Lina y Sathor - El inicio del despertar

Capítulo 23

Lina — Portal de Libben

 

 

Estaba de regreso en casa, después de mucho más tiempo del que hubiera querido. Había extrañado tanto su hogar; sería feliz cuando fuera guardiana y ya nunca pudiera irse de allí.

 

El campamento estaba bastante cambiado. Ya no había más una tienda, sino que sus padres compraron un carromato, y lo amueblaron como para poder vivir en él si fuera necesario; pero nunca lo habían utilizado. Lo dejaron listo para ella, ya que estaba pronta a ser consagrada guardiana.

 

Faltaban solamente tres meses. El Igret ya había sido convocado, no podía retroceder ahora. Aunque los ojos de aquel damoni que viera tan solo dos veces en Ghina, se cruzaran constantemente en sus sueños, ella ya no tenía oportunidad de dar marcha atrás; además, aunque lo hiciera, ¿qué posibilidades tenía de volver a verlo, o… de hablarle? Si en siete años únicamente lo encontrara en un par de ocasiones por casualidad, sería una tontería abandonar todo aquello por lo que había sufrido tanto, por una simple ilusión.

 

— Lina — se sobresaltó al oír la voz de su madre, y notó que la observaba con preocupación. Seguramente le había hablado más de una vez y ella no pudo oírla por estar pensando en aquel damoni.

 

— ¿Sí, mamá? — Respondió tratando de verse normal.

 

— ¿Te sientes bien, hija?

 

Su madre, además de ser muy intuitiva, era una mujer muy dulce, de cabellos castaños, al igual que ella y que su abuela, pero sus ojos eran más claros, como la miel. En este momento, ambas se veían de la misma edad. Al casarse con su padre, dejó de envejecer; había dejado atrás todo rastro de mortalidad, tal cual le sucedería a ella al consagrarse guardiana. Otro detalle de su bella persona, era la marca negroazulada que recorría su cuerpo desde el cuello, hasta la cadera, emulando los símbolos dibujados en el sello del portal. A Lina también podría pasarle algo parecido, pues todos los guardianes del Mundo Superior quedaban marcados durante el rito.

 

— Claro, ¿por qué no me sentiría bien? — Preguntó sonriendo.

 

— No lo sé, te ves… distraída — su voz era delicada, de timbre agudo pero suave.

 

— Es un momento importante para mí — dijo. — Siento que he llegado tan lejos… y estoy tan cerca de alcanzar mi sueño. Me asusta un poco, la verdad.

 

— Entiendo, es normal, — sonrió. — Me pasó lo mismo, pero al menos tú tienes a Marlen con quién compartirlo, y bueno, también está Ruffo, quien seguramente está igual de nervioso que ustedes.

 

— De hecho, tal vez más nervioso que nosotras — comentó en tono compasivo. — Es muy joven, se ha preparado desde niño para esto.

 

— Bueno, es normal — reafirmó Ilbana.

 

 

***

 

 

 

Sathor — Puerto Destino, Ghina

 

 

El Igret se había abierto, pero Sathor aún no se inscribía. Esa mirada, los ojos de la joven bruja, lo perseguían en sueños. Era algo ridículo, quizás nunca la volvería a ver, pensaba.

 

Los Igret estaban clasificados por número, el uno, el dos y el tres, porque los participantes, además de que no podían conocer a quien ocuparía el lugar de guardián en el Mundo Superior, tampoco podían saber de qué portal se trataba. Todo esto se dejaba al azar para que no hubiera preferencias.

 

Hoy era el último día; debía escoger uno e inscribirse, no podía retractarse luego de que hubiera sido preparado tan arduamente por Abidón y Murcio, sin contar la invaluable ayuda de Karonte. Claro que él no era el único a quien preparaban, pero todos pensaban que ganaría y en cierta forma tenían preferencias hacia él, puesto que había deseado el camino de la redención desde el principio, cuando eran tan solo unos pocos quienes lo buscaban.

 

Cavilaba en estas cosas mientras caminaba hacia el pueblo, para finalmente lograr inscribirse, cuando Llilh apareció junto a él.

 

— Sathor — exclamó al verlo. — ¿Qué haces aquí?

 

— Me inscribiré en el Igret — murmuró.

 

— ¿Recién vas a inscribirte ahora? — Lo miró sorprendida y a la vez con reprobación. — Hace diez días que deberías haberlo hecho.

 

— ¿Por qué? — Preguntó algo molesto porque ella lo tratara de esa manera.

 

— ¿No quieres participar? — Preguntó la bella damoni, directamente.

 

— Claro que quiero, siempre he querido — contestó.

 

— ¿Y por qué jamás te presentaste a un Igret antes?

 

— No me sentía en condiciones… lo sabes, Llilh, pero lo haré ahora. ¿Por qué me presionas?

 

— Esto es algo que requiere un compromiso total — explicó la mujer. — Si no deseas hacerlo… si tienes dudas... sería mejor que no lo hagas.

 

— ¿Crees que he estado preparándome tan duro durante siete años, para echarme atrás a último momento? ¿O mejor dicho, crees que si no quisiera esto, me habría preparado como lo hice? — Sintió que elevaba el tono de voz y se calló.

 

— Lo siento — se disculpó ella. — Tienes razón. Es solo que a veces me pregunto si tal vez en nuestro afán de que seas un guardián, no te empujamos a hacer algo que realmente no deseas.

 

Se hallaban ya a la puerta del jefe de comuna de Puerto Destino, quien sería el encargado de oficiar los juegos, en compañía de los guardianes actuales.

 

Cada vez que los Igret se abrían, estos cambiaban de localización y oficiante. Era un gran honor participar de este evento. Se realizaba siempre en las afueras de algún pueblo y jamás en las grandes ciudades, pues era sabido que quienes buscaban la redención, se apartaban de las urbes, donde la vida era tan agitada, que no dejaba lugar a la introspección.

 

Ingresaron en el lugar, que tenía las puertas abiertas, y accedieron a una oficina donde estaba Bonzo, el jefe comunal. En alguna oportunidad había tenido tratos mercantiles con él, por lo que lo recibió con una sonrisa.



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En el texto hay: fantasia, romance, magia

Editado: 02.04.2023

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