Noah comenzó a examinar la cámara en la que había entrado. Detrás de él, la puerta por la que había cruzado tenía un letrero con caracteres desconocidos, que Aria rápidamente tradujo: Sala del Reloj Eterno.
La sala era peculiar, con la forma de un reloj de arena gigante. El techo y el suelo parecían estrecharse en el centro, creando una sensación de espacio distorsionado que desafiaba la percepción. Las paredes estaban decoradas con engranajes enormes y ruedas de bronce que giraban de manera lenta y rítmica, emitiendo un constante sonido metálico que resonaba en toda la estancia. Algunas partes de la maquinaria estaban cubiertas de polvo y telarañas, pero otras brillaban, relucientes como si alguien acabara de darles mantenimiento.
El aire estaba impregnado de un aroma metálico y a aceite viejo, y había una extraña sensación eléctrica en el ambiente, como si la sala misma estuviera cargada de una energía antigua, esperando ser despertada. Noah miró a su alrededor, tratando de descifrar qué podía significar ese lugar, mientras escuchaba a sus compañeros respirar al otro lado de la línea.
“Chicos, esto es... impresionante y perturbador al mismo tiempo. No sé qué se supone que debo encontrar aquí, pero algo me dice que estas máquinas son más que simples decoraciones”, comentó Noah, sus palabras teñidas de una mezcla de emoción y preocupación.
Andrew respondió, su tono aún algo cargado de frustración. “Ojalá yo estuviera viendo algo interesante... todo lo que tengo son plantas y un maldito camino interminable. ¿Cómo va todo allá, Amelia? ¿Sigues con nosotros?”
Amelia, aunque todavía tensa, dejó escapar una pequeña risa nerviosa. “Sí, sigo aquí. Aunque sigo sintiéndome como si las paredes quisieran aplastarme. Espero que todo esto valga la pena”
Noah esbozó una sonrisa al escucharla, sintiendo una renovada determinación.
“Confíen en mí, encontraremos esas reliquias. No bajen la guardia y sigan adelante. Si esta sala tiene algún truco, lo descubriré”
Andrew rio un poco: “lo dice el que tiene una inteligencia mágica superior, al menos con eso nos puedes ayudar a nosotros”
Noah esbozó una sonrisa, tratando de mantener el ánimo en alto, y siguió observando cada detalle de la habitación, buscando cualquier pista que pudiera ayudarles. Mientras inspeccionaba, la voz de Amelia irrumpió por el intercomunicador, con un tono que revelaba tanto alivio como incomodidad:
“Al fin he salido...”, su voz sonaba nerviosa. “Esto... no sé ni cómo explicar dónde estoy. Parece una habitación sencilla y vieja, pero hay... unos ojos asquerosos en el techo que no dejan de mirarme”
“¿Ojos? ¿Qué quieres decir con eso?”. Noah se detuvo, frunciendo el ceño.
“Sí, sí. Están en todas partes”. Amelia trató de mantener la compostura, aunque su voz temblaba. “Están pintados o esculpidos, no sé, pero siento que me siguen con la mirada”
La cámara en la que se encontraba Amelia era una sala octogonal, completamente cubierta por mosaicos de azulejos oscuros y espejos antiguos, que reflejaban su imagen distorsionada desde múltiples ángulos. El techo abovedado mostraba un mural inquietante de ojos dorados que parecían moverse con cada paso que daba, como si estuvieran vigilándola desde las sombras. La tenue luz de las antorchas se reflejaba en los espejos de manera extraña, dando la impresión de que la sala se extendía más allá de sus límites. El suelo, cubierto con un tapiz de brocado rojo oscuro, estaba desgastado y bordado con símbolos esotéricos.
Noah intentó mantener la calma en su voz, aunque la descripción de Amelia no ayudaba mucho. “Gira un poco y revisa las paredes. Debería haber algún nombre o inscripción”
Amelia suspiró, haciendo un esfuerzo para ignorar la sensación de los ojos sobre ella. Se giró lentamente y, efectivamente, una inscripción apareció grabada en la piedra. Aria la tradujo: Cámara del Espíritu de los Mil Ojos.
“Claro, ese nombre lo explica todo”, dijo Amelia con sarcasmo. “¿Por qué a mí me toca esta cosa? Ah, esto me va a dar tripofobia, de verdad”
Andrew, desde su propio camino, soltó un resoplido de frustración. “Ahora resulta que sufres de todas las fobias, ¿eh? Mientras tanto, yo estoy aquí, atrapado en este maldito sendero sin fin. Ya me está hartando”
Amelia dejó escapar una risita, aunque era más para aliviar la tensión. “Tal vez el templo te está castigando por ser tan grosero”
“¿Qué dijiste?” respondió él, con un tono que mostraba que la broma no le había hecho gracia.
Noah decidió intervenir antes de que las cosas se calentaran más.
“Vamos, chicos, este no es momento para discutir. Amelia, revisa las paredes o el suelo, busca alguna inscripción que nos dé una pista para encontrar el objeto. Andrew, intenta avanzar lo más que puedas y mantén la calma. Yo haré lo mismo desde mi lado”
A pesar de la incertidumbre y el miedo que los rodeaba, la voz de Noah lograba devolver un poco de estabilidad. Amelia y Andrew asintieron, aunque el camino por delante aún les parecía tan misterioso y sombrío como el propio templo.
Noah avanzó lentamente hacia el centro de la sala, sus pasos resonando en la maquinaria antigua que llenaba el lugar con un constante y rítmico sonido metálico. Al fin, se detuvo frente a una serie de inscripciones grabadas sobre un panel dorado, que parecían brillar con una luz tenue y fantasmal. Las palabras estaban escritas en un lenguaje antiguo que Aria traducía a medida que él leía en voz alta desde su reloj: