Lirios de mil colores

Capítulo 16 | Museo

Liam García

Mientras caminaba por las concurridas calles de la ciudad, me dirigía a una acogedora cafetería donde había quedado de reunirme con Bastian y las gemelas. El sol de la mañana bañaba los edificios con su luz dorada, y una ligera brisa traía consigo el aroma a café recién hecho y pan recién horneado, creando una atmósfera de paz y serenidad. A medida que avanzaba, mis pensamientos se centraban en mi hermano.

No puedo evitar sentir un profundo orgullo por Bastian. Ha sido increíble cómo ha afrontado la responsabilidad de ser padre soltero de dos niñas. La transición no fue fácil; recuerdo vívidamente los meses en que mi cuñada estaba enferma. La familia entera vivió en un estado de angustia constante, y su pérdida nos dejó a todos devastados. Sin embargo, lo más desgarrador fue ver a Juul y Eva, sus pequeñas, llorando desconsoladas mientras llamaban a su mamá, sin comprender que ella ya no estaba entre nosotros. La inocencia con la que preguntaban por ella hacía que el dolor fuera aún más profundo.

Juul y Eva son unas niñas increíblemente inteligentes y educadas, con una energía inagotable que a veces pone a prueba la paciencia de Bastian. Las travesuras que inventan son dignas de admiración; desde pintar las paredes con sus crayones hasta esconder los zapatos de su padre justo cuando él está a punto de salir. A menudo me pregunto cómo hace Bastian para mantener la calma y manejar todo con tanta entereza.

Al llegar a la cafetería, mis ojos se dirigieron automáticamente a la ventana que daba al área de juegos. Allí, entre risas y gritos de júbilo, vi a mis sobrinas. Juul y Eva corrían de un lado a otro, subiendo y bajando por los toboganes, sus rostros iluminados por sonrisas genuinas. Verlas tan felices y llenas de vida me llenó el corazón de alegría. Ellas son el reflejo del amor y el esfuerzo de mi hermano, y cada vez que las veo, me siento agradecido por tenerlas en nuestras vidas.

Abrí la puerta de la cafetería y el sonido de una campanita anunció mi llegada. El lugar estaba lleno de gente charlando animadamente, el murmullo de conversaciones mezclándose con el suave tintineo de las tazas y platos. Me dirigí a la mesa donde estaba Bastian, su rostro mostrando una mezcla de cansancio y satisfacción mientras me saludaba con una sonrisa. Nos abrazamos brevemente y me senté a su lado, listo para disfrutar de una mañana en familia, reconociendo que, a pesar de las dificultades, la vida nos había brindado momentos preciosos como este.

Después de pedir nuestros cafés y algunos pasteles para las niñas, Bastian se acomodó en su asiento y me miró con una expresión que combinaba gratitud y curiosidad.

—¿Cómo van las cosas con el restaurante? —preguntó, dándole un sorbo a su café.

—Bien, bastante bien, en realidad —respondí, sintiendo una oleada de orgullo. —Hemos tenido un par de semanas bastante ocupadas. Estoy trabajando en un nuevo menú de temporada y pensando en expandirnos a una segunda ubicación.

Bastian asintió, visiblemente interesado.

—Eso suena increíble. ¿Dónde piensas abrir el nuevo local?

—Estoy considerando algunos lugares en Brooklyn. Quiero que sea un sitio que tenga un ambiente más relajado, pero con la misma calidad que ofrecemos en Manhattan. La idea es atraer a una clientela diferente, quizás más joven y dinámica.

—Me parece una excelente idea. Creo que funcionará muy bien. —Bastian hizo una pausa, observando a las niñas que ahora estaban riendo mientras intentaban trepar por una estructura de juegos. —Juul y Eva estarán encantadas de probar tu nuevo menú, ya sabes cuánto les gusta ir al restaurante.

Sonreí, imaginando a las gemelas explorando el nuevo lugar.

—Siempre es un placer tenerlas. Y hablando de eso, ¿cómo van ellas? ¿Cómo te las arreglas con todo?

Bastian suspiró, aunque con una sonrisa en los labios.

—Es un desafío diario, pero también es lo más gratificante que he hecho en mi vida. Juul y Eva son mi mundo, y aunque a veces es agotador, no lo cambiaría por nada.

Asentí, admirando su fortaleza.

—Eres un gran padre, Bastian. Ellas son afortunadas de tenerte.

Bastian me miró con una mezcla de emoción y gratitud.

—Gracias, significa mucho escuchar eso. —Hizo una pausa, luego me miró más seriamente. —Y tú, ¿cómo van las cosas con Agatha? Sé que me mencionaste que no te has sentido del todo cómodo con algunas cosas últimamente.

Me quedé pensativo por un momento, reflexionando sobre mi relación con Agatha.

—Va... complicado. Hemos estado juntos un par de años y, aunque la quiero, últimamente hay cosas que no me están haciendo sentir bien. Hemos tenido algunas diferencias que no sé si podemos resolver fácilmente.

Bastian asintió, mostrándome su apoyo.

—Las relaciones son complicadas. Si necesitas hablar o simplemente distraerte un poco, cuenta conmigo.

Le sonreí, agradecido por su comprensión.

—Gracias, Bastian. De verdad lo aprecio.

—¿Sabes qué? —dijo Bastian, cambiando de tema con entusiasmo. —Hoy hay una exposición de arte en el Museo Central a las dos de la tarde. ¿Por qué no vienes con nosotros? Creo que te haría bien despejarte un poco. Las niñas también estarán allí y seguro que les encantaría que vinieras.

Me quedé pensando en su propuesta. La idea de pasar tiempo con Bastian y las gemelas en un ambiente diferente me pareció refrescante.

—Suena genial. Me encantaría ir.

—Perfecto —dijo Bastian, sonriendo ampliamente. —Será una tarde divertida.

Justo en ese momento, Juul y Eva se acercaron corriendo a nuestra mesa, sus caritas sonrojadas y sus ojos brillantes de emoción.

—¡Tío! —gritaron al unísono, abrazándome con fuerza.

—¡Hola, pequeñas! —respondí, devolviéndoles el abrazo. —¿Se están divirtiendo?

—¡Sí! —respondió Juul, saltando emocionada. —¿Jugamos juntos?

—Claro, pero primero coman un poco. Tienen que reponer energías.




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