Lo que el destino unió

Extra 2: Especial San Valentín 

14 de febrero del 2019

Habían pasado casi cinco meses desde que me mudé a Liverpool. Me costó un poco adaptarme a los nuevos cambios, no sé ni cómo lo hice, pero lo logré y estaba feliz de eso.

Si hablamos de mi vida amorosa no sabría qué decir, desde hace meses estaba en una relación. Por más raro que parezca le di una oportunidad a experimentar una relación a distancia, sí, la chica que no quería tener este tipo de relación se planteó darles una oportunidad: él fue el culpable de que anhelara algo que nunca quise, y como testigo del inmenso pavor que tenía estaba Erick, que en su momento lo dejamos porque me iba de intercambio a Liverpool, por un año, y no me veía preparada para sobrellevar una relación así, además al poco tiempo me enteré de mi embarazo. Aquello fue lo que me convenció de que había tomado la mejor decisión.

Ni yo entendía cómo había dejado de lado el mantra que siempre había usado “Amor de lejos, amor de pendejos”, pero él se había encargado de romper cada uno de mis límites y temores. Por muy extraño que fuera me sentía a gusto con mi relación, al principio nos costó mucho iniciar nuestro romance ―vale que nos conocíamos de antes, pero era complicado―.

Una pequeña sonrisa se instaló en mi rostro nada más recordar el instante en que rechacé ser su novia. 

Septiembre del 2018

Ante su propuesta me quedé atónita. Llevé mis manos a la boca, ya que las palabras no eran capaces de ser pronunciadas.

Si bien era cierto que él me gustaba desde que estábamos en California y actuábamos como pareja sin siquiera serlo, no podía aceptar, si me lo hubiera propuesto antes… Otra historia seria, pero ahora había un océano de por medio, miles de kilómetros que se encargaban de separarnos y una diferencia horaria enorme. 

―Lo siento, pero no puedo. ―Pronunciar aquellas palabras fue lo más difícil que he hice en los últimos meses. Si me ha afectado a mí decírselas, no quiero ni imaginar el dolor que provoqué en él. Me sentía tan mal que mi conciencia me incitaba a arreglar lo que había ocasionado, no me gustó ver como su sonrisa desaparecía, aquello provocó que mi corazón se estrujara―. Siento que no es el momento idóneo, si me lo hubieras propuesto antes juro que te habría dicho que sí, pero no quiero tener una relación a distancia: no quiero acabar con el corazón roto y menos estar martirizándome con “me estará engañando” “Se habrá aburrido de mí” ...

No pude continuar con mi argumento porque me interrumpió. 

―Chelsy, nunca, pero nunca te haría daño. Prefiero perder toda mi fortuna antes que herirte de una manera tan baja. ―Se volvió a acercar y me agarró de las manos. La poca distancia que nos separaba provocaba que mi corazón se acelerara. ―¿Quién dice que no va a funcionar? Hay muchas parejas que disfrutan de su noviazgo a pesar de los quilómetros que los separa, y aun así se ven felices. Si le tienes pavor porque alguien de tu pasado te falló, déjame demostrarte que no todos somos iguales, porque hay quienes sí sabemos valorar a las personas que tenemos a nuestro lado.

―Tus palabras son tan tiernas. ―Con mi mano derecha acaricié su mejilla. ― Pero mi miedo a una relación a distancia está en las vivencias de personas que han sido cercanas a mí. He visto en primera fila como se han sentido cuando se enteraron de que sus “parejas” las estaban engañando.

 

Aquella noche finalizó allí, ambos nos despedimos en el vestíbulo del hotel, no sin antes darnos beso. A pesar de haber rechazado su propuesta, Austin, en ningún momento, se dio por vencido. Al contrario. Él hizo que las dos semanas que estuvo en Liverpool fueran únicas e inolvidables.

Aun cuando vino por el pre-infarto que había sufrido su abuelo, esa fue la explicación que me dio April, en una noche de insomnio, al querer saber más de lo que estaba pasando, ambas acordamos vernos en una cafetería cercana a la universidad, aprovechando que tenía dos horas muertas. Se notaba que mi amiga estaba mal, los últimos acontecimientos que habían vivido eran una locura, pero la guinda de su preocupación se centraba en su hermano; él estaba actuando de forma extraña y no entendía sus actitudes, sabía que en las noches no dormía en el hotel y algunas veces ni en la mañana estaba presente.

«Si April no sabía nada de lo que estaba haciendo su hermano en las noches. ¿Cómo supo dónde vivía?» Aquel pensamiento inundó en mi mente durante unos días, no me atrevía a preguntárselo, no quería dañar los momentos que nos encontrábamos viviendo.

Al saber aquello me sentí mal con los abuelos de Austin y con su hermana, se suponía que él había venido por su abuelo, no a pasar tiempo conmigo, y para el colmo su hermana estaba preocupada por él. Parecía que él había olvidado su objetivo principal, que era pasar tiempo con su familia. Dos días después le expuse lo que pensaba, él debía de pasar tiempo con su familia y no olvidarse del motivo de su viaje relámpago, al final acordamos que en las noches serían testigo del amor que sentíamos el uno por el otro.

Y así fue, lo que restaba de su estancia en la ciudad fueron una locura, en las noches no dormía en casa de mis abuelos, ya que me quedaba con Austin en el hotel, también a contrarreloj buscamos completar las actividades que él había planificado. En algunas ocasiones Liam también estaba con nosotros, también recurría a Sarah para que lo cuidara ―ella ni corta ni perezosa, aceptaba cuidar de mi pequeño, pero siempre decía “¡Pásalo bien y usa condón, soy muy joven para volver a ser tía!” ―. 



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En el texto hay: destino, romance, carrerasilegales

Editado: 14.02.2023

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