Limerencia l Libro 2

Capítulo 7

Creí que iríamos directamente a ver a Beth, pero Preston me engañó, me llevó a comer a un restaurante cercano al hospital. Me pidió jugo de naranja natural, y me obligó a comer un plato entero de huevos revueltos y pan tostado con mermelada. No recordaba la última vez que había desayunado, se sentía extraño y a la vez me daba una sensación de calidez.

—Sí entiendes que esto es por tu bien, ¿verdad? —me preguntó mientras terminaba con el jugo de naranja.

—Solo para aclarar una duda, ¿quieres ser mi padre o mi pareja? Porque no estoy entendiendo.

Preston se rió, como si lo que yo dije hubiera sido un chiste.

—¿Siempre eres tan directa y franca con lo que preguntas?

—A veces—me encogí de hombros.

—Todavía eres una niña.

—Eso es lo que le he dicho todo este tiempo. ¿Todavía está convencido de que yo soy su alma gemela? Todavía no puedo creer que tenga cientos de años en este mundo esperando a que yo naciera.

—No lo había visto de esa forma, pero creo que justo así fue—sonrió en silencio, de forma reflexiva—. Eres infinitamente más joven que yo, en realidad, cualquier humano aquí lo es, no importa que tenga 30 o 100 años. Pero eres tú, Nicole, la única forma de vida humana que despierta mi atención completa.

Lo miré atenta a cada palabra que me decía, siempre quedaba sin palabras después de lo que él me decía sobre lo que sentía por mí.

—Sé que es el destino—continuó—, pero conscientemente, estoy convencido de que me gustas, Nicole. Además, si te preocupa el que yo sea, desde un punto humano, mayor que tú, puedo esperar todo lo que necesites para sentirte más madura. Sin embargo, no me apartaré de ti nunca. Mi trabajo es cuidar de ti, y lo haré de todas las formas posibles, incluso, hacerte desayunar y descansar correctamente.

No tenía palabras para contestarle por el momento, así que terminé mi desayuno y entonces volvimos al hospital. Sé que la noche anterior me había dicho mucho sobre él, pero había tanto que debía y quería aprender sobre Preston antes de creer en esto que él decía sentir por mí, en lo que yo sentía por él.

Preston pagó y volvimos a su camioneta en silencio mientras pensaba en lo que me había dicho durante el desayuno.

—Después de que veas a Beth, ¿quieres ir conmigo a un lugar?

Ambos nos detuvimos al mismo tiempo a unos pasos del auto de Preston.

—¿Qué lugar es ese?

—Es una sorpresa, y aunque te lo explicara no lo entenderías, además—Preston miró hacia el bosque que estaba del otro lado de la carretera—. No es recomendable hablar de eso aquí.

Seguí la dirección de su mirada hacia el bosque, aunque no podía ver nada, sentía algo extraño y perturbador de solo continuar manteniendo la mirada allá.

—Está bien, confiaré en los extraterrestres.

Él se rió y continuó caminando, yo lo seguí. 

 La habitación de Beth estaba limpia, las persianas abiertas dejaban entrar la luz del brillante sol y las ventanas estaban perfectamente en su lugar, como si nunca se hubieran destrozado. Como si no hubiera visto al doctor Anthony evaporarse en el aire, como si un rayo no hubiera estado a punto de matarme. No, ni siquiera había un pedazo de vidrio en el piso.

Miré a Preston de reojo y le hice una pregunta con la mirada. Pero él me contestó con una negación leve de su cabeza.

Beth estaba con el doctor Anthony, quien estaba de pie junto a la cama, mirándola fijamente a los ojos, y ella, con el ceño levemente fruncido le devolvía la mirada de esa forma aprensiva que la representaba, con los ojos húmedos, ¿ella quería llorar?

Definitivamente había un ambiente tenso entre ellos.

—Beth—la llamé, e interrumpí la fuerte conexión de miradas que los había mantenido inocentes de nuestra presencia.

Al instante Beth se volvió hacia nosotros, pero el doctor, con la misma expresión serena y templada de siempre, tardó un poco más en volverse para mirarnos.

—Buenos días, señorita Carpenter—me saludó el doctor, sonriendo amablemente, como si se tratara de algún caballero de un siglo lo suficientemente lejano como para dudar de su edad.

Era impresionante la forma en la que la habitación parecía iluminarse con su sonrisa. Este hombre podría ser más peligroso y letal que una flor carnívora, dada su belleza física y la probable fuerza e inteligencia que tenía.

—Sólo Nicole—contesté—. Y buenos días para usted también.

—¿Cómo dormiste en la habitación que te asigné? —preguntó el doctor—. Anoche creí que te lastimarías la espalda por como dormías encorvada en el sillón.

Beth le echó una mirada al doctor que no supe interpretar. ¿Quizá de escepticismo o molestia?

—¿Sucedió algo anoche? —inquirió Beth.

—Sólo pensé que estaría más cómoda en otra habitación—aclaró el doctor, mirando a Preston—. Bueno, las dejaremos solas para que hablen tranquilamente.

El doctor avanzó hasta quedarse de pie junto a la puerta, esperando a Preston.

—Yo vendré por ti en 30 minutos—me avisó Preston—. El señor Grace llegará pronto.

Me limité a asentir, esperando el momento en que se fuera con el doctor. Entonces volví a echarle una breve mirada a la habitación, todavía sorprendida por lo bien que se veía todo, un contraste del desastre que hubo en la madrugada.

Beth ladeó su rostro hacia mí con una ceja enarcada cuando los hermanos Green salieron de la habitación.

—¿Por qué el profesor Preston está aquí todavía? —preguntó—. ¿Y desde cuando llegan juntos?

Me acerqué hasta la cama y me senté junto a ella. Suspiré profundamente antes de hablarle.

—No creo que se trate de eso—mentí—. Estoy sola siempre, y él se siente culpable por lo de castigarme injustamente. Creo que le doy lastima.

Ella tomó otra pequeña bocanada de aire. Y me miró con ojos suspicaces.

—Bien.

Intenté sonreírle, pero tenía miedo de hacerlo, yo no solía sonreír a menudo.




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