Hilary Russo
Presente
5 de diciembre, 2022
Han transcurrido siete días desde que llegamos a Manhattan, y hoy me encuentro frente a uno de los días más importantes en mi carrera hasta ahora. Esta mañana, una reunión crucial con todos los empleados marcará el inicio de una nueva era para la empresa. Como responsable de esta sede, mi objetivo es transformarla en la más avanzada entre las cinco que administro. Sé que lograr esto requerirá no solo visión estratégica, sino también paciencia y dedicación para implementar los cambios necesarios.
Despertar a Oliver es siempre el primer ritual del día. Aunque estamos a principios de diciembre y las clases aún no han comenzado, la rutina matutina es sagrada. Abro la puerta de su habitación y lo encuentro dormido placenteramente, acurrucado en su cama con forma de nube, una reliquia de sus años tempranos cuando disfrutaba dibujando en las paredes con crayones en la casa de mis padres.
Cada mañana, al detenerme a observarlo mientras duerme, no puedo evitar maravillarme de cuánto hemos crecido juntos. Recuerdo claramente aquel momento abrumador cuando descubrí que estaba embarazada a los veinte años. La noticia me golpeó como una marea, dejándome sin aliento mientras el mundo parecía tambalearse a mi alrededor. Noches de insomnio y lágrimas se sucedieron mientras luchaba por encontrar la fortaleza para enfrentar a mi familia con la noticia.
Lloré no solo por el desafío abrumador de ser madre tan joven, sino también por la desolación de haber sido abandonada apenas una semana antes. Aquella carta breve fue su manera cobarde de alejarse, evitando enfrentar mi dolor cara a cara. A pesar de que han pasado años desde aquel momento, la herida aún palpita fresca en mi memoria como si fuera ayer.
Ese día fatídico, íbamos a compartir un día especial juntos en el lago cercano. Estaba lista para partir cuando mi madre entró con una carta en la mano, entregada por él. En un instante, el aire se volvió denso y el mundo a mi alrededor se desdibujó en confusión. Al principio, pensé ingenuamente que era una de sus bromas habituales, pero al leer sus palabras, cada letra se grabó en mi piel con el ardor de un hierro candente, dejando una marca indeleble de decepción y dolor.
Aunque ahora mi vida ha tomado caminos que nunca imaginé, cada vez que miro a mi hijo jugar y reír bajo el sol, siento una gratitud profunda por todo lo que hemos superado juntos. Desde la oscuridad de la decepción inicial hasta la luz radiante del amor incondicional que nos une, nuestro viaje ha sido una prueba de resistencia y amor. Pero al final del día, esa carta seguía doliendo como la primera vez que la leí.
“Hola mon soleil, no sabía cómo decirte todo esto, mi plan era que cuando estuviéramos en el lago te lo diría todo y seguro te estarás preguntando ¿Decirme qué? Bueno, esa es la parte difícil, así que no le pienso dar más vueltas a esto.
¿Te acuerdas de la academia de cocina en España? De la que tanto he soñado entrar, pero que lograrlo sería muy difícil, así que habíamos hablado de que iba a estudiar en Francia y tu igual, que no nos teníamos que preocupar por un lugar en donde vivir porque yo ya vivía ahí, entonces era solo trasladar tus cosas a mi departamento.
Hace una semana me llego un correo donde decía que mi solicitud había sido aceptada, cuando lo supe te iba a llamar para contártelo, pero cuando seguí leyendo me decían que tendría que estar allí en una semana.
Sabes todo lo que esto significa para mí, el poder ser chef es mi sueño y va de la mano con estudiar en esa academia, sin embargo, si me voy para España no nos vamos a poder seguir viendo como lo hacíamos, yo podía tomar un vuelo de Francia a Italia todos los fines de semana para vernos como lo hemos hecho siempre, estando ahí no voy a tener tiempo de salir a ningún lado, sebes el tiempo que esto implica para mí y no podía rechazar una oportunidad como esta.
Te amo como no tienes idea y el hecho de tener que escoger entre la persona más importante en mi vida y mi profesión, mi sueño, es difícil.
Mi vuelo sale dentro de un par de horas, lamento demasiado hacer esto, es de las decisiones más complicadas que he tomado. Espero que logres ser esa persona exitosa que tanto deseas y que todo en tu vida sea para bien, espero encontrarnos en un futuro y ver todo lo que logramos en ese tiempo.
Atte...”
Estaba bien que cada uno tuviera sus sueños y metas por cumplir. Habíamos hablado mucho sobre cómo lograr esos sueños juntos, cómo construir un futuro en el que ambos pudiéramos prosperar. Pero ahora me doy cuenta de que él nunca consideró realmente nuestra relación, solo se centró en sí mismo y en sus propios objetivos.
Recuerdo con claridad el momento en que descubrí que íbamos a tener un hijo. Fue un torbellino de emociones, desde la sorpresa inicial hasta el miedo y la incertidumbre sobre cómo íbamos a enfrentar esto juntos. Si tan solo hubiera podido comunicarme con él en ese instante, quizás las cosas habrían sido diferentes. Pero cambió su número de teléfono apenas se fue, como si quisiera borrar cualquier rastro de nuestro pasado compartido. Ahora, con veinticuatro años y más experiencia, entiendo que incluso si lo hubiera encontrado, probablemente las cosas no habrían cambiado. Él habría vuelto por el bebé, no por nosotros, y ninguno de los dos habría necesitado esa relación forzada.
Sacudo la cabeza para apartar esos recuerdos amargos y me acerco a mi príncipe dormido para despertarlo. Cada mañana, es un ritual sagrado para mí: frotar suavemente su espalda y susurrarle palabras cariñosas, como si con cada gesto pudiera transmitirle todo el amor y la fuerza que necesitará durante el día.