Living A Lie

Capitulo 7: ¿Y si...?

Capitulo final del maraton sorpresa 3/3. Espero que disfruten de la lectura.

"El sentir miedo nos hace darnos cuenta que somos frágiles aunque no queramos admitirlo, el mentirte solo te trae perdición, pero aun así siempre nos mentimos a nosotros mismos, y al mentirnos más perdidos nos encontramos"

-Alstrovisión

Han pasado unos cinco días desde que comencé a cruzarme con ella con más frecuencia. Incluso he conocido a su bebé, un niño de casi dos años, realmente adorable, y eso que no soy muy fanática de los niños. Tienden a llorar mucho y a ser inquietos.

—Min Ho —llamo al pequeño, que intenta ponerse de pie por su cuenta. Me preocupa que dé sus primeros pasos sin su madre, así que lo vuelvo a sentar en el suelo una y otra vez, pero él es tan persistente que sigue intentándolo—. No le hagas eso a tu mamá. Espera a que vuelva, y entonces te dejaré en paz —le digo, pero el pequeño solo me pellizca para que lo suelte. Suspirando, lo dejo ir, justo cuando su madre regresa.

—Llegaste a tiempo, tu hijo está a punto de caminar —le digo mientras ella deja las bolsas en la despensa. Se acerca al niño con una sonrisa tan grande que no puedo evitar contagiarme.

Aunque no hace mucho que la conozco, me ha caído genial, lo cual es raro en mí, ya que suelo ser muy desconfiada.

Algo que confirme al estar con Lia es que las apariencias engañan. La primera vez que la vi, por cómo estaba vestida, podría haber jurado que era una prostituta. Y aunque no estaba del todo equivocada, ahora entiendo por qué lo hace.

Tiene un hijo al que cuidar. Me ha contado que nunca pudo terminar sus estudios porque sus padres no tenían suficiente dinero para pagar tanto los suyos como los de su hermano. La presionaron para que dejara la escuela, diciéndole que si su hermano se graduaba, sería la salvación de la familia.

Ella aceptó, más por ellos que por sí misma. Sus padres fueron egoístas, pero aun así, ella ha salido adelante, cargando un peso inmenso sobre sus hombros.

En cuanto a su hermano, ni se acuerda de ella. Está ocupado formando su propia familia, y creo que ni siquiera visita la tumba de sus padres. "Desagradecido" fue lo primero que pensé y le dije cuando me lo contó. Ella me tiene mucha confianza, de lo contrario no me habría compartido su historia.

—Eso es, Min Ho, ven con mami —dice, mientras el pequeño tambalea hacia ella. La escena frente a mí es tan cálida y acogedora que casi me cuesta irme.

—Hee —la miro—, ¿te quedarás a cenar?

—No, tengo trabajo en una hora, así que ya debería irme —respondo mientras me levanto del suelo.

—¿Trabajas los fines de semana? —pregunta ella, sorprendida.

—Solo los sábados —contestó, sin añadir nada más mientras me pongo el abrigo y los zapatos—. Hasta luego, cuídense —les digo al salir de la casa.

Camino hacia la tienda de conveniencia, sintiendo que alguien me observa, pero no le doy mucha importancia. Este barrio, contiguo al mío, está lleno de ancianas chismosas que suelen deambular por las esquinas.

Cuando finalmente llego al trabajo, me quito el abrigo y me pongo el delantal antes de ubicarse detrás de la caja.

Me despido del chico del turno anterior, que parece tan ansioso por irse como yo lo estaré en unas horas. El turno transcurre sin incidentes, tanto que apenas noto cuando llega mi hora de salida: 10:30 p.m. Pero no puedo irme hasta que llegue mi relevo.

Lo espero pacientemente, aunque llega unos diez minutos tarde. Se disculpa, y yo solo asiento, deseando con todas mis fuerzas llegar a casa y caer en la cama.

Salgo de la tienda y emprendo el camino a casa. Al llegar a la entrada de mi barrio, esa sensación de ser observada vuelve a apoderarse de mí, pero esta vez estoy más alerta. Dudo que las señoras del barrio estén afuera a esta hora; es demasiado peligroso.

La inquietud crece dentro de mí sin razón aparente, un mal presentimiento que me pone los pelos de punta. Acelero el paso, intentando no mostrar el pánico que empieza a apoderarse de mí. Quien sea que me esté observando, no debe notar el miedo que ha sembrado en mi interior. ¿Dónde está mi valentía cuando más la necesito? Sé un poco de defensa personal, pero eso no detendría a alguien más fuerte que yo, y la idea me aterra.

¿Por qué parece que nunca llego a mi calle? Me pregunto mentalmente, mientras mi corazón late con fuerza.

Estoy tan asustada que bajó la guardia por un momento cuando me pierdo en mis pensamientos, y es entonces cuando siento a alguien muy cerca de mí.

Antes de que pueda reaccionar, un sujeto me jala hacia un callejón oscuro. No puedo gritar; apenas puedo respirar porque me cubre la boca y la nariz con un trapo.

En el callejón, siento algo frío rozar mi cuello, y escucho una voz ronca que me hiela la sangre.

—Si gritas o haces algún movimiento, te disparó —sus palabras me erizan la piel y siento mi corazón palpitar con desesperación mientras mis ojos se llenan de lágrimas—. ¿Entendiste? —dice al oído, y asiento repetidamente, aterrada. Finalmente, quita el trapo y respiro con dificultad.

Me voltea bruscamente, y entonces lo veo: es el hombre al que golpeé por ayudar a Lia. Comienzo a temblar de miedo. ¿Ha venido a vengarse?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.