Hilary Russo
23 de diciembre, 2022.
Me encuentro inmersa en la revisión de los contratos y preparativos de los eventos que Lirios Russo tiene programados para la llegada del nuevo año. Como directora de esta prestigiosa empresa de organización de eventos artísticos y culturales, es esencial que todo esté en perfectas condiciones, pues en tan solo cinco minutos tendré una reunión clave con Eduardo Vargas, el influyente dueño del Museo Central de Nueva York.
Esta cita había sido originalmente agendada para unos días atrás, pero al parecer al señor Vargas se le presentó un imprevisto que lo obligó a ausentarse de la ciudad por un breve período de tiempo. Cuando se puso en contacto conmigo para informarme de la situación, no dudé en asegurarle que podríamos reagendar la reunión sin ningún problema. La puntualidad y la dedicación a nuestros valiosos clientes son principios fundamentales que guían el accionar de Lirios Russo.
De pronto, escucho un suave golpeteo en la puerta de mi oficina. Levanto la mirada y veo a Valeria, mi eficiente y cortés secretaria, asomarse con una cálida sonrisa.
—Disculpe, señorita Russo, el señor Vargas ya se encuentra aquí —me informa con su habitual profesionalismo.
—Hazlo pasar de inmediato, Valeria —le indico, sintiendo una emocionante mezcla de nerviosismo y entusiasmo ante la inminente reunión.
Valeria asiente con la cabeza y cierra la puerta, dejándome a la espera. Apenas transcurren unos cuantos segundos cuando la imponente figura de Eduardo Vargas se hace presente, ataviado en un elegante traje gris que realza su porte distinguido.
—Eduardo, es un verdadero y sincero gusto tenerlo aquí —me pongo de pie rápidamente y le extiendo la mano en un gesto de cálida bienvenida.
—El placer es todo mío, señorita Russo —responde él con una sonrisa cordial, estrechando mi mano con firmeza y seguridad.
—Por favor, tome asiento —le indico, señalando la cómoda silla ubicada frente a mi escritorio. Yo también me acomodo en mi lugar, lista para iniciar la reunión con toda mi atención.
Una vez que el señor Vargas se ha acomodado en su sitio, abre su elegante maletín de cuero y extrae unos cuantos documentos, que procede a entregarme con delicadeza.
—Como podrá ver, en estos documentos se detalla un nuevo proyecto que tenemos en mente para el museo —comienza a explicar con profesionalidad y propiedad—. Queremos realizar un evento anual donde expondremos las obras de artistas emergentes, con el objetivo de darles la oportunidad de darse a conocer y que su arte pueda llegar a más personas.
Examino los papeles con sumo cuidado y atención, intrigada por los pormenores de esta propuesta innovadora.
—¿Y de qué manera entraría mi empresa en la organización de este evento? —pregunto, buscando comprender cómo podríamos participar y aportar nuestros conocimientos y experiencia.
—Verá, señorita Russo —continúa Vargas con convicción—, nuestra intención es impulsar el arte en todas sus formas y expresiones. Sabemos que lamentablemente no se trata de una profesión que todo el mundo aprecie y valore como debería, por lo que deseamos dar a conocer a más gente que el arte puede provenir de cualquier individuo, sin importar su edad o trayectoria previa.
Asiento con comprensión, entendiendo a la perfección sus nobles propósitos.
—Y es por esa razón que hemos pensado en Lirios Russo para formar parte de este proyecto —dice Vargas con convicción—. Su empresa es una de las de mayor reconocimiento y prestigio en el descubrimiento y promoción de nuevos artistas. Queríamos hacer una colaboración con ustedes para que sean precisamente sus alumnos y talentos emergentes quienes puedan exponer sus obras en nuestro museo.
Medito cuidadosamente sus palabras, consciente de que esta propuesta podría representar una excelente oportunidad de crecimiento y proyección para nuestra empresa.
—¿Qué beneficios tendría específicamente nuestra participación en este evento anual? —inquiero, buscando comprender con más detalle los términos y detalles del acuerdo.
—Bueno, señorita Russo —explica Vargas con énfasis—, sabemos que Lirios Russo cuenta con sedes internacionales de gran renombre. Y nos gustaría que esos artistas y talentos de otras latitudes también pudieran tener la oportunidad de participar. Queremos darle la posibilidad a todos los creadores emergentes, sin importar de dónde provengan.
La reunión se extiende por casi dos horas, en las que discutimos minuciosamente cada uno de los términos y detalles de la propuesta de colaboración. Finalmente, logramos llegar a un acuerdo que satisface y entusiasma a ambas partes, y procedo a guardar cuidadosamente los documentos firmados en mi escritorio.
Hoy la oficina de Lirios Russo se encuentra inusualmente bulliciosa y animada, pues los empleados solo trabajarán medio turno debido a la fiesta navideña que la empresa organiza cada año para ellos. Es una tradición muy especial que todos esperan con gran ilusión.
A medida que me acerco a mi despacho, puedo percibir el ambiente festivo que impregna cada rincón del edificio. Los pasillos están decorados con guirnaldas, luces y adornos navideños que crean un entorno cálido y acogedor. Los trabajadores caminan de un lado a otro, entre risas y animadas conversaciones, ultimando los detalles de la celebración que se llevará a cabo en apenas un par de horas.