El papa baja en silencio por las escaleras y llega a un pasillo largo de piedras, el mismo donde escucha a decenas de investigadores que trabajan en el más absoluto secreto, así como un selecto grupo que vigila la zona entre ellos, Marchello. Victoria intenta de ignorar lo que sucede, pero siempre es lo mismo para ella, acompaña al papa en el recorrido por las catacumbas y presencia las curdas investigaciones que superan lo prohibido por las asociaciones de mazmorras y cazadores en todo el mundo. Se burlan de ellos y también escupen en la cara de la religión y los fieles.
El olor nauseabundo de las pútridas criaturas que son torturadas y el deleite por la investigación prohibida hace que la cazadora y maestra del gremio más fuerte de Italia se cubra la nariz y no pueda continuar. Es demasiado sensible para aguantar el olor y la situación que se ve allí.
Uno de los cazadores, al verla así, camina hacia ella y le entrega un pañuelo para que no sea tan brutal el hedor o al menos pueda soportarlo mejor:
Victoria: “Gracias” —agradece al cazador y continua detrás del papa— “No logro acostumbrarme”
Theodosius: “Es normal para aquellos que no conciben la idea de investigar a las criaturas del infierno como estas”
Victoria: “Y por eso es que no logro acostumbrarme”
Theodosius: “Ya lo harás. Es necesario para el cambio de rumbo al que se tendrá que someter el mundo ¿verdad?”
Al decir eso, unas siluetas se forman entre la oscuridad en un sitio donde solo el papa y la cazadora pueden verlos. Estas siluetas buscan ocultarse para no levantar sospechas y evitar que el plan en el cual involucran a la cabeza del catolicismo pueda acabar mal para todos:
“Si tienes lo que hace falta…incluso siendo un humano puedes alcanzar la meta que pretendemos”
Victoria: “Hasta donde yo sé, el papa no tiene que hacer pactos con ningún ser…y también entiendo que…no son de naturaleza ordinaria. Mas bien los estoy viendo como…intrusos de la santa sede” —desenvaina lentamente su espada
Theodosius: “Maestra de gremio Victoria, por favor intenta no cometer alguna locura porque no es rival para ellos”
Victoria: “Su santidad, es mi deber protegerlo de cualquier cosa y también de criaturas como esas” —señala con la hoja de su espada
“No pretendemos nada más que mejorar al mundo que los rodea. Incluso en una era donde la tecnología ha superado con creces las expectativas, las creencias espirituales siguen siendo reducidas a algo de superstición. Nosotros queremos cambiar eso”
Theodosius: “Cazadora Victoria, quizás lo mejor sea que no bajes conmigo, al menos por un tiempo”
Victoria: “Si su santidad lo cree conveniente, entonces no vendré”
El papa espera a que la maestra de gremio desaparezca de su vista para poder continuar con los planes. La silueta, de pequeñas proporciones, libera su tamaño real que triplica al de un hombre joven y gran porte. No es un ser humano, pero no preocupa al papa, si el hecho de que liberase una cierta energía perversa y agresiva que solo él puede sentir:
“¿Confías en esa cazadora?”
Theodosius: “No tengo que confiar en ella, más bien tendrá que hacer lo que le diga si pretende mantener cuerda su fe. Ella es muy dependiente de la santa iglesia católica”
El papa confía en poder controlar toda la estructura de cazadores en el país solo con la fe, aunque eso suponga quebrantar ciertas leyes de la religión y reglas de moralidad. Pero la desconfianza en la cazadora Victoria crece con lo que acaba de suceder ya que, en su concepción, el papa no puede estar codeándose con seres tan macabros en imagen muy distante a la que representa a dios. Si ya sospechaba que hay cosas fueras de lugar en la santa sede y que se requiere de espíritus fuertes y benditos, esto significa que necesita de la ayuda de ciertas personas para poder averiguar qué pasa.
De regreso a la superficie, Victoria busca por todos los pasillos y cada rincón de las habitaciones hasta que llega a la puerta donde del otro lado está Martín, durmiendo y con profunda tristeza.
Victoria toma unos respiros antes de golpear la puerta, pero antes de que pudiera impactar con sus nudillos la madera, una voz la hace voltear. Julio y María la detienen y piden que los siga en el más absoluto secreto. La guían hasta una habitación en el otro extremo y allí le preguntan qué sucede, tratando de indagar en el tema y sobre lo que ocultan los hombres de fe:
Victoria: “¿Qué sucede con el cazador Martín?”
María: “Es una larga historia”
Julio: “Mejor dinos porque quisiste buscarlo”
Victoria: “Por favor, necesito de su ayuda. Algo malo ocurre con el santo padre y…”
Julio: “¿Algo malo ocurre con el papa?” —cruza mirada con María— “Déjame preguntarte algo”
Victoria: “¿Sí?”
Julio: “¿Fuiste tú la que nos contactó el primer día en la noche? ¿la encapuchada?”