CAPÍTULO 3

Una tarde, mientras ordenaba algunos papeles en su escritorio del aula, Noelí decidió revisar su correo electrónico. Entre los mensajes triviales de ofertas y recordatorios, uno captó su atención. Era una invitación para una entrevista en una institución dedicada al cuidado y educación de niños en situación de abandono.
Hacía un tiempo había enviado su cv a un portal de trabajo, sin detenerse a pensar demasiado. Lo había considerado una opción para ocupar unas horas y hacer algo diferente. El puesto de coordinadora de actividades artísticas le despertó una chispa de emoción. Podía ser una oportunidad para recuperar algo de la pasión que había perdido, además de cambiar la rutina y, tal vez, de encontrar un propósito más profundo.
Cuando sus ojos recorrieron el mensaje, notaron algo que la hizo detenerse: el nombre que aparecía al final de la invitación. Sebastián Rivera, Director de la Institución.
El mundo pareció detenerse a su alrededor mientras repetía el nombre en su mente, como si ya lo hubiera escuchado de antes. Entonces, los recuerdos comenzaron a arremolinarse en su mente, cada uno nítido y vívido, como si el tiempo no hubiera pasado.

Sebastián… podia ser su excompañero de secundaria, un chico de mirada profunda y gestos pausados, tan diferente del bullicio adolescente. Solo habían cruzado algunas palabras, en los trabajos en equipo o en eventos escolares, y sin embargo, Noelí nunca olvidó la serenidad que irradiaba, su aparente calma frente a todo.
Sin darse cuenta, una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios al creer que era él. Empezó a imaginar al Sebastián de entonces como un director de institución, alguien serio, formal y misterioso, dando instrucciones con su típica quietud y aquella extraña intensidad que siempre parecía guardarse para sí mismo.
Pero enseguida sacudió la cabeza, un poco avergonzada por dejarse llevar por ideas tan improbables.
-No, no puede ser él -dijo convencida de que no era más que una coincidencia. Este Sebastián debía ser otra persona, alguien que solo compartía un nombre común.

.......

De regreso a casa, mientras preparaba la cena, la intriga comenzó a crecer. Trató de distraerse con los quehaceres, pero no podía dejar de imaginar al Sebastián que conoció, y la posibilidad, pequeña e improbable, de que él estuviera viviendo en la misma ciudad donde ella había construido su vida con Martín. ¿Qué tan irónico sería que, después de tanto tiempo, fuera precisamente él quien volviera a cruzarse en su camino?
Esa noche, después de acostar a Tomás, Noelí se sentó frente a la computadora. La tenue luz de la pantalla iluminaba su rostro mientras volvía a abrir el mensaje. Sus ojos recorrieron cada palabra con atención, como si buscara alguna señal escondida, alguna pista que pudiera confirmar lo que su mente insistía en imaginar.
Con un suspiro, dejó que sus dedos se deslizaran por el teclado. Temblaron ligeramente al escribir la respuesta:

"Buenas tardes. Confirmo mi asistencia a la entrevista en la fecha y hora indicadas. Muchas gracias por la oportunidad."

Se quedó mirando la pantalla por un instante, dudando. Pero antes de que pudiera cambiar de opinión, su mano hizo clic en el botón de enviar. Un mensaje de confirmación apareció, sencillo y directo, pero su corazón seguía latiendo con fuerza, como si acabara de tomar una decisión crucial.
Cerró la laptop con cuidado, dejando escapar un suspiro profundo. Mientras apoyaba la espalda en la silla, una sensación de expectación se coló entre sus pensamientos. No sabía exactamente qué le esperaba en esa entrevista, pero la idea de que su ex compañero pudiera estar allí encendía algo dentro de ella. Era una mezcla de intriga, emoción y un leve atisbo de miedo, como si acabara de abrir una puerta hacia un territorio desconocido.