Llena eres de gracia.

Prefacio.

1894   

 

1894

 

Cristóbal De Villaseñor y Mendoza se ajustó el pañuelo que llevaba alrededor de su cuello y disimuladamente se acomodó el bigote del cual estaba orgulloso. Vio entrar al señor Rousseau y se levantó para estrechar la mano con él.

—Debo disculparme por mi demora, señor De Villaseñor— El acento del señor Rousseau denotaba un español malo, un español con un acento muy marcado del francés.

Cristóbal con un gesto con la mano, invito al señor Rousseau a tomar asiento.

—No hay porque disculparse. ¿Qué tal se encontró el viaje? ¿Gusta? —El señor Cristóbal le ofreció a Adolphe Rousseau un puro del cual acepto gustoso.

—Me he encontrado con algunas dificultades, pero nada que no ha podido sobrellevarse— dejo escapar humo. Adolphe era un hombre que a pesar de su edad avanzada se veía joven, con el cabello de un color castaño oscuro al igual que su bigote y una piel clara, que destacaba sus ojos de color azul vidrio, su altura no daba la impresión de que era alto, tenía una estura mediana y destacaba su gusto por la ropa fina que llamaba la atención a su apariencia, por otro lado, Cristóbal era un hombre con cabello encanecido y un bigote plateado. Su piel era de color avellana y contaba con ojos de color miel.

—Menos mal está aquí ¿Ha pensado radicar?

—Lo he pensado muy bien y he llegado a la conclusión de que este sitio podría ser muy útil para mi negocio. Claro debo considerar que usted formara parte de ello. — Rousseau enarco una ceja. 

—Veo que lo ha considerado.

—En efecto y creo que es conveniente para ambos.

Margarita criada de la casa entro con una charola y vertió café traído desde Orizaba para ambos señores, Cristóbal le hizo una señal para que los dejara solos y fue así como ella se marchó, Rousseau probo el café e hizo un sonido de aprobación.

—Magnifico café.

—El mejor, le confirmo.

—Es cuestión de tiempo, Señor De Villaseñor. Mi familia esta próxima para llegar.

—Usted y su familia son más que bienvenidos a mi humilde morada.

Rousseau dejo la taza en la mesa y entrelazo sus manos.

—Y le estoy agradecido. ¿Cuándo podrá ser el encuentro?

—Cualquier día estoy disponible. Mi hija estará presentable ese día.

Rousseau jugueteo con el anillo de su dedo y después sonrió.

—Mi hijo es un buen chico, estoy totalmente seguro de que será una buena opción para su hija.

Cristóbal sonrió.

—Concluyo que es un hecho. —extendió la mano hacia Rousseau y este la estrecho.

—Es un hecho.

      

 

 



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Editado: 12.03.2018

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