Solo se oía el suave viento de la tarde, en la plaza de Vintown, mientras los niños del pueblo se acomodaban en derredor de la vieja elfa, que en cada cambio de luna se sentaba allí, a relatar las antiguas leyendas:
— Al principio de los tiempos, la fuerza primigenia que se encuentra en todas las cosas… — decía al extender su mano hacia los niños, mientras en su palma aparecía un palpitante punto de luz. — Esta se hallaba desparramada y confusa. Se movía sin parar, consciente de sí misma.
Aquella luminiscente energía se deslizó desde los dedos de la mujer y comenzó una danza entre los infantes allí reunidos, dejando a todos atónitos.
— Esto le dolía y la abrumaba, haciéndola contorsionarse y revolverse dentro de su no existencia, en su interior – mientras las palabras resonaban, la bolita de luz se movía más rápidamente; — hasta que esos dolores fueron tan intensos que provocaron el primer nacimiento — la pequeña estrellita se agrandó de repente y explotó convirtiéndose en miles de partículas, — dando vida a los Ihlin y a la materia, la cual, en ese entonces, aún era polvo. Esta energía primaria, de la que todo surgió, permaneció en los Ihlin y fue llamada el Hálito creador.
Luego de unos instantes en que no solo se detuvo el relato, sino también las luces, comenzó la energía a moverse lentamente como en un gran círculo en derredor de los presentes.
— Los Ihlin, partes mismas del Hálito, se desplazaron por el espacio dando forma a la materia, creando mundos, estrellas, galaxias, universos – el sol, en el horizonte, ya no se veía oculto tras las montañas, y la magia de la vieja elfa había comenzado a formar cúmulos luminosos que ascendían para pronto convertirse en un cielo estrellado; — de esta manera, mientras se expandía la materia, ellos también, dieron a luz hijos suyos, para que los asistieran en la creación de criaturas que poblaran estos lugares, y así lo hicieron.
Alguien, a quien los niños no prestaron atención, encendió una hoguera, alrededor de la cual, comenzaron a danzar sombras de todo tipo de animales.
— Los seres que existen fueron hechos por ellos; plantas, animales y todos los hablantes (su proyecto más elevado) creados de materia y Hálito, para que fueran capaces de crear, al igual que ellos. Entre estos se encontraban las hadas, dríadas, vampiros, humanos, faunos, íncubos, y muchos otros... — dijo la viejecita mencionando las razas de los pequeños que estaban allí y, del fuego parecieron salir chispas doradas, las cuales se dirigieron a tocar delicadamente la cabeza de cada uno de los niños, en tanto eran mencionados.
En el lugar también se empezaban a reunir algunos adultos, que, aunque ya habían oído esta historia muchas veces, no se cansaban de escucharla.
— Los descendientes de los Ihlin guardaron las creaciones por eones, sin intervenir en su evolución, tal como les había sido ordenado. Pero algunos de ellos notaron que los humanos tenían en sí mismos, no solo el Hálito, sino también una semilla destructiva.
Los niños se miraron entre sí buscando a aquellos que no poseían magia.
— Hartos de ver cómo el mal aumentaba entre ellos, una facción decidió intervenir, ayudando a los hombres a encontrar el camino de la luz — dos figuras, una humana y otra con grandes alas, se formaron con el humo del fuego, extendiendo sus manos el uno hacia el otro. — Cuando esto se supo, produjo una gran conmoción, y también divisiones entre los Ihlin, y esta semilla destructiva alcanzó así las altas jerarquías.
El fuego devoró las dos figuras y se empequeñeció de tal manera que todo parecía haber quedado a oscuras.
— Cuentan que hubo una guerra devastadora — la fogata volvió a enardecerse y sobre ella sus llamaradas formaban ejércitos que chocaban unos con otros y provocaban explosiones que rápidamente se consumían, — que hizo volver todo a sus inicios. Pero luego de esto, los rebeldes, vencidos, fueron condenados a vivir bajo nuestros pies, y así fue creado Ghina, en donde habitan los damoni, como se nombraron aquellos que quisieron ayudar a los humanos.
El último de los estallidos se tornó en brazas que comenzaron a caer desapareciendo antes de tocar a alguien.
— Aquel fue un momento de gran caos, nuestro mundo colapsó: crecieron montañas donde no las había, lagos en lugar de desiertos, llanuras y valles sobre las mesetas del sur, y el hielo, todo, pobló la parte del norte.
Lo relatado se iba convirtiendo en translúcidas imágenes delante de todos.
— Hubo muerte y devastación por doquier, pero incluso así, la vida no fue exterminada por completo, y el mundo, tal como lo conocemos, surgió.
Nuevamente, la luz se apagó junto con la voz de la anciana y al encenderse el ambiente tomó un cariz rojizo.
— Ghina es un lugar donde la luz es siempre crepuscular, no hay noche ni día, no hay sol ni luna, pero sí estrellas que flotan por encima moviéndose lentamente – pequeñas partículas doradas flotaban sobre sus cabezas balanceándose acompasadamente; — se cree que son producto de la magia que lo abarca todo, y el tiempo allí pasa de maneras diferentes a las que conocemos, y no solo es habitado por los caídos, sino también por otras muchas criaturas.
Círculos con figuras místicas de diferentes colores comenzaron a aparecer en puntos apartados de la plaza.
— Siete son los portales que conectan el mundo intraterreno de Ghina con el nuestro, por los cuales nadie puede entrar ni salir. Estas entradas se encuentran una en cada reino, y son custodiadas, por un damoni y un ser de la superficie, en el cual haya permanecido encendida la llama del Hálito.
Editado: 02.04.2023