Lilim: El Misterio De Nica

Diego Halliwell

- ¿Entonces se va esta noche?- preguntó Gabriela mientras salían del despacho del señor Evaristo.

- Eso espero- dijo Evaristo- porque llevo dos meses posponiendo el viaje.

Un fuerte estruendo se escuchó en el piso de arriba.

- ¿Eso vino del cuarto de Diego?- preguntó Evaristo extrañado.

- Creo que si- dijo María.

- Pero dijiste que no estaba- dijo Evaristo.

- No estaba- dijo María.

- Sube y dile que baje- dijo Evaristo- ahora.

María subió rápidamente por las escaleras que conectaban la sala con el piso de arriba.

- Primera regla, señorita Guerra- dijo Evaristo- Por nada del mundo deje que Diego salga de la casa solo.

- ¿Y se escapa muy seguido?- peguntó Gabriela.

- No- dijo Evaristo- Normalmente va a casa de los Martínez por las mañanas a visitar a su amiga Miriam. Es lo más lejos que se le permite llegar sin compañía.

Llegaron hasta las escaleras, y Gabriela se detuvo un poco confundida.

- ¿No va a la escuela?- preguntó Gabriela.

- Sus documentos están en Inglaterra- dijo Evaristo- Esa es una de las razones por la que debo ir allá. Sin los documentos no puedo inscribirlo en el liceo.

- Entiendo.

María venía bajando las escaleras.

- Diego bajará en un momento- dijo María.

- Okey- dijo Evaristo- ¿María, podrías llevar a la señorita Guerra a su habitación?

- Claro- dijo María.

- Almorzaremos en un momento señorita- dijo Evaristo- Si gusta puede bañarse y ponerse algo más cómodo.

- Sí, lo haré- dijo Gabriela.

En ese momento, fuertes pisadas se escucharon aproximándose, y Gabriela sintió un escalofrío horrible, sin entender el motivo. Todos miraron Hacia el final de las escaleras. Era un niño bajito, de piel un poco oscura, vestido todo de negro y con la franela larga por fuera. Llevaba las trenzas de sus botas desatadas y algo de tierra en su bermuda. Gabriela pudo ver que llevaba un anillo de oro en su dedo anular derecho y en la misma mano sostenía algo pequeño, envuelto en una tela rosa.

Curiosa criatura. Gabriela estaba más que sorprendida, sobre todo al ver su sedoso cabello negro azabache que le llegaba hasta las rodillas, y al acercarse más hacia ella, pudo ver algo que la dejó fría de la impresión.

- Sus ojos son Amarillos- dijo admirando aquellos dos grandes ojos, de un intenso y antinatural color amarillo. Solo sus pequeñas pupilas eran negras.

La verdad, ella no había querido decir aquello, solo lo pensó en voz alta, lo cual hizo que el chico se detuviera y la mirara fijamente. Su rostro no mostraba expresión alguna; era como ver a un maniquí viviente. Y esos ojos, esos grandes y brillantes ojos amarillos, parecían ser ajenos al resto de su cuerpo, era como si de todo su ser, solo sus ojos estuviesen vivos pero deseando morir. Entonces, por alguna razón, aquellos ojos se le hicieron familiares. ¿Donde los había visto?

- Él es mi sobrino Diego- dijo Evaristo, rompiendo con aquel silencio que había quedado de repente- Y... sí, tiene ojos amarillos; herencia de su madre.

- Yo... lo siento- dijo Gabriela un poco apenada- No quise...

Diego la ignoró y siguió bajando hasta pararse frente a su tío.

- Diego, ella es Gabriela Guerra- dijo Evaristo mientras Diego solo lo miraba fijamente y sin mostrar expresión alguna- Se hará cargo de ti desde este momento.

Diego volteó hacia Gabriela y la miró nuevamente. Gabriela miró aquellos ojos una vez más. Pero esta vez, ella pudo detallar más su rostro. Vio su cara redonda, su nariz pequeña y gordita y su pequeña boca. Era extraño, a pesar de que tenía doce años, su rostro lucía como el de un niño de ocho.

- Diego cumplirá trece años en unos meses- continuó Evaristo mientras Diego y Gabriela se miraban- Espero que pueda quedarse para la fiesta, señorita.

- Claro- Dijo Gabriela desviando la mirada hacia Evaristo- Me encantaría.

- Aunque... él no quiere fiesta. Es muy...

- ¿Que pasó con el camión?- interrumpió Diego de repente, con una voz infantil, pero muy fría y pasiva, y con un refinado acento que no era para nada ingles y que Gabriela no reconoció.

- Diego...- dijo Evaristo, al niño que lo miraba sin expresión alguna.

- Debió haber llegado hace más de dos horas- dijo Diego. Su voz no cambiaba el tono pasivo y frió y las facciones de su rostros parecían no estar allí- Mi paciencia tiene un limite, Evaristo, creo que ya lo sabes.

- Yo llamé a la compañía esta mañana, Diego- dijo Maria de repente- Dicen que tuvieron problemas con la dirección, pero... que mañana, a más tardar, estarán aquí.

Diego miró a María.

- Te advertí que así sería, Maria- dijo- Debiste ir tu misma por ellos o mandar a William.

- Si dijeron que vendrían mañana, es por que así será, Diego- dijo Evaristo en un tono molesto- No es necesaria tu falta de respeto.

- ¿Que dijiste...?- Diego se acerco a él.

- Diego- dijo Maria rápidamente, tomándolo por el brazo con sumo cuidado, y Diego la miró nuevamente- Por favor- agregó en tono amable- Si no llegan mañana en la mañana, yo misma me haré cargo ¿si? no te preocupes.

Diego se quedo mirándola fijamente por varios segundos, luego miro a Evaristo. A continuación, terminó de bajar las escaleras y caminó hacia la puerta que daba al jardín principal. Gabriela estaba impactada. Que niño tan insolente ¿Que clase de niño le hablaba a su tío como si se tratara de su empleado? ¿Ese era el niño que debía cuidar?. Ella suspiro y trato de borrar aquel suceso de su mente.

- Agradable- dijo Gabriela en tono sarcástico.

- Ha estado de mal humor últimamente- dijo María, luego sonrió- No te asustes.

María condujo a Gabriela hasta un cuarto que estaba justo al lado del cuarto de Diego.

- Es enorme- Dijo Gabriela sentándose en la cama.

- Sí- dijo María- De hecho este cuarto y él de Diego son los más grandes de la casa.

- ¿Y este por qué está desocupado?- preguntó Gabriela extrañada.



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En el texto hay: demonios, canibalismo, suspenso

Editado: 29.12.2022

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