Mimetista: Seres mágicos cambiaformas, que son capaces de tomar la forma de cualquier ser que hallan tocado.
Lina — Al sur de Agyry, Ghina.
“Se escuchó un golpe hecho con algún instrumento, entre los barrotes de la celda.
Una figura con un traje harapiento acababa de depositar un cuenco con algo de comer, en el piso. El aspecto de lo que estaba depositado allí era sumamente asqueroso e inquietante. Parecía un órgano humano.
—Sí... Es lo que estás pensando... — dijo la persona que permanecía en las sombras. De pronto esta se agachó y tomó aquello que estaba en el plato, con una mano huesuda, y le dio un mordisco.
— Es... tu corazón — comía ávidamente mientras lanzaba una carcajada con su dentadura ensangrentada. Era una mujer desgarbada y desalineada. Tanto, que Lina casi no podía reconocerla. Pero sí lo hizo. Justo antes de despertar, vio en esa mujer, que reía y masticaba la carne roja, latiente y jugosa, la propia imagen de sí misma.”
Abrió los ojos y se sentó en el jergón, respirando de manera agitada. Observó hacia los lados, inquieta y temerosa de cualquier cosa que pudiera haber en los rincones. Se volvió a acostar, intentando borrar aquellas imágenes, pero permanecían.
Con miedo de volverse a sumir en una pesadilla, se decidió a levantarse.
Solamente una antorcha iluminaba la pequeña celda. Tomó un poco de agua de una jarra y la colocó en el plato de bronce en el que comía, acercándose con este a la luz, observó su reflejo y pudo notar cuánto se parecía a aquella que vio en el sueño, despeinada, sucia y demacrada.
¿Cuánto había pasado? ¿Semanas? ¿Meses? ¿Años? Al pensar en esto, recordó las palabras de la Banshee: “Lo más tormentoso aquí es el paso del tiempo”. Observó los cuadernos en los que escribía, eran cinco y ya casi terminaba con ellos. Si calculaba el uso que les daba cuando fuera aprendiz, eso lo habría llenado en menos de un año. Pero le parecía que hacía una eternidad que estaba allí, ¿podría volver alguna vez? Quería regresar con sus padres. ¡Cuán arrepentida estaba de no haber escuchado!
La imagen se desdibujó ante la caída de sus lágrimas en el agua. Se desmoronó de rodillas en el piso, dejando caer con estruendo aquel plato, al mismo tiempo que rompía en un llanto incontenible.
***
Sathor — Puerto La Banda, Ghina
Se encontraba en uno de los depósitos más grandes del puerto. Allí esperaba a Gabriel, el encargado de la aduana, quien le había hecho un gran pedido de hecatium. Aquel damoni tenía fama de no ser demasiado fiel a su palabra, por lo que Sathor se sentía algo desconfiado de hacer aquella negociación, pero al ser el distribuidor mayoritario del hierro de Ghina en la zona, era lo lógico que todos le quisieran comprar.
Sintiendo ya fastidio por la demora, estaba pensando en irse, cuando una mujer se le acercó. Se veía humana, pero no lo era, su energía era mucho más mágica que la de los humanos, luego de pensarlo un poco, concluyó que se trataba de una mimetista.
— ¿Eres el distribuidor de hecatium? — Preguntó con voz tan melosa que le recordó a Ani.
— Lo soy — respondió escueto, sin disimular su malhumor.
La mujer era bella, de cabello negro y piel muy blanca, delgada y algo huesuda, sus ojos eran de color avellana, y lo miraban con deseo.
— ¿Y de casualidad no vendes algo más?
— No — respondió, notando, además de su magia, su maldad.
Ella hizo un gesto de desagrado, que intentó disimular, pero no lo suficientemente rápido como para que el damoni no lo notara.
— Mi nombre es Esbierta. Además de hecatium, busco hacer un pacto — declaró directamente. — ¿Conoces quien podría ayudarme?
— Con el hecatium únicamente yo, pero no tengo en este momento — dijo viendo que a unos metros, Gabriel le hacía señas de que se acercara. — Y quien quiera hacer un pacto, tampoco conozco — terminó de hablar mientras se alejaba de ella.
De repente se sintió más disgustado que antes, sería terrible hacer un pacto con alguien así, ¿quién sería tan suicida? Quizá “Los Otros”. Al mismo tiempo, era esto una señal de lo mal que estaba todo.
***
Lina — Al Sur de Agyry, Ghina
Lina, cortando la palma de su mano con un pedazo de madera astillada que había tomado del catre en el que dormía, dibujó un círculo con su sangre en el suelo, se sentó en medio y escribió en su derredor símbolos que iba copiando del rollo de pergamino.
No creía que este ritual sirviera para que el horripilante damoni tuviera un pacto con alguien poderoso, como siempre le pedía. Pero existía la posibilidad de que la matara. Ella ya no quería continuar viviendo de esta manera. Había perdido toda esperanza de regresar a casa y de ser guardiana. En realidad, ya nada le importaba.
Observó sus brazos llenos de marcas y magulladuras de todos los tamaños, causadas por los golpes de aquel ser. Seguramente, su rostro se vería igual o peor. Había bajado mucho de peso y casi no dormía, ya que sus pesadillas eran cada vez más frecuentes.
Al terminar los escritos, empezó a leer la invocación en voz alta. A medida que la lectura avanzaba, el líquido vital con el que estaba hecho el sello, comenzó a iluminarse poco a poco, desde donde había iniciado a dibujarlo, siguiendo el mismo sentido hasta cerrarse por completo, y luego continuaron encendiéndose los símbolos dentro del círculo, hacia el centro.
Editado: 02.04.2023