzaba esa puerta, lo miro de arriba a abajo, parece un leñador, de esos que viven metidos en el bosque solo con un perro y quizás un gato, nunca había detallado tanto al abuelo, su barba blanca es abundante, no me había fijado que tiene más arruga, eso me da una punzada pequeña de tristeza, no puedo imaginar mi vida sin él.

—Abuelo —lo miro con nostalgia— Ya estás viejo.

—Mi niña, desde hace años.

—¿Quieres que te acompañe a algún lugar? —miro la hora nuevamente.

—Te buscan allá abajo.

—Estas bromeando. Es muy tarde.

—Si es muy tarde, creo que ya se había tardado.

Me levanto rápido de la cama hacia la ventana, y veo su auto estacionado cerca al árbol grande.

—¿Gregory?
Mi corazón empieza a latir muy rápido, creo que voy a vomitar, se me ha revuelto el estómago.

—Asi me ha dicho que se llama, y por su parecido a...

—A Gary. Dilo, está bien, es su hermano Gemelo. Eso ya lo sabías.

—¿Quieres bajar o le pido que regrese a la ciudad? 
Doy vueltas por toda la habitación, respirando fuerte, no me siento bien, solo son nervios, solo son nervios, me repito varias veces hasta entenderlo.

—¿Dónde espera? —tomo aliento y pregunto.

—En la cocina, le he servido una taza de café.

—Abuelo...

—Te ama mi niña.

—Eso no lo sabes abuelo.

—Los hombres podemos reconocer cuando otro hombre ama con locura, y este chico te ama.

—Eso mismo le dijiste a papá, cuando vino a pedirte la mano de mamá.

—Asi es, eso es cierto. Y ¿Me equivoqué con tu padre?

—No, papá amaba mucho a mamá, lo demostraba cada día.

—Este viejo no se equivoca.
Sigo caminando de un lado a otro o en círculos, no lo sé, solo doy vueltas, pensando. ¿Pero que es lo que pienso? Mi cabeza está vacía.

—¿Vas a bajar? —me detiene el abuelo— o prefieres quedarte y abrir un hueco en el piso. 
Tomo aire nuevamente y lo expulso despacio.

—Bajare, lo haré.

Mi abuelo da media vuelta y sale de la habitación, entro al baño para lavar mi cara, y luego regresar a cambiarme de ropa, no sé porque me interesa tanto como me vea hoy.

"Vamos cariño, te interesa porque amas a ese hombre" 
Ahora no, por favor. La voz en mi cabeza.

Antes de salí de la habitación me siento sobre la cama y respiro profundo, inhaló, exhaló, lo hago nuevamente, inhaló, exhaló, no quiero que me vea así de nerviosa, eso no es bueno, me creerá débil ante él.

"¿Y no lo eres?"
Te dije que ahora no, por favor.

Cruzo la puerta, decidida. Me detengo al llegar a las escaleras, escucho su voz, habla con el abuelo, le pregunta por la granja y los animales. 
Intenta ganarse al abuelo, y como este es todo un amor, no creo que se le haga difícil.

—Susan —se sorprende al verme, creo que imagino por su cara que no bajaría.

—Los dejo para que puedan hablar —el abuelo se retira.

—¿Que haces aquí Gregory?

—Necesitamos hablar.

—Ya todo quedó claro ¿Es que no te cansas?

El toma asiento, sé que mis palabras lo hieren, y quizás eso quiero, herirlo.

—Aprendi de alguien que cuando amas no es válido rendirse, si no luchar.

—¿Cómo llegaste aquí? Nunca vinimos a la granja. 
Me siento de lejos de él, aún así siento el olor de su perfume, y la piel se me vuelve gallina.
Aunque no quiera aceptarlo, me muero por acercarme, abrazarlo fuerte, y besarlo hasta que mis labios se agoten.

—Entre las cosas de Gary, encontré la dirección. 
Solo pronunciar su nombre nos duele a ambos.

—Gregory yo no sé...

Veo que se levanta de la silla, permanece de pie, sin moverse. 
Vamos, haz algo. Quiero que seas tu quien de ese paso. Es que acaso no te das cuenta como me tienes.

—Gregory siento mucho lo que te dije en el cementerio...

Viene hacia acá, y yo me callo, estoy temblando, su cercanía, su calor.

Está frente a mi, no lo suficiente para escuchar mis latidos, pero si para escuchar mi respiración alterada.

—Te amo —y una lágrima sale de sus ojos.

—Yo... —me ahogo y no puedo seguir hablando.

—Y no es solo eso Susan, te necesito a mi lado —Otra lágrima resbala hacia sus labios.

—Por favor, Gregory, no llores — inconsciente llevo mi mano a limpiar las lágrimas que va derramando. 
¿Que estoy haciendo? 
El toma mi mano y la lleva hacia sus labios, la besa, sus labios están calientes y secos.

—Dime que nunca me amaste a mi, Susan, a mi, y me iré y no sabrás de mi jamás.

Sus palabras me duelen, no quiero perderlo, lo amo, también lo amo, aunque aún me siento confundida, sin embargo la manera en que late mi corazón me indica que lo amo con locura, que no lo pierda.

—Susan —me mira fijamente y se acerca un poco más.

Cómo me niego a esto que estoy sintiendo, cómo le niego a alma que se quema por él, cómo se lo niego a mi corazón que solo quiere sentirlo, a mi cuerpo que lo desea y anhela sus manos, cómo me niego todo esto, si estoy muriendo por besarlo.

—Susan —repite nuevamente.



#10936 en Novela romántica
#1954 en Joven Adulto

En el texto hay: diario, romance, drama

Editado: 16.03.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.