Lirios de mil colores

Capítulo 1 | Comienzo

Hilary Russo

Pasado

Hoy es mi primer día de clases en la universidad, y la emoción que siento parece desbordarse por todos mis poros. Mi cuerpo ya no puede contener la alegría y el gozo que esta situación me provoca. Llevo una semana en Los Ángeles, y la ciudad, con su vibrante energía y diversidad, ha comenzado a sentirse como un nuevo hogar.

Convencer a mis padres de que me dejaran estudiar tan lejos de casa fue todo un desafío. Cuando descubrieron que había una distancia de nueve mil doscientos setenta y cinco kilómetros entre Italia y mi universidad soñada, casi les da un ataque al corazón. No los culpo, realmente los entiendo. Mi familia siempre ha sido muy unida. Mi hermana mayor, Luisa, nunca había estado tan alejada de nosotros hasta el día que se casó.

La simple idea de estar tan lejos de mi hogar, de mis padres y de mis amigos, también me aterraba al principio. Sin embargo, la emoción al leer la carta de aceptación superó todos mis miedos. Recuerdo perfectamente el día en que recibí el sobre blanco con el sello de la Universidad de Ciencias y el Arte. Al verlo, todas mis esperanzas cayeron al suelo porque, casi siempre, cuando alguien es aceptado, mandan una caja con una sudadera y banderines como bienvenida. Pero en este caso, no fue así.

Con nerviosismo, abrí el sobre y comencé a leer la hoja que contenía. A medida que avanzaba en la lectura, me di cuenta de que realmente había logrado ser aceptada. El paquete de bienvenida me lo darían cuando llegara a sus instalaciones, algo que solo aumentó mi emoción.

El viaje a Los Ángeles fue una mezcla de nervios y expectativas. Cada kilómetro recorrido me alejaba más de mi hogar, pero también me acercaba a mis sueños. Ahora, al estar aquí, la ciudad me recibe con sus enormes avenidas, su clima cálido y su atmósfera llena de oportunidades. He paseado por sus calles, he probado su comida, y cada nuevo descubrimiento me llena de asombro y alegría.

Mis padres, aunque preocupados, me despidieron con abrazos y palabras de aliento. Me recordaron que, aunque estuviera lejos, siempre estarían conmigo en espíritu, apoyándome en cada paso. Ese apoyo incondicional me da la fuerza para enfrentar este nuevo capítulo de mi vida.

Mientras me preparo para mi primer día de clases, siento una mezcla de emociones: un poco de nerviosismo por lo desconocido, pero sobre todo, una inmensa emoción por todo lo que está por venir. Esta es la oportunidad que he estado esperando, y estoy decidida a aprovecharla al máximo. Los Ángeles y la universidad representan un nuevo comienzo, lleno de promesas y posibilidades. Y aunque estoy lejos de casa, sé que estoy exactamente donde debo estar.

Desde niña, siempre me ha fascinado todo lo relacionado con el arte, y conforme fui creciendo, ese amor por la pintura creció conmigo. Hoy, aquí estoy, en mi primer día de clases en la universidad. Mi buzón de voz está repleto de mensajes de mis padres, recordándome todo lo que necesito llevar conmigo. Parecen más sobreprotectores ahora que cuando vivíamos juntos.

Recuerdo perfectamente el lago que había cerca de la casa de mis abuelos. Decidí que ese sería el lugar perfecto para darles la noticia a mis padres. Les dije que pasaríamos una tarde en familia junto al lago. Todavía puedo recordar claramente sus reacciones el día que se los conté. Los nervios me corroían mientras consideraba cómo dar la noticia.

Finalmente, con el corazón latiendo a mil por hora, solté de golpe: "Me aceptaron en Los Ángeles. Me voy." No fue la manera más adecuada de darles la noticia, pero no podía contener mis nervios. La reacción de mis padres fue inmediata, una mezcla de sorpresa y preocupación. Me dijeron que no podía irme así porque sí, y comenzó una discusión que parecía no tener fin. Durante casi dos meses traté de convencerlos hasta que finalmente lo logré.

Ahora, con todos esos nervios a flor de piel, ingreso a las instalaciones de mi universidad. Me dirijo al área de asistencia estudiantil para recoger mis últimos papeles. El campus es enorme y lleno de vida. Los edificios, modernos y antiguos a la vez, están llenos de estudiantes que, como yo, están listos para comenzar un nuevo capítulo en sus vidas.

Me acerco a la secretaria que se encuentra en la sala.

—Buenos días ¿En qué le puedo ayudar? —me pregunta mientras me regala una sonrisa amable.

—Buenos días, venía a recoger unos papales de mi ingreso —miro que teclea algo en su ordenador antes de dirigir su mirada de regreso a mí.

—Claro, solo necesito su nombre completo, por favor.

—Hilary Russo Amato.

Mientras la secretaria revisa unos papeles en los archivos sobre su escritorio, que imagino son los documentos de primer ingreso, aprovecho para observar todo a mi alrededor. La universidad ciertamente tiene un aire de exclusividad y sofisticación, característica de una institución frecuentada por gente adinerada. Sin embargo, también es una de las universidades que más apoya a los estudiantes con becas y actividades extracurriculares, brindando así una mayor oportunidad a aquellos que, como yo, no tienen los medios suficientes para costear una educación de este nivel por su cuenta.

A mi alrededor, veo a más estudiantes con maletas ingresando a los edificios a mi derecha. Supongo que esos son los dormitorios femeninos, ya que solo chicas se dirigen hacia allí. Al edificio de la izquierda, veo una fila de jóvenes esperando su turno para registrarse. Este es un servicio que la universidad ofrece a todos aquellos estudiantes que vienen del extranjero o que pueden permitirse un alojamiento privado.

Tengo entendido que el campus cuenta con cinco pabellones distribuidos según las diferentes carreras. Cada uno de estos edificios varía en altura dependiendo del número de maestrías que se impartan en sus instalaciones. Esta organización no solo facilita la gestión académica, sino que también crea un ambiente donde los estudiantes pueden interactuar y colaborar con aquellos de su misma disciplina.




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