—Papá, ¿qué haces aquí afuera? —preguntó Catherine, titubeando, temerosa de que la hubiera visto junto a Marcos.
—Bueno, tu madre está cantándole el cumpleaños a Lucas, y no te encontré en la sala. ¿Qué haces aquí? La fiesta es adentro.
—Solo salí a respirar un poco de aire fresco, ya sabes que estar rodeada de tanta gente no me agrada —respondió Catherine, intentando ocultar su nerviosismo.
Antonio la miró fijamente, buscando una señal de mentira. Tras unos segundos de silencio, suspiró.
—Está bien, ven conmigo —la tomó del brazo suavemente, guiándola de vuelta a la mansión.
Dentro, los invitados estaban reunidos alrededor de una gran mesa en la sala principal. Un pastel de tres pisos, decorado con esmero, ocupaba el centro junto a una gran variedad de dulces. Lucas, su hermano menor, se encontraba en el centro, con una expresión que mostraba sus deseos de escapar de la atención. Al verla entrar, le lanzó una mirada cómplice. Ambos sonrieron.
—Felicidades, hermanito, por tus quince. Estás hecho todo un galán.
—Jajaja, gracias, Cath —respondió Lucas, un poco avergonzado.
El canto de "Cumpleaños feliz" comenzó a llenar la sala mientras Catherine se esforzaba por aparentar normalidad. Pero su mente seguía en el jardín, con Marcos.
Mientras tanto, en la mansión de los Ferreira...
Sergio Ferreira, un hombre imponente y serio, estaba sentado a la cabecera de la mesa en su elegante comedor. Como empresario de cosméticos de prestigio internacional, su presencia dominaba cualquier espacio. A su izquierda, su hijo Henry comía tranquilamente, y a su derecha, su hija menor, July, jugueteaba con el tenedor.
—¿Dónde está Marcos? —preguntó Sergio, rompiendo el silencio.
Henry, con sus ojos azules idénticos a los de su padre, respondió sin mirarlo.
—Papá, ya conoces a Marcos. No va por ahí diciendo dónde anda. Además, ya es lo bastante mayor como para que lo estés vigilando —dijo con un aire despreocupado.
—Ay, papá, seguro está por ahí haciéndote un nieto —bromeó July, con sus ojos ambarinos brillando de travesura, un reflejo de su difunta madre.
—¡Qué vocabulario es ese, jovencita! —exclamó Sergio, molesto.
En ese momento, la puerta se abrió.
—Buenas noches, familia. ¡Qué bien huelen esas langostas! —dijo Marcos, entrando finalmente en la sala.
—Hasta que te dignas en aparecer. Siéntate y come —respondió Henry, señalándole la silla vacía.
—Margarita, tráele la cena a Marcos, por favor —ordenó Sergio.
—Claro, señor —respondió la nana con una sonrisa mientras se retiraba a la cocina.
—Gracias, nana. Esto huele exquisito —dijo Marcos, apreciando el aroma.
—La hice con la receta de tu madre, cariño —le susurró Margarita con ternura al dejarle el plato.
July, con su habitual chispa, rompió el breve silencio.
—Y bueno, Marcos, ya sabes que papá está furioso porque pensaba que lo ibas a convertir en abuelo antes de tiempo, ¡jajaja!
—July, compórtate y vete a tu habitación —dijo Sergio, cada vez más acalorado.
—Ay, papá, ¿por qué te enfadas tan fácil? —rió Marcos mientras July se levantaba de la mesa—. Ella solo te está poniendo a prueba.
—Pero en serio, ¿dónde estabas, hermano? —preguntó Henry, terminando su ensalada.
—Por ahí. Y por cierto, vi a tu querida Sabrina. Me dio esto para ti —respondió Marcos, entregándole una carta.
—¡Qué linda es mi reina! —dijo Henry, con una sonrisa boba y sonrojada—. Ya estoy lleno, me voy a la cama. Buenas noches, padre, hermano.
—Ve y sueña con tu reinita Sabrina Johnson —se burló Marcos cuando Henry se levantó de la mesa.
—¡No vuelvas a mencionar ese apellido! —intervino Sergio, tajante.
—Pero es su apellido padre
—Sabrina será lo único rescatable de esa familia, pero no quiero que te acerques a su hermana, ¿me escuchas, Marcos? Con la relación de tu hermano ya hemos vivido un infierno. Especialmente con Antonio. Ese hombre me odia porque cree que robamos sus acciones, ¡y no me cansaré de repetir que no tuvimos nada que ver!
—Pero papá, la enemistad no tiene sentido. Ya se demostró que no estábamos involucrados.
—Ese hombre no entiende de razones, y nos ve como competencia. Somos rivales, Marcos. Si te acercas a los Johnson, me temeré lo peor. Eres mi heredero, y no puedo permitir que arruines todo lo que construimos. Si caes en las manos de ellos, Antonio nos destruirá. Esta empresa fue el legado de tu madre, construido con sacrificio y sudor. Así que olvídate de Catherine de una vez por todas.
—Lo intentaré, papá...
—No quiero que lo intentes. Quiero que lo hagas. No por mí, sino por tu madre.
Las palabras resonaron en la cabeza de Marcos. La promesa a su madre, hecha en su lecho de muerte, era lo único que lo mantenía alejado de Catherine. Con la mirada baja, dejó su plato sin terminar y se dirigió a su habitación.
—Marcos, ¿puedo entrar? —la voz suave de July sonó detrás de la puerta.
—Adelante.
July abrió con cuidado.
—¿Fuiste a ver a Cath, verdad?
—Sí. Estaba preciosa, July, radiante. Pero me dijo que está enamorada de ese imbécil de su amigo, y que me olvide de ella para siempre.
—No te creo ni una palabra. Ese bobo puede que sí, pero ella... Ella te ama desde siempre, lo sé.
—Tal vez, pero algo se me ocurrirá.
—¿Algo como qué?
—Ya verás. Mientras tanto, dejemos que todos piensen que es... imposible.