Lirios de mil colores

Capítulo 7 | Enzo

Hilary Russo

Ya es sábado, y eso significa que hoy llega Enzo. Mi hijo no ha parado de recordármelo durante todo el desayuno, su emoción es contagiosa y no puedo evitar sentirme también ansiosa por la llegada de mi mejor amigo.

Enzo ha sido una constante en nuestras vidas, especialmente durante los momentos más difíciles. Cuando todo lo de Liam y mi embarazo sucedió, Enzo fue de las primeras personas en estar ahí para mí. Me abrazó fuerte en los días en que sentía que el mundo se me venía encima y me demostraba que no era así. El día que nació Oliver, él fue quien sostuvo mi mano y me dio ánimos para seguir aguantando el dolor. Siempre ha estado conmigo y lo sigue estando.

Cuando le pedí que se viniera y me ayudara con la nueva sede, se rió y me dijo que me había tardado mucho en pedírselo, que él iría donde yo fuera, incluso al fin del mundo.

Me dijo que llegaría hoy en la noche, así que desde temprano me puse a limpiar y arreglar la casa con la ayuda de Oli. Quiero que todo esté perfecto para su llegada. Mientras ordenamos, Ollie no deja de hablar sobre las aventuras que quiere vivir con su tío Enzo. Su entusiasmo me llena de energía y juntos nos dedicamos a poner todo en su lugar.

Cuando ya solo queda una caja por recoger, descubro que está llena de libros. Los saco todos y los coloco en el suelo de la biblioteca, llamando a Oliver para que me ayude a acomodarlos en los estantes.

—Cariño, ven un momento —lo llamo, y en segundos lo veo mirando desde el umbral de la puerta todo el desorden que hay en el piso.

—¿De dónde salieron tantos libros? —pregunta asombrado, y yo suelto una ligera risa por su expresión.

—Siempre los hemos tenido, solo que antes estaban en la oficina de tu abuelo y tú no los veías —le explico mientras busco algo con lo que sacudir el polvo que se ha acumulado en las repisas más altas—. Ven y ayúdame a acomodar todos aquí.

—¿Solo los coloco y ya? —hago un sonido de negación mientras muevo las cajas para que no estorben.

—No, cariño. Ve colocándolos por tamaños, del más grande al más pequeño.

—Está bien —responde, con una sonrisa de determinación en su rostro.

Me encanta cuando solo estamos nosotros dos, o en todo caso con alguien de la familia. Oliver suele ser muy tímido con el resto de las personas y muchas veces le da ansiedad estar con desconocidos.

Cuando empecé a notar esto, lo llevé con una psicóloga infantil. Ella me dijo que con el tiempo aprendería a controlar su ansiedad y que podía llegar al punto donde no sufriría estos ataques. Desde que empezó a ir, muy pocas veces le ha sucedido y ya ni recuerdo cuándo fue la última vez. Sin embargo, habla más cuando está con alguien de su confianza y, cuando es así, nadie lo detiene.

Mientras acomodamos los libros, Ollie empieza a contarme historias sobre sus personajes favoritos de los cuentos que leemos por la noche. Me habla con tanta pasión y detalle que me hace sentir orgullosa de su imaginación y su capacidad para retener información. A medida que vamos llenando las estanterías, noto cómo el sol comienza a descender, pintando la habitación con un cálido tono dorado.

—Mamma, ¿crees que tío Enzo querrá jugar conmigo cuando llegue? —pregunta Oliver, con una mezcla de emoción y timidez.

—Estoy segura de que sí, príncipe. Tío Enzo te ha extrañado mucho y va a estar muy feliz de verte —le respondo, acariciando su cabello.

Terminamos de acomodar los libros justo a tiempo para preparar algo de cenar antes de ir al aeropuerto. Decido hacer una cena ligera y especial para celebrar la llegada de Enzo. Preparo una ensalada fresca, un poco de pasta y un postre sencillo pero delicioso.

Mientras cocino, Oliver me ayuda a poner la mesa. Sus pequeñas manos colocan cuidadosamente los cubiertos y los platos, y yo no puedo evitar sonreír al verlo tan concentrado en su tarea. La cocina se llena del aroma de la comida, y el ambiente se siente acogedor y lleno de anticipación.

Una vez que todo está listo, nos sentamos un momento en el sofá para descansar antes de salir. Oliver se acurruca a mi lado, y juntos vemos un poco de televisión para pasar el tiempo. Sus ojos comienzan a cerrarse lentamente, pero él lucha por mantenerse despierto, emocionado por la llegada de su tío.

Finalmente, llega la hora de ir al aeropuerto. Tomo a Oliver en brazos y lo llevo al coche. Conduzco hacia el aeropuerto, sintiendo una mezcla de emoción y alivio al saber que Enzo estará con nosotros pronto. Oliver se queda dormido en el camino, su pequeño cuerpo relajado y su respiración suave y constante.

Al llegar al aeropuerto, lo despierto suavemente y lo ayudo a bajar del coche. Entramos al edificio y esperamos en la zona de llegadas. Oliver se aferra a mi mano, sus ojos brillando de emoción y un poco de cansancio. De repente, veo a Enzo aparecer entre la multitud. Oliver lo reconoce al instante y suelta mi mano, corriendo hacia él con los brazos abiertos.

—¡Amori della mia vita! —Enzo empieza a saltar mientras nos tiene en un abrazo asfixiante— ¡Mi mancavano davvero! ¡No saben cuánto los extrañé!

—Zio, non mi lascerai respirare —se queja Oli, haciendo que nosotros soltemos una risa.

—No me puedes negar que extrañaste mis abrazos, mocoso —Enzo pone sus manos en su cintura mientras le dedica una mirada de indignación a mi hijo, haciendo que este último rodara los ojos.

—Te lo diré solo si me dices que me trajiste los chocolates que me habías prometido —le contesta muy digno él, cruzando los brazos mientras observa a mi mejor amigo.

Yo solo los miro interactuar, disfrutando de la relación que tienen. Cada vez que Enzo le pide a Oli que acepte algo o necesita ayuda, mi hijo lo chantajea con dulces, y por supuesto que el tonto de mi mejor amigo siempre cede, como ahora.

—¿Lo prometes? —le pregunta Enzo, entrecerrando los ojos—. Quiero escuchar que me prometes que realmente me extrañaste. No quiero mentiras.




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