Limit Breaker: Conquistando Mazmorras

Capítulo 133: Divide y vencerás parte 3

Un par de horas después en el hotel vigilado por cercad de 500 personas entre cazadores, militares, policías y guardias suizos:

Lorkamos: “¿Entonces lo haremos?”

Kargroot: “¿Tenemos de otra? Nos tienen rodeados”

Cromana: “¿Arakneida?”

Arakneida: “Todo lo que nos dijo Martín ya da por hecho que no les importa la seguridad del lugar sino retenernos aquí”

Kargroot y Cromana intercambian miradas y la vampiresa se deja caer en la cama y exclama resignada:

Cromana: “Quien diría que estamos en otra batalla”

Lorkamos: “Bienvenida a nuestro mundo”

Kargroot: “¿Lo haremos atacando a todos los cazadores y guardias en nuestro camino?”

Arakneida: “Prefiero evitar la menor cantidad de víctimas posible” —exclama mientras se cruza de brazos y luego guarda un silencio donde intenta pensar que hacer.

Lorkamos da un vistazo por la ventana y que, al verlo, varios guardias le apuntan con hacia el rostro. El joven monstruo cierra la ventana y mira sus compañeros a quienes le niega con la cabeza.

Cromana propone asesinarlos a todos desde dentro, gracias a su magia de sangre puede ser mortal como crear púas que sobresalgan de sus cuerpos, pero, Lorkamos Araknieda y Kargroot lanzan un “No” al unísono que deja atónita a la vampiresa.

Tras varias propuestas extremas que involucraban asesinatos, desmembramientos y toda clase de medidas surgidas por la intensa furia debido a que están siendo tratados de manera cruel y no saben nada sobre sus camaradas, Arakneida concluye que lo mejor es escapar sin confrontar a nadie. La propuesta final es ir a lo seguro con tal de no provocar alguna guerra o bajas innecesarias. Entonces, Arakneida invoca a una pequeña araña que se asoma desde el hombro, intercambia unas palabras en un idioma extraño a los oídos humanos y desaparece en el suelo para reunirse con las legiones arácnidas.

Lorkamos, por su parte, saca un pedazo de hielo seco del bolso en su espalda y se comunica con los elfos y trolls de hielo en la mazmorra que pudo crear para sus muchachos cuando ascendió de rango a uno inferior al de los emperadores más fuertes y candidatos.

Todos los preparativos están en proceso y tanto Cromana como Kargroot no quieren quedarse atrás para lo que sería una batalla sin cuartel. Dado todo lo sospechoso que está ocurriendo, se apresura una tormenta que nunca imaginaron ya se encontraba antes de su llegada a Italia. De los ojos de Cromana cae sangre y se queda mirando hacia donde están los francotiradores apuntando a ellos:

Kargroot: “¿Cromana?”

Cromana: “Quiero probar algo, una nueva habilidad que adquirí en las últimas semanas”

Mientras, los cazadores y guardias humanos que vigilan el hotel desde los techos de casas y otros edificios y las calles aledañas esperan órdenes para realizar un ataque preventivo para medir la fuerza del que para ellos es el enemigo. El comandante de los francotiradores con armas cuya munición es de maná observa movimientos extraños en la habitación pequeña donde están los cuatro monstruos, le pide prestado los binoculares a uno de sus subordinados para observar mejor que ocurre.

Las cortinas están cerradas y apenas vislumbra movimientos fugaces. Esto es suficiente como para tomarlo como intento de escape o cosas sospechosas, nadie los podría culpar porque ahí se encuentran entidades que podrían arrasar con la ciudad sin problemas y aunque estuvieran con el gremio argentino, siguen siendo criaturas hostiles para la raza humana. Todo depende de la perspectiva elegida, porque en aquella habitación se encuentran, quizás, los aliados más confiables de la humanidad.

Entonces, el comandante llama a todos los francotiradores que se encuentran descansando y les ordena que vuelvan a sus puestos sin excepción:

Antonio: “¡Vayan, rápido! ¡no quiero que quede nadie sin apuntar a esa ventana!”

Paolo: “¿Señor, que está ocurriendo? ¿Por qué nos pide que apuntemos todas nuestras armas a ese sitio?” —pregunta un oficial de bajo rango que apenas había terminado su cena y mira como el sol se está ocultando

Antonio: “Los enemigos que están en esa habitación van a dar su primer movimiento y no quiero siquiera que les permitamos eso ¿está claro?”

Luiggi: “Comandante ¿ya recibimos la orden del papa?” —pregunta el subcomandante

Antonio: “No, pero tenemos que estar listos por si acaso”

Luiggi: “Si esto sale mal podría acabar…”

Antonio: “Si, eso seguro, pero estamos al límite”

La inseguridad de los guardias y cazadores crece, así como la impaciencia. Antonio tose, absorbido por su larga enfermedad que desde muy joven lo acoge, pero su decisión de continuar apoyando a sus muchachos es más fuerte de lo que podría imaginarse uno.

Paolo apoya su arma cargada con balas de maná, pero sus manos tiemblan al igual que la mira. Antonio se da cuenta de ello y no es el único que está bajo los efectos del temor y agotamiento. Mas bien, toda la fila que apunta a la ventana está bajo un extraño estado de miedo que luego se traduce a una torpeza a la hora de usar el arma que, irónicamente, saben usar y para la que han entrenado por un largo tiempo dentro de las fuerzas de élite.



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Editado: 09.02.2025

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