Estoy nerviosa.
Claro que lo estoy, nunca he hecho esto y ahora me veo orillada a caer.
Estábamos en un restaurante a las afueras de Miami con la fe de que nadie nos reconocerá acá y podamos llegar a un acuerdo. Él en ningún momento me ha dirigido la mirada y mucho menos las palabras, tiene hacía mi una indiferencia marcada y claro, al verse con otra mujer en un restaurante público y abierto a las cotillas más chismosas del todo el estado han de estarle creando un gran remordimiento.
Mauro es un desconsiderado por hacerme caer tan bajo pero sentía un gran dolor y quería enseñarle que así como él puede encontrarse a otra persona yo también podía.
Abel escasamente me hablaba y no podía juzgarlo, me sentía igual de culpable al estar con él acá a la vista de todos. No me sorprendería que mañana salga nuestro rostros en algún programa de farándula juzgándonos por solo venir a comer.
—¿Entonces deseas pagarle con la misma moneda?
Finalmente decidió Romper el hielo luego de que nos trajeran nuestra comida.
—Exacto.
Abel se aclaró la garganta deslizando su verdosa mirada a ambos lados, asegurándose de que nadie escuche lo que hablamos.
—¿Y que tengo que ver yo en tu maquiavélico plan?
“Oh bueno, creí que tal vez él quería hacérsela también a Isabel”
—Tu esposa se metió con mi esposo, creí que querías darle una probada de su propia medicina.
—Puede…—. Él detuvo su vista en mi y tuve que tragar grueso, sus ojos esmeraldas eran profundos y fríos.— ¿Pero contigo? Lily… seremos una burla al involucrarnos.
—¿A ti no te incomoda que te señalen como un cornudo? Yo estoy agotada de que siempre que voy al supermercado se me queden viendo o entrar en alguna de mis redes sociales y encontrar mi cara junto con la de los otros dos juzgándome por no ser suficiente. ¿Lo entiendes, Abel? Mauro me traicionó y quiero que sufra como yo lo hice cuando lo supe.
Abel guardó silencio y se dedicó a verme detenidamente quizás notando mi desesperación por herir el orgullo de Mauro y por hacerme sentir tan insuficiente.
—Isabel era la luz de mi vida y con esto no se cómo me siento, a lo mejor sigo esperando que vuelva a casa y me diga que solo fue un desliz del momento y que quiere recuperar nuestra familia.
—¿Y volverá…?
Abel se aclara la garganta y niega.
—Nunca vi a Isabel tan feliz como ahora que está con Mauro, conmigo nunca sonrió así.
Y yo a Mauro tampoco, conmigo nunca se ríe como lo hace desde que comenzó su romance con Isabel y es tan triste porque mientras que yo lo veía como la luz de mi vida él veía a otra como la fuente de su felicidad.
—Abel, por favor…
—Te ayudaré, Lily. —. Estaba agradecida con él, es ahora mi aliado en esta venganza.— ¿Tendríamos que fingir nuestro romance?
—En público nos amamos mientras que en privado somos amigos, ¿te parece bien? Abel, puedes en este momento poner tus cartas sobre la mesa.
—Lo de enamorarnos queda totalmente fuera, Isabel sigue siendo mi esposa y yo su esposo a pesar de que está con Mauro… delante de todos puedo fingir que te estoy acortejando.
—Es suficiente para mí, Abel.
Él asiente con la cabeza y se pone de pie para ocupar la silla a mi lado derecho, acercó su rostro al mío y en mi oído dijo:
—En la mesa de al lado nos están sacando una fotografía por lo que si me permites besaré la comisura de tus labios.
Y casi al instante baja a mi boca y junta la suya en mi comisura fingiendo un pequeño e inocente beso haciendo que todos vayan creyendo que tenemos una especie de romance.
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Editado: 18.08.2024