Linajes Perdidos

Tres

Crystin Barrow

Estoy corriendo, hay gente persiguiéndome con antorchas para alumbrar su camino, ya que la noche está presente, gritan cosas que no logro entender, solo sé que debo seguir corriendo entre los árboles para evitar que ellos me vean. Están por todos lados, la gente está enojada y a la vez esta asustada, temen, me temen a mí. Mis pulmones ya no pueden más, están quemándome, siento como cada oleada de viento hace que mi interior arda, mis piernas ya no pueden más, estoy a punto de caer, pero no lo hago, debo seguir huyendo.

Ya no puedo más, así que decido subir a la copa de un árbol, deseando que no me encuentren y que las largas ramas de este árbol me cubran de ellos. Empiezo a trepar el árbol, pero me duele, mis manos están quemadas, arden al tacto con el tronco del árbol, pero prefiero esto a morir. Lo logro, logro subir lo más que puedo. las hojas son largas y grandes, además con la oscuridad que hay en este bosque, lo más probable es que no me logren ver. Las personas empiezan a llegar al lugar donde estoy, intentando encontrarme, pues claro, es como el juego del escondite, solo que si yo pierdo muero.

— La veo, está arriba de ese árbol — Grita un hombre. Me encontraron, ya no sé cómo escapar de esta, 

Intento pasar a otro árbol, pero uno de los hombres, me apunta con un arco, la mayoría repite su acción, ya no hay manera de que sobreviva, mucho menos por el estado de mis manos, estoy perdida. Uno de los hombres trepa a donde estoy y me hace bajar.  

Me rodean y entre tres me agarran, sujetan mis manos con una cuerda, me ponen una venda en los ojos y también en la boca, estoy segura de a donde me están llevando. Paramos, al instante siento que estoy parada encima de madera, más bien de leña, me quitan la venda de los ojos, me amarran ahora las piernas, dejándome totalmente inmovilizada, el jefe de ellos habla.

—Esto es lo que te mereces Bruja — Los ciudadanos que están de espectadores empiezan a gritar — BRUJA — En manera de porra, ya se cuál es mi destino. 

El jefe agarra la antorcha de uno de los pueblerinos, me dirige una mirada, en sus ojos puedo ver la maldad que hay en él, pero sobre todo veo el miedo que tiene, todos los ciudadanos de ese pueblo están de acuerdo en esto, ninguno aboga por mí, pero a lo lejos vea a un pequeño niño pelinegro, no tiene más de seis años, esta asustado, me ve con tristeza, veo sus grandes ojos azules, es lo último que veo. El jefe deja caer la antorcha, todo a mi alrededor empieza a incendiarse, el fuego está a nada de llegar a mí, empieza a expandirse y justo antes de que este inicie a quemarme, todo se detiene.

Me despierto, salto sobre la cama y mi respiración esta acelerada, aun siento el miedo, volteo a ver el reloj que esta sobre un gabinete alado de mi cama este indica las 3:00Am, vuelvo a dormir deseando soñar con una casa de caramelo.




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