Sathor — Ciudad de Urd, Ghina
Sathor caminaba por las oscuras calles de Urd, sumido en sus pensamientos. Se dirigía hacia el puerto.
El acre olor de las alcantarillas lo incomodaba sobremanera, algo que quizá en el pasado no hubiera sucedido. Pero su vida ahora parecía estar cambiando de rumbo. Otra cosa que le molestaba de aquel lugar era el bullicio constante, los ecos de las lides y de los bares. Y mucho más que todo aquello, lo que realmente aborrecía allí, era la gente, Urd tenía la bien merecida fama de aglutinar la peor escoria de todo Ghina.
Curiosamente, ante este pensamiento, un grupo de malvivientes le cerraron el paso, estando a tan solo doscientos pasos del muelle.
— ¿Qué hay, Sathor? — Dijo uno de ellos a quien él no conocía. — ¿Ese es tu nombre verdad? Te vimos en las lides.
— ¿Qué podría haber? — Respondió caminando más lento, fingiendo desinterés.
— Queremos tu oro — dijo otro, al que no había visto, por detrás.
Antes de contestar, giró un poco su cuerpo, para asegurarse de no tener a nadie en su retaguardia.
— ¿En serio? ¿A cambio de qué?
Sin más preámbulos, uno de ellos se lanzó contra Sathor, cuchillo en mano, quien lo desvió en un veloz movimiento. Eran ocho en total, cinco de un lado y tres del otro, que se iban acercando, encerrándolo. Pensó en sacar sus espadas, pero se acabaría todo el entretenimiento demasiado rápido.
Hacía mucho que nadie intentaba robarle. Lo tomó como una suerte de despedida por parte de la ciudad, a la cual ya no regresaría.
Probablemente, el más confiado o el más estúpido de todos ellos, era aquel que, por pura suerte, aún era poseedor dela daga, en la que depositaba la gran posibilidad de derrotar al campeón de las lides. Entonces, volvió a efectuar un segundo ataque, lanzándose de lleno sobre el pecho de Sathor, en un momento en el que no podría haber visto su intención. La verdad es que un experto guerrero, sabe que mucha de su destreza física va acompañada de una buena capacidad para leer y engañar a sus oponentes. La mano empuñando el cuchillo describió una elipse, que, no solamente no dio en el blanco, sino que terminó siendo atrapada por el damoni.
Cuando algunos otros se percataron de su ataque fallido, y avanzaron amenazantes para asistir a su compañero en problemas. La mano de Sathor, que sostenía la muñeca de su oponente aun con el arma, asestó un golpe con el canto del filo en la nariz del tipo más próximo; derribándolo con su enorme peso sobre otros más delgados que también fueron a dar con sendos traseros sobre unos cubos con colas y trozos de pescados cortados y arrojados allí, por no estar en muy buenas condiciones.
Con solo un movimiento casi casual, terminó arrojando al primer sujeto ya desarmado, sobre otro de los idiotas que, ante la inmediatez del giro de los acontecimientos, no sabía mucho qué hacer.
Sathor se quedó de pie, jugueteando con el cuchillo entre sus dedos alternadamente, haciéndolo girar y dar volteretas complicadas, sin mirar a ningún sitio en particular y con aire de expectación, mientras sus oponentes iban comprendiendo su desacertada elección de la víctima para el hurto del día.
Con la mitad fuera de combate, los otros magullados huyeron a trompicones.
Se sacudió un poco el polvo, y continuó su camino hasta llegar al barco que subía hacia las aguas de la inmortalidad.
Editado: 02.04.2023