Los buques llegan a los helados puertos de la base, donde los cazadores son recibidos por las tropas apostadas en ese lugar y algunos cazadores de apenas rango D+ de diferentes partes de Argentina y algunos de otros sitios al haberse movilizado de forma independiente con antelación, y por supuesto con permisos especiales otorgados por la A.A.C.
Presenciando enormes montañas heladas de blanca y pura nieve, un silencio tan naturalmente bello como para atentar contra ello, que nadie emite un solo sonido más que el de la respiración de cada uno de los presentes, eso es la Antártida, un páramo que irónicamente se ve hermoso y único.
De los bordes de las embarcaciones preparan las escaleras para que los miles de cazadores, soldados, médicos y marineros puedan descender hacia tierra firme:
Martin: “Por fin llegamos, el viaje fue extraño”
Octavio: “¿Sera porque hizo demasiado frio?”
Martin: “No, solo pienso que fue inusualmente largo, eso es todo…pero…” — mira hacia las montañas heladas que se alzan a lo lejos, dentro del continente helado
Julio: “Parece que este lugar desborda energía mágica elemental, pero a niveles catastróficos”
Estela: “Quizás el enemigo no esté muy lejos”
Lucas: “Abran los ojos ¿quieren? La magia es enorme porque el causante de eso posiblemente sea un maldito monstruo increíblemente poderoso” — les dice, adelantándoseles
Martin: “Posiblemente el emperador que reine aquí sea el causante” — murmura
Estela: “¿Qué cosa?”
Martin: “N-No, nada, ¿ya estamos todos? Entonces vamos”
Las autoridades que esperan a que terminen de bajar los últimos miembros de la coalición conformada por gremios de varios países latinoamericanos y cazadores independientes que han llegado de Europa y Asia para poder prestar ayuda, mientras los observan como se agrupan y entablan conversación entre sí. Para los gobiernos sudamericanos a excepción del brasileño, el involucrarse en tal cruzada para cerrar la mazmorra de la Antártida resulta en algo vital para mejorar las relaciones con Argentina, mayormente gracias a el surgimiento de un cazador de enorme potencial como lo es Martin. Y las perdidas surgidas anteriormente por intentar atacar esa misma mazmorra ahora es opacada por una oportunidad invaluable al tener al joven cazador argentino como comandante y líder de los gremios:
Sargento Mayor Augusto Robertini: “Vaya números, pero no estamos ni cerca de lo que fue al comienzo de esto, no creo que el gobierno esté en sus cabales ¿tú qué opinas Santiago?”
Teniente Santiago Rodríguez: “Dicen que el cazador que hizo destrozos en Brasil está aquí, así que posiblemente haya alguna oportunidad”
Sargento Mayor Augusto: “Si, posiblemente, pero no me arriesgaría ni siquiera a apostar, al menos en estas circunstancias”
Ya con todos los miembros de la expedición reunidos sobre una enorme plataforma metálica, creada por varios soldados con magia de metal y diferentes clases de minerales duros y fuertes para que se evitase la destrucción del ambiente natural y pacifico del territorio, el sargento Augusto da unos pasos al frente y anuncia su breve discursos y la manera en la cual van a manejarse en los siguientes días:
Sargento Mayor Augusto: “Sean todos bienvenidos” — dice, mientras varios soldados con magia de viento crean una esfera de sonido para que se pueda escuchar en la zona que abarcan los miembros de expedición y evitando que se escuche por fuera — “Soy el Sargento Mayor Augusto, estoy a cargo de esta base y durante los próximos días seré el encargado de mantener la seguridad de aquí. Los edificios han sido construidos para albergar a muchas personas, casi 10.000 y por supuesto hay comida, agua, calefacción, todo para que puedan usar según sus comodidades. Sin embargo…” — interrumpe los festejos de aquellos que esperan por agua caliente y descansar cómodamente — “no estarán todos juntos, existen varias bases que están bajo mi cargo, exactamente cinco, y en las cuales habrá 1000 de ustedes, por lo que la concentración estará distribuida. Para finalizar, les recomiendo que se replanteen esto, si creen necesario pelear por esta tierra helada que recién conocen, o por alguna causa más, eso queda en ustedes. Sin más que decir, les doy la bienvenida y mucha suerte” — la magia se disipa y se dirige hacia el teniente — “quiero que le pidas al líder de expedición que venga a hablar conmigo en la oficina”
Teniente Santiago: “Si señor”
Las intenciones del Sargento son claras, a sus 67 años, ver la muerte una y otra vez de jóvenes prometedores lo hicieron pensar en lo cruel que es enviar a tales jóvenes a su muerte, que, según él, es mucho peor que enviarlos a una guerra solo por ser cazadores, y eso lo ha devastado por años y años. Por esa razón sus palabras les ha dejado con extraño sabor de boca, como si no fueran bienvenidos, después de varios días en las aguas y alejados de sus familias, al menos esperaban algo mejor como palabras cálidas.