La tormenta no cesa, intranquilizando a Laura, Lucas y Octavio, esperando por poder moverse para retomar el camino previsto, rumbo a lo que queda de la base. A pesar de las temperaturas extremadamente frías cerca del centro en la mazmorra, se supone que el jefe del lugar no se encuentra allí sino más bien en los bordes, por lo que es impredecible lo que pueda suceder de ahora en más, considerando que ellos pueden ser o no los atacados, y mucho menos con una persona herida, reduciendo las fuerzas a nivelas preocupantes.
Con Octavio herido y descansando, queda bajo responsabilidad de Lucas el hacer guardia en la entrada. Laura realiza los cuidados al herido, por lo que su capacidad para poder vigilar es casi inútil, considerando también que bajo el ataque de los trolls fue neutralizada.
Aun en su propia forma de pensar, Lucas siente que es un error no haberse retirado cuando hizo falta y dejando a ambos cazadores a la deriva, priorizando mucho más su vida que la de ellos, pero sintiendo que podría arrepentirse no dudó ni por un segundo quedarse y proteger a toda costa:
Lucas: “¡Ahhh, mierda, mierda!” — murmura molesto mientras rasco su cabeza y desacomoda su cabello — “Paris, sexo, alcohol, vida cómoda, y yo aquí en el lugar más frio del mundo”
Octavio: “Jaja ¿aun te quejas?” — levanta su cabeza con dificultad
Lucas: “No deberías hacer fuerza, descansa ¿quieres?” — gira un poco su cabeza y mira al cazador
Octavio: “Ya me siento un poco mej…auch auch auch” — un fuerte dolor en su espalda le provoca ardor muscular y fatiga
Laura: “Tienes que descansar Octavio, por la mañana podremos movernos mejor sin preocuparnos del frio y la tormenta”
Octavio: “Estoy bien, solo este dolor me incomoda”
Lucas: “Ja, loco”
Octavio: “Oye, Lucas”
Lucas: “¿Ahora qué?”
Octavio: “Me sorprende que seas médico, pero no sanador”
Lucas: “¿Acaso quieres que te sane con hielo? ¿eres estúpido?”
Octavia: “Jaja” — intenta reír, pero el dolor en su cuerpo le dificultad tal acción — “eres muy…modesto, pero hablando enserio, gracias por no abandonarnos” — agradece con una sonrisa
Lucas lanza un largo suspiro y se voltea para mirarlos, con rostro un poco más relajado de lo usual.
Las palabras de agradecimiento por lo general son bien recibidas por Lucas, quien, a pesar de tener dificultades para tratar con la gente, se siente halagado e inclusive también agradecido por compartir ese momento tan extraño con ellos. Extiende su mano hacia la entrada y del suelo salen varias decenas de picos, desde abajo hacia arriba y por los costados, formando una estructura que oculta la cueva con el fin de protegerlos.
Después de ocuparse de la entrada, Lucas se acerca a Octavio y con una agradable expresión en el rostro corresponde a los agradecimientos, sosteniendo la mano de ambos cazadores y agachando su cabeza en señal de respeto:
Lucas: “No hace falta agradecerme, es mi trabajo como médico”
Laura: “Aun si te estamos agradecidos, pudiste haberte ido, dejándonos”
Lucas: “Si, esa idea estaba rondando por mi cabeza hasta hace un rato, pero pensándolo mejor no podrían hacer nada sin mí, así que aquí me ven”
Laura: “Eso dice mucho de ti, no eres tan malo como quieres mostrarte”
Lucas: “Como sea, traten de descansar, con mi magia de hielo protegiendo la entrada será difícil que nos detecten tan fácilmente. Cuando amanezca quitare los picos helados y volvemos al camino. Procuren no estorbar de nuevo” — dice en tono burlón y sonrisa simpática
Octavio: “Lo mismo digo” — responde también con una sonrisa
Por la madrugada, mientras que Laura duerme a un lado, cubierta por uno de los gruesos abrigos de Octavio, él y Lucas conversan de muchas cosas, encontrando que no son tan diferentes. Ambos se graduaron en carreras universitarias a edades muy jóvenes y decidieron no ejercerlas para poder ser cazadores.
Sin embargo, la historia de Octavio es muy diferente a lo que Lucas podría suponer:
Lucas: “Tengo entendido que viviste en España y Estados Unidos, pero por lo que me contaste no te graduaste en Europa” — dice curioso
En ese momento, la expresión alegre de Octavio se vuelve serie y con pequeños tintes de tristeza que tratan de salir:
Octavio: “Esa…es una historia que intento olvidar, pero siempre que la recuerdo, miles de sensaciones negativas me destrozan”
Lucas: “Siento mucho si te hice recordar algo innecesario, mis disculpas”
Octavio: “N-No, está bien. No es algo que Martin y Estela desconocen, me siento feliz de que ellos no me hayan juzgado cuando se los conté” — reconoce
Lucas: “¿Muy duro de contar?”
Octavio: “Bueno, podría decirse. Yo…era un acosador, o bulleador. Una persona que en su forma de ver las cosas se encontraba por arriba de todos. De alguna manera me sentía en la cúspide y me llevo hacer cosas terribles contra compañeros de escuela, eso llevo a que mis padres me estuvieran cambiando constantemente de lugar para estudiar. Pero continuaba con esas prácticas tan horrendas, desde insultar hasta agredir a los débiles. ¿Tienes idea del disfrute que yo tenía en aquel entonces? Hasta que conocí a una persona, un chico dos años menor que a sus 11 años recién iniciaba la secundaria”
Lucas: “¿Él es la victima que más recuerdas? Dicen que un bulleador cuando recuerda a una víctima, es porque guardan dos sentimientos, culpa y odio. Aquellos que de alguna manera sienten culpa por haber sido así y desean por sobre todas las cosas disculparse por el dolor causado, y aquellos que odian porque no tienen a quien culpar. ¿tu como lo recuerdas a ese chico?”