Lo Desconocido del Reino

Capítulo 10

En este momento, me resulta casi imposible enfocarme en algo en particular. Siento una mezcla de frustración y curiosidad por descubrir si alguien puede conocer mi pasado.

Intentar concentrarme en el proyecto se vuelve difícil, especialmente cuando estoy en el mismo grupo que Amber. Su horrible voz me saca de mis pensamientos.

—Bueno, creo que ya es suficiente por hoy, así que puedes irte, Madie —dice Amber con ese tono de superioridad que tanto detesto.

No tiene que decírmelo dos veces, recojo rápidamente mis cosas y me alejo lo más que puedo de ellos.

—Yo también debería irme —escucho a Jayden decir algo incómodo por la tensa situación.

—Oh, pero Jayden, tú puedes quedarte el tiempo que quieras.

Un minuto, solo un minuto y ella ya está coqueteando con él.

¿No puede simplemente pretender que no me odia por solo un instante?

—¿A dónde vas? —escucho la voz de Jayden acercarse.

—Hacia la salida —señalo, como si no fuera obvio.

—Vaya respuesta más ingeniosa —se burla—. Puedes quedarte. No tienes que irte.

—No creo que a la princesa le guste esa idea —hago una mueca imaginando su reacción si me quedara más tiempo del necesario—no, no es necesario —niego con la cabeza.

—¿Qué te parece si te llevo a algún lugar a comer algo?

—No creo que sea una buena idea, más por ti que por mí.

Frunce el ceño.

—¿A qué te refieres?

—Por Amber —digo encogiéndome de hombros—. ¿No crees que se enojaría?

—¿Por qué lo haría? ¿Acaso va a pasar algo entre nosotros?

Oh. Dios. Mío.

—No, no, definitivamente no —digo, intentando controlar el temblor en mi voz—. Pero siendo tu novia...

—No lo es... Aunque eso fue lo que creíste —una sonrisa se dibuja en su rostro mientras se acerca un paso más—. Dime, preciosa, ¿qué pensabas que iba a suceder?

Me siento muerta en vida. Mi corazón da un vuelco, la sangre deja de circular por mis venas y cualquier capacidad de hablar desaparece junto con mi dignidad.

—Nada, solo no creo que le gustaría que alguien más salga a comer con su novio... o lo que sea que tenga ustedes dos.

—¿Lo que sea? —repite, analizándome con una sonrisa—. ¿Por qué dices eso?

Me encogí de hombros. Ya hablé demasiado hoy como para decirle que los vi discutir por estar conmigo.

—Está bien, dejaré que me lleves.

—¡Genial! —me guiña un ojo, el triunfo reflejado en su rostro—. Voy a buscar mis cosas y vuelvo. Ponte cómoda mientras me esperas, no tienes que quedarte de pie.

Dicho eso, se dirige hacia donde estábamos trabajando en el proyecto hace unos minutos.

¿Y ahora qué se suponía que debía hacer? Sentí como si una lucha interna se desatara dentro de mí.

¿Quizás solo exploraría un poco?

No, Madie. No puedes...

Pero... ver y curiosear no es lo mismo, puedo echar solo un vistazo rápido.

Mi curiosidad insistía en tomar el control y echar un vistazo a mi alrededor, mientras mi conciencia me advertía de las consecuencias. Suspiré lentamente, tratando de calmar la ansiedad que me invadía.

Observé la sala con distracción, dejando que mi curiosidad e intriga me llevaran a examinar cada detalle. Me detuve en cada rincón, inspeccionando minuciosamente cada objeto, hasta que me sentí satisfecha.

Miré a mi alrededor en busca de Jayden, pero no había señales de que alguien estuviera cerca. Continué con mi tarea, absorta en lo que hacía.

De repente, chocamos. El impacto fue inesperado y me llenó de sorpresa. Al levantar la mirada, me encontré frente al rey.

—Oh, por Dios, majestad. No fue mi intención —balbuceé, sintiendo una ola de vergüenza y apenada, inclinándome en una reverencia.

—Por favor, no me llames así—me reprendió, con tono divertido. —solo lo acepto cuando tengo que mostrar autoridad hacia un grupo de personas, en lo personal, siempre odie ese término— bromeó. —Y sobre el pequeño accidente que casi deja a Bélgica sin rey, no hay problema. Al menos sé que mi hija me reemplazará. Puedo morir en paz — suelta una pequeña carcajada, cuando mis mejillas se volvieron rojas de la vergüenza—Hablando de mi hija, supongo que eres la chica con la que hará el proyecto —continuó. Asentí, tratando de contener mi nerviosismo. —En serio, no tienes por qué disculparte. A cualquiera le pasa —concluyó, mostrando una amplia sonrisa. Yo le devolví una tímida.

El rey me observó durante unos instantes y noté un brillo especial en su mirada, lo cual le provocó una sonrisa aún más amplia.

—Me recuerdas a alguien, pero no logro recordar a quién —comentó, poniendo una mano en mi hombro. Me estremecí ante este gesto cariñoso e inusual viniendo de un rey. —Bueno, supongo que ya te ibas. Feliz día —dijo mientras se alejaba.

—Gracias. Igualmente —respondí, un tanto desconcertada.

Mordí mi labio inferior y me dirigí hacia la salida. Estaba segura que Amber había secuestrado a Jayden, eso explicaba su ausencia.

Antes de salir, una vitrina llena de diferentes tipos de coronas capturó mi atención. Eran hermosas, adornadas con diamantes y colores vibrantes. Cada detalle las hacía únicas y deslumbrantes. Por unos instantes, quedé hipnotizada por su belleza, hasta que mi teléfono vibró, interrumpiendo mi ensueño.

Era un mensaje de un número desconocido.

Su mirada está velada por una venda,
Ciega ante la realidad que es tan evidente,
Las preguntas llenan su mente ferviente.

Sus problemas, tan cerca y al alcance de su mano,
Pero ella persiste en buscar en vano,
En el lugar equivocado, sin percatarse,
La certeza se evade, la incertidumbre se hace colarse.

La princesa, con su corona de oro y esplendor,
En busca de respuestas que no encuentra ni por error,
Los secretos se ocultan a su vista,
Mientras su mente lucha con cada pista.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.