En el camino hacia el Hospital a visitar a su madre, Martin se pregunta muchas cosas sobre la reunión con Oscar y ese curioso cazador de nombre Octavio. Si bien no notó hostilidad en él, había encontrado un poder muy grande como para que el simplemente aceptara ser parte del gremio, y menos aún que fuera uno novato.
Sin embargo y según la visión de Martin, ese cazador novato tendrá muchas oportunidades bajo su mando, que ir a mazmorra con grupos posiblemente egoístas.
De igual manera sus preocupaciones son compartidas con otras cuestiones importantes y que no lo preocupa, sino que le llama la atención:
— Ciertamente cuando Octavio me ataco sentí algo extraño, como si alguien intentara venir a protegerme. Es posible que sea Arakneida…mmm…¿será quizás la conexión por ser mi familiar? Esto significa que cualquier monstruo que tome como parte de mis ordenes, pueda presentir el peligro, por lo que también quizás sienta las emociones mías, tristeza, felicidad, odio, alegría, vergüenza…tratándose de Arakneida no habría problema, pero si fuera algún monstruo mucho más fuerte, ¿no será peligroso presentarme con tal debilidad? — se pregunta, intentando aferrarse a la idea de que exista la posibilidad de traición por no ser un ser frio—. Bueno, no es tiempo para preocuparse por esas cosas, no al menos por ahora. Mi madre debe estar preocupada por mi…o eso espero…
El aún no se hace a la idea de convertirse en el primer cazador rango S+ de la historia del país, tampoco el estar sujeto a ciertos tratos que no van a lo que está familiarizado, por lo que le es difícil acostumbrarse.
Sin embargo, todo lo que hace es por su madre y su amada Estela, a quienes desea proteger a toda costa, y por esa razón aceptar el consejo de Oscar es el primer paso a una mejor vida para ambas.
***PARTE II***
En el hospital, Arakneida conversa en su forma humana con Carla, la madre de Martin, a quien se refiera a ella como “Madre” por sus sugerentes ideas de que sean familias políticas y no sanguíneas. A pesar de esto ambas entablan una cómoda conversación, donde la Reina Araña le quita a una manzana la cascara, mientras que Carla conversa sobre cuan angustiada esta ella sobre el estar todo el día en cama, sin poder disfrutar de los días soleados:
— Santo cielo, hija, esto es muy molesto. Quisiera salir, aunque sea, y poder ir a visitar a Martin a su trabajo— se queja Carla
— Lo se Madre, lo sé. Pero no es bueno para tu salud que salgas, al menos no ahora. ¿Porque no descansas un poco? ¿Qué dices si cuando te despiertas vamos a pasear a los jardines de aquí? — responde Arakneida en su forma humana mientras cuida a Carla.
— Que aburrido, pero si es lo único que puedo hacer, no tengo motivo para quejarme — exclama rendida a su condición.
— Estarás bien en un tiempo, confía en esta gente llamada médicos. — Ayuda a Carla a recostarse y le acomoda su almohada.
— Vaya que tienes una manera rara de hablar. — Se cubre con las sabanas, con ayuda de Arakneida.
— Descansa— le besa la frente.
Haciéndole caso a Arakneida, Carla duerme profundamente sin la necesidad de ingerir los calmantes suministrados por las enfermeras que cada cierta hora pasan a la habitación y revisar a la paciente.
Un ligero golpeteo en la puerta la alerta, no sintiendo un aura humana común, pero tampoco con sed de sangre, por lo que no hay peligro. Entonces se pone de pie y camina hacia la puerta, la cual abre con cuidado y en silencio. Allí se encuentra con Estela:
— Oh, eres tú — la mira apáticamente.
— Tu…¿Qué haces aquí? — pregunta Estela, confundida por la presencia del monstruo en la habitación de Carla.
— Estoy en una misión que mi Señor me encomendó. — Sale de la habitación y camina hacia unos asientos de metal para las visitas—. ¿Necesitas algo?
— No, simplemente vengo a ver a la señora Carla— responde Estela.
— Ya veo, pues ahora duerme. Por lo que no puedes ir a interrumpir su descanso.
— Entiendo. Vendré más tarde — dice Estela algo decepcionada.
Ella se da vuelta y camina unos pasos hasta que Arya la detiene con una pregunta:
— Estela, ¿qué sabes sobre los insurgentes de las mazmorras?
—¿Huh? ¿De qué hablas? — Se acerca a una de las sillas junto a Arakneida.
La repentina pero extraña pregunta lleva a responder incrédula:
— Jamás he escuchado hablar de algo así, pero, ¿a qué se debe? — pregunta Estela.
— Cielos, no debí preguntarle eso a una ignorante humana. Creí que sabrías algo así, pero me equivoqué. — Arakneida se arrepiente de haber preguntado, creyendo que los humanos saben algo de lo que acontece.
— Dime de que se trata— insiste Estela.
— Como sea, lo que te contare ni siquiera mi Señor lo sabe, al menos no ahora, ¿tú sabes que está pasando actualmente en las mazmorras? — cede ante la insistencia de la humana.