A la mañana siguiente, Noah salió de su habitación, tenía mucho cansancio acumulado. Al dirigirse hacia la habitación de Amelia, notó que la puerta estaba entreabierta. Asomándose con discreción, vio a Andrew dentro, inclinado hacia Amelia y dándole el desayuno con una atención que pocas veces le había visto. Noah se quedó de pie, observando aquella escena sin intervenir, pero su mente no dejaba de maquinar pensamientos sobre la relación entre ambos.
“Vaya, estás muy activo con Amelia”, comentó, entrelazando los brazos en una postura de reto disimulado. Su tono era sarcástico, pero Andrew apenas alzó la vista.
Andrew respiró hondo, intentando no morder el anzuelo tan temprano en la mañana. Antes de que pudiera responder, Amelia intercedió, aparentemente divertida por la tensión en el ambiente.
“Ah, Noah, no lo malinterpretes. Andrew siempre cuida de mí cuando estoy enferma o herida; esto no es nada nuevo para él”, explicó Amelia con una sonrisa suave, sus ojos brillaban con gratitud.
Noah levantó una ceja. “Mmm... entonces resulta que el misterioso Andrew tiene su lado sensible”. Su voz se tornó aún más burlona, aunque en el fondo reconocía que Andrew había mostrado un nivel de preocupación genuino.
Andrew, tratando de no perder la paciencia, simplemente suspiró.
“¿No sería más productivo que habláramos de lo que realmente importa?” Le lanzó una mirada fría y directa. “¿Cuándo nos regresamos?”
Noah, preparado para esa pregunta, asintió. “Deberíamos partir hoy. Llamaré al chamán para avisarle que llevamos el abanico. Que empiece a prepararse”
Amelia se enderezó, aún débil y adolorida.
“¿Ya? ¿No vamos a descansar un poco?”
Tenía una preocupación genuina, y Noah notó las ojeras en su rostro; ninguno de ellos estaba en su mejor condición, y aunque sus ganas de continuar eran fuertes, la realidad era innegable: todos estaban exhaustos.
“Bien, les daré una semana libre para recuperarse”. Noah observó los rostros cansados de sus compañeros, con un breve suspiro de resignación. “Después de eso, nos reuniremos de nuevo y empezaremos a eliminar la primera maldición”
“Si solo tenemos una semana, Noah, lo justo es que nos recompenses con un buen viaje. Después de todo, arriesgamos nuestras vidas por ti”. Andrew, con una sonrisa ladina, decidió aprovechar el momento.
Noah lo miró con un ceño fruncido, intentando desentrañar su petición: “¿Por mí?”
Andrew se encogió de hombros, como si fuera obvio.
“Estamos contratados para romper la maldición. Pero con todo lo que ha pasado, ni siquiera sabemos si saldremos vivos de esta misión. Lo más razonable sería que nos consintieras un poco, ¿no crees?”
Noah soltó un suspiro profundo, uniendo sus manos detrás de la cabeza mientras meditaba la respuesta. “Tienen razón..., un pequeño descanso, quizás algo de diversión, no les caería mal”. Aunque trató de mantenerse serio, una pequeña sonrisa surgió en su rostro al pensar en la ironía de ese grupo, que después de enfrentarse a la muerte, aún tenía el ánimo de bromear y pedir unas vacaciones.
Mientras Andrew y Amelia se miraban con triunfo y alivio, Noah les lanzó una última advertencia. “No se encariñen mucho con el descanso. La maldición no esperará eternamente”
Amelia no quiso perder el impulso y la motivación. “Sí, sí, ya entendimos”, dijo con una sonrisa traviesa y un tono despreocupado antes de volverse hacia Andrew, quien ya había recuperado su usual aire alegre. “¿A dónde quieres ir? ¡Hay tantos lugares que dijimos que visitaríamos juntos! Estoy tan emocionada”
Andrew sonrió, mostrando su entusiasmo. “¿Recuerdas el plan que teníamos para ir a Italia? Las tardes en los cafés, los paseos en góndola…”
Amelia se emocionó aún más. “¡Claro que lo recuerdo! Ahora tenemos la oportunidad perfecta, ¡debemos hacerlo!”
Ambos giraron hacia Noah, mirándolo con ojos brillantes y llenos de anhelo. Noah se resignó, sin poder ocultar una pequeña sonrisa irónica. “Haré los arreglos”, accedió, con un tono algo divertido al verlos tan ilusionados.
.......
Al pisar el suelo italiano, el grupo se llenó de una energía renovada. Noah, a pesar de su usual seriedad, también parecía contagiado por el ambiente, aunque intentaba ocultarlo bajo su habitual expresión de calma. Se registraron en un hotel encantador, con una vista privilegiada del Coliseo Romano. Amelia miraba la monumental estructura con la boca abierta.
“¿No es increíble?” dijo, casi hipnotizada. “¡Andrew! ¡Noah! ¿Quién hubiera pensado que algún día estaríamos aquí? No puedo esperar para ver a todos esos italianos que parecen modelos y quizás experimentar......le romance”
Andrew, entusiasmado, se rió mientras sacaba su cámara y tomaba fotos de todos los ángulos posibles. “Tranquila, cubriré todo lo que hagas, si pasas vergüenza nos reiremos por años. Además, esto es de locos. ¡La historia, la comida, los lugares… cada esquina tiene una historia! Noah, no podrás negar que esto es asombroso, ¿cierto?”
Noah soltó un leve gruñido, pero sus ojos delataban su asombro. “Bien, admito que tiene su encanto. Pero no es como si no lo hubiera visto antes. Espero que lo aprovechen, porque después de este viaje volvemos a la realidad”
Amelia soltó una risita y, burlonamente, hizo un saludo militar. “¡Entendido, jefe! Ahora, ¡a explorar!”
Amelia convenció a Noah de probar la famosa pasta carbonara en una pequeña trattoria. Los tres se sentaron a una mesa en el centro del lugar, disfrutando del bullicio alrededor y los aromas de la cocina. La primera mordida fue suficiente para que todos quedaran en silencio, extasiados.