El bosque estaba en silencio, pero no en paz. La oscuridad parecía tener vida propia, con sombras que se movían como si los observaran, y el viento que soplaba susurraba secretos antiguos. Noah aprovechó sus agudos sentidos, alimentados por la energía del zorro, y logró localizar a Andrew y a Amelia, guiado por los latidos de sus corazones.
De repente, un crujido hizo eco entre los árboles. Andrew y Amelia se congelaron en el lugar. El sonido fue como una advertencia en medio de la penumbra, haciendo que sus cuerpos se tensaran de inmediato. Amelia, con la respiración agitada, dijo: “¿Qué fue eso?”. Su voz temblaba, pero más por el miedo que por el frío. Andrew no respondió; sus ojos estaban clavados en las sombras, su mente buscaba discernir si estaban siendo acechados o si el bosque mismo les estaba jugando una mala broma.
Los segundos parecían alargarse, cada pequeño sonido del entorno amplificaba su ansiedad. Pero lo que más los sorprendió fue la figura que emergió de las sombras. Era un hombre tambaleante, su brazo ensangrentado y su rostro demacrado por el esfuerzo: Noah. Aún tenía la mirada encendida, pero su cuerpo estaba al borde del colapso. Su arma espiritual había desaparecido, dejando a Noah nuevamente vulnerable, humano, agotado.
Noah se acercó con pasos pesados y jadeos profundos. “No perdamos el tiempo”, dijo con voz rasposa, tratando de sonar firme a pesar del dolor que lo consumía. “Ya casi estamos fuera de los límites”. Amelia, al verlo, sintió un nudo en el estómago. “Estás herido”, exclamó, pero Noah, con una determinación fría, respondió: “Eso no es importante. Tenemos que seguir”.
Andrew, reconociendo la gravedad del estado de Noah, rápidamente se acercó y pasó el brazo de su compañero sobre sus hombros, ayudándolo a caminar. Los tres avanzaron en silencio, luchando contra el cansancio, contra el miedo que aún persistía en cada sombra que los rodeaba. Ninguno de ellos se atrevió a hablar, el bosque los seguía oprimiendo como una entidad que no quería soltarlos. Solo se concentraban en salir de aquel lugar maldito.
Finalmente, cuando vieron la luz más allá de los árboles, sus pasos se aceleraron. El bosque quedaba atrás, pero no se detuvieron hasta estar lo suficientemente lejos, casi corriendo hasta la carretera cercana. Un pequeño refugio de parada de autobús apareció a la vista, como un oasis en medio de aquel paisaje sombrío.
Cuando llegaron al auto estacionado a la distancia, sus cuerpos cayeron contra el metal frío, aliviados, agotados. La adrenalina empezaba a disiparse, dejando espacio para el dolor y el agotamiento.
Amelia, aún temblando por lo que había ocurrido, sacó un botiquín improvisado y comenzó a atender la herida de Noah. Sus manos temblaban mientras limpiaba la sangre, pero sus ojos se mantenían enfocados. “Lo siento, no soy muy buena en esto”, murmuró Amelia, mirando a Noah, sintiendo una mezcla de culpa y agradecimiento por lograr ganarles tiempo. Noah solo negó con la cabeza, exhalando con dificultad, pero con un destello de supervivencia en sus ojos. Habían escapado por poco, pero sabían que aquel encuentro solo era el principio de algo mucho más oscuro.
.....
El aire estaba tenso en la habitación del hotel. A pesar de haber escapado del peligro, la sensación de incertidumbre aún pesaba sobre ellos. Noah estaba sentado en la esquina, con su brazo vendado, mirando el mapa extendido sobre la cama: “Creo que deberíamos regresar,” dijo finalmente, su voz seria y firme.
Andrew lo miró incrédulo, sus cejas se fruncieron de inmediato. “¿Qué? ¿Regresar? Estamos prácticamente al lado de la isla, ¿por qué retroceder ahora?” La frustración en su voz era palpable. Habían llegado tan lejos y, para él, la idea de retroceder era impensable.
Noah levantó la mirada lentamente, su semblante reflejaba un cansancio mucho más profundo que solo el físico. “La situación ha cambiado,” respondió con calma, pero con un tono grave. “No sabemos usar las armas que obtuvimos y, peor aún, no tenemos idea de cómo enfrentar lo que se avecina. Que la mujer de la pintura haya aparecido es algo que no esperábamos. Esto no es un juego Andrew”.
Andrew cruzó los brazos, exhalando con exasperación: “Podemos armar un plan aquí mismo. ¿Por qué regresar y perder tiempo? Si nos preparamos ahora, podemos ir directo al grano”
Noah mantuvo su postura, sus ojos se encontraron con los de Andrew, reflejando una determinación feroz: “Es mejor que volvamos con el chamán. Necesitamos aprender a usar estas armas correctamente. Si logramos dominarlas, tendremos una verdadera oportunidad de enfrentar la maldición, de enfrentarnos a ella… y sobrevivir”
Un silencio cayó sobre ellos. Andrew suspiró, mirando hacia otro lado. No estaba convencido, sentía que estaban desperdiciando un valioso tiempo. Pero Amelia, que había estado callada hasta ahora, habló con voz suave, pero firme: “Andrew... creo que Noah tiene razón. Hoy... hoy estuvimos a punto de morir. No sabemos con qué más nos vamos a encontrar. Es mejor entrenar antes de dar el siguiente paso”
Andrew chasqueó la lengua, su frustración era evidente: “¿Y qué? ¿Ese viejo chamán no tiene un teléfono? Podríamos contactarlo sin tener que hacer todo el viaje de regreso”
Amelia lo miró con un toque de desaprobación: “Andrew, no lo digas así. Él nos ayudó.”
Noah intervino, apaciguando la tensión entre ellos. “Según lo que sé, no tiene un teléfono. Tal vez sería mejor que le dejáramos uno enlazado con Aria, para que podamos contactarlo en el futuro. Pero por ahora, necesitamos su ayuda directa”