Noelí se encontraba en la sala de reuniones y la expectativa hacía que su pecho vibrara con cada latido. A su alrededor, otros docentes y personal del instituto aguardaban, observándola con curiosidad y atención. Era un momento crucial; frente a ellos, presentaría el proyecto en el que había volcado toda su energía.
Inspiró profundamente, ajustando los papeles frente a ella y haciendo un esfuerzo por calmar el ligero temblor de sus manos. Cuando comenzó a hablar, sin embargo, las palabras fluyeron con una confianza que solo el arte era capaz de brindarle.
—El proyecto que les propongo —comenzó, observando cada mirada en la sala—, está diseñado para que los niños no solo encuentren en el arte una forma de expresarse, sino que también desarrollen habilidades prácticas que puedan aplicar en su vida futura. La idea es ofrecerles una formación en áreas como diseño gráfico y carpintería artística, que les permita experimentar con diferentes técnicas y herramientas. Me gustaría que aprendieran a ver el arte no solo como una actividad recreativa, sino como una oportunidad profesional.
Notó algunas expresiones pensativas y se sintió alentada a explicar en mayor detalle.
—La propuesta incluye talleres de diseño gráfico, donde puedan aprender los fundamentos del diseño digital, desde la ilustración hasta la edición, usando programas accesibles. Para la carpintería artística, queremos que aprendan a trabajar con materiales, diseñando y construyendo piezas pequeñas que estimulen su creatividad y les enseñen a utilizar herramientas de manera segura. —Se detuvo un momento, asegurándose de captar las reacciones de sus colegas—. También estoy considerando otros talleres prácticos, como técnicas de reciclaje y restauración, para que comprendan el valor de transformar los materiales que tienen a su alcance.
La sala permaneció en silencio durante unos segundos, hasta que un hombre de cabello canoso y expresión seria, levantó la mano.
—Me parece un enfoque interesante —comentó—, pero ¿crees que los niños estarán realmente interesados en algo tan técnico? Muchos de ellos vienen de situaciones difíciles; quizás prefieran a actividades más relajadas y menos estructuradas.
Noelí sintió cómo sus nervios crecían, pero se obligó a mantenerse firme. Es mi oportunidad de demostrar que puedo manejar esto, pensó, recordando que había dedicado horas a prever posibles preguntas.
—Lo entiendo, y es una muy buena observación —respondió con calma—. La idea es que cada actividad se adapte al interés y a la disposición de cada niño. Sé que algunos pueden necesitar tiempo para sentirse cómodos con algo tan técnico, así que planeo comenzar con una introducción a las diferentes actividades para que ellos mismos puedan elegir. Quiero que sientan que tienen un espacio para explorar, sin la presión de resultados, sino a su propio ritmo.
Algunos docentes asintieron, pero una profesora en la esquina levantó la mano, mirándola con cautela.
—¿Y qué pasa con el tema de la seguridad? —preguntó—. Si vamos a enseñarles carpintería o técnicas de reciclaje, necesitamos asegurarnos de que el equipo y los materiales sean adecuados para niños. No quisiéramos exponerlos a riesgos.
Noelí asintió, manteniendo la calma a pesar de la presión que sentía.
—Es una preocupación importante, y ya lo he tenido en cuenta. Para cada taller planeo usar herramientas adecuadas para su edad, especialmente diseñadas para que aprendan con seguridad. Además, el taller de carpintería y el de reciclaje estarán supervisados en todo momento por docentes y personal especializado.
Sebastián, que había estado observando en silencio, cruzó los brazos, evaluando cada respuesta. Su expresión reflejaba atención y respeto por la forma en que Noelí manejaba las inquietudes de sus colegas. Aunque estaba listo para intervenir si ella necesitaba apoyo, se dio cuenta de que ella estaba resolviendo cada pregunta con inteligencia y empatía.
Otro docente, un hombre de voz firme y expresión preocupada, lanzó una última pregunta.
—Entonces, ¿qué tanto presupuesto vamos a destinar a estos talleres? Ya tenemos un plan de actividades, y modificar las instalaciones o añadir equipos nuevos requiere recursos considerables. ¿No sería mejor enfocarnos en lo que ya tenemos?
El comentario generó murmullos entre los docentes, y Noelí sintió una pequeña punzada de nervios. Sin embargo, se obligó a recordar que había considerado cada aspecto de este proyecto.
—Sé que el presupuesto es una preocupación importante —respondió, con tono seguro—. Mi propuesta incluye aprovechar los recursos existentes, como el aula de computación para diseño gráfico y el taller de materiales que ya tenemos. Pero también es importante ver esto como una inversión para el futuro de los niños. Cada área que adaptemos, cada herramienta nueva que integremos, será una oportunidad más para que ellos desarrollen habilidades útiles. —Hizo una pausa, asegurándose de que todos comprendieran su punto—. Si queremos ayudar a los niños a crecer y encontrar su propio camino, debemos ofrecerles todas las oportunidades posibles, sin limitarlos.
La sala volvió a quedar en silencio. Sebastián, con una leve sonrisa, asintió y se dirigió al grupo.
—Noelí tiene razón. Estamos aquí para abrirles puertas, y veo en este proyecto una oportunidad significativa para los niños. La institución cuenta con el presupuesto necesario para realizar estas modificaciones, y estoy seguro de que, con el apoyo de todos, lograremos resultados extraordinarios.
La tranquilidad con la que Sebastián dio su respaldo calmó las dudas, y Noelí sintió un alivio indescriptible. El apoyo de su colega, junto con las expresiones de aprobación de otros docentes, le confirmaron que había logrado transmitir su visión.
Al finalizar la presentación, mientras los demás comenzaban a recoger sus cosas y dispersarse, Sebastián permaneció en su lugar, observándola con una mezcla de admiración y orgullo. Cuando las miradas de ambos se cruzaron, él dio un par de pasos hacia ella, esquivando discretamente a los demás para acercarse.