Hilary Russo
La cálida brisa veraniega acaricia suavemente las coloridas decoraciones que adornan el hermoso jardín del restaurante Garnier, creando un ambiente festivo y acogedor que invita a la celebración. Los manteles alegres cubren las mesas, repletas de centros decorativos rebosantes de globos de colores y juguetes, todos perfectamente dispuestos para realzar la ocasión especial de Oliver. La música alegre y animada llena el aire, acompañando las sonrisas y las risas de los invitados que van llegando con regalos envueltos con esmero.
Oliver, como todo cumpleañero orgulloso y emocionado por su día, se mueve enérgicamente de un lado a otro con un sombrero de fiesta torcido sobre su cabeza. Sus ojos brillan con una anticipación contagiosa mientras saluda a cada nuevo invitado que arriba con un entusiasta abrazo y un alegre "¡Bienvenido a mi fiesta!". La pura alegría y emoción irradian de cada uno de sus gestos y movimientos.
Observo a mi hijo jugar con sus primos y me siento profundamente orgullosa de todo lo que hemos logrado construir en nuestras vidas, de poder brindarle todo lo que mi pequeño necesita. Si pudiera retroceder en el tiempo y hablar con esa joven de veinte años que se sentía abrumada por el embarazo, o a la Hilary de hace cinco años que dudaba de ser suficiente, hoy, mirando a mi alrededor, me doy cuenta de que lo soy. Soy capaz de proporcionarle a Oliver el amor, la seguridad y el apoyo que se merece.
La abuela y el abuelo de Oliver están sentados en una de las mesas cercanas al área de juegos, sonriendo con cariño mientras observan a su nieto disfrutar de su día especial. Los primos de mi hijo, igualmente llenos de energía y entusiasmo, se unen a él en divertidos juegos de carreras y risas contagiosas que llenan el ambiente. El tentador aroma de la deliciosa comida del restaurante Garnier flota en el aire, desde los exquisitos platillos hasta los irresistibles postres dispuestos en una elaborada mesa. Los niños se deleitan con las actividades y juegos organizados, como la pintura facial y los emocionantes juegos de pelota, mientras los adultos disfrutan de animadas conversaciones y la compañía de sus seres queridos.
Treinta minutos después, los meseros llegan con la comida que había solicitado, una deliciosa lasaña a la boloñesa. El vapor se eleva desde los platos, mezclándose con el aroma del pan recién horneado y la salsa de tomate especiada, creando una sinfonía de olores que despiertan el apetito de todos los presentes. La lasaña, cubierta con una generosa capa de queso fundido y dorado, promete ser un deleite para el paladar.
Unas horas más tarde, llega el momento tan esperado de cantar el cumpleaños, así que le pido a mi hermana mayor, Luisa, que vaya a avisarle al encargado que traigan el pastel. El pastel que pedí es de tres pisos y el diseño son autos de carrera, pues es lo que más le gusta a Oliver en estos momentos. Aún no lo he visto, así que solo espero que hayan logrado plasmar el diseño que tenía en mente. Es entonces cuando escucho el sonido de un carrito siendo arrastrado y las voces de unas personas que comienzan a entonar el cumpleaños, lo que capta de inmediato mi atención. Con una gran sonrisa, me giro junto a Oli para ver quiénes entran con su pastel.
El sonido de las risas y la música llenaba el aire mientras el grupo hacía su entrada. Han pasado cinco años desde la última vez que vi a Liam. Cinco años repletos de cambios, de momentos difíciles y de crecimiento personal. Pero este día, en el cumpleaños de mi hijo, todos esos años de separación parecen a punto de causar una gran tormenta en mi corazón cuando nuestras miradas se cruzan. Su cabello, ahora un poco más canoso, y sus ojos, reflejando una mezcla de sorpresa y nostalgia, me devuelven a un pasado que creía enterrado.
Cuando vuelvo en mí, lo primero que noto es el rostro pálido de mis dos hermanas, quienes me miran con preocupación. Es entonces cuando caigo en cuenta de quiénes son los que vienen entrando con el personal: Liam y Bastian encabezan el grupo, seguidos por algunos meseros. Lo que me sorprende es verlos ataviados con los uniformes de chef, algo que no esperaba. Puedo ver que Bastian intenta disimular su expresión, pero Liam, por el contrario, muestra un claro asombro e incredulidad en su rostro al encontrarse conmigo.
Todo el mundo nota la identidad de los recién llegados, y el ambiente se vuelve tenso en cuestión de segundos. Sin embargo, nadie se detiene, y continúan cantando el cumpleaños para que Oliver no note nada de lo que está sucediendo. Los minutos siguientes se me hacen eternos, y después de que mi bebé sople las velas y pida un deseo, el personal se retira. Es entonces cuando puedo volver a respirar con más tranquilidad.
Pero la calma no dura mucho, porque cuando me alejo un poco de la mesa, siento la presencia de dos personas detrás de mí. Me alejo un poco más para que nadie note nuestra conversación. Con un nudo de nervios en el estómago, camino hacia una mesa en el fondo, seguida de los gemelos. Al llegar y darme la vuelta para encararlos, reúno el valor necesario para mirar directamente a Liam, el hombre que alguna vez fue mi gran amor, ahora convertido en un completo desconocido. Sin embargo, cuando me regala una sonrisa tímida, pero a la vez un poco nerviosa, siento esa familiaridad que no creí poder experimentar después de tantos años.
El jardín, lleno de color y vida, se convierte en el escenario de una confrontación inesperada y cargada de emociones. Mientras los niños continúan riendo y jugando, y los adultos conversan y disfrutan del festín, me encuentro atrapada entre el pasado y el presente, intentando descifrar qué camino tomar ahora que el destino ha vuelto a cruzar nuestras vidas. La decisión no será fácil, pero este encuentro fortuito puede ser el inicio de una nueva etapa o el cierre definitivo de un capítulo que nunca terminé de escribir.