Los días en el Instituto Seoyeon comenzaron a tener un ritmo distinto desde que los cuatro se unieron. A veces ni siquiera necesitaban planear algo; simplemente se encontraban, se reían y el resto fluía como si el tiempo supiera que no debía interrumpir.
Una tarde cualquiera, después de clases, Ayla se quedó mirando por la ventana mientras en su cuaderno garabateaba frases sueltas. Fis estaba a su lado, ordenando pinceles. Lina estaba en el suelo, intentando hacer una coreografía que había visto en internet, y Nico, sentado en una esquina, leía un libro, aunque sus ojos se desviaban cada tanto hacia el grupo con una leve sonrisa escondida.
—¿No les parece curioso cómo terminamos siendo amigos? —preguntó Ayla, cerrando su cuaderno.
—No fue curioso, fue el destino —respondió Lina, haciendo un giro torpe que la hizo caer al suelo—. ¡Ups!
Fis se agachó a ayudarla y le ofreció la mano.
—A veces el destino también tropieza —dijo con una leve risa.
—Y yo soy la reina de esos tropiezos —añadió Lina, sentándose en el suelo mientras todos reían.
—Pero es cierto —continuó Ayla—. Hace un mes, ninguno de nosotros hablaba con el otro… y ahora estamos aquí, como si nos conociéramos de toda la vida.
—Hay personas con las que la conexión es instantánea —dijo Nico, sin apartar la vista del libro—. Aunque no lo sepas, las estabas esperando desde hace tiempo.
Todos quedaron en silencio por un segundo. No por incomodidad, sino porque sentían que Nico había dicho algo muy cierto. Y nadie necesitó responderlo.
Ayla se levantó de su silla con una idea en la cabeza.
—¿Y si vamos a ese café nuevo? El que tiene luces colgantes y sillas de colores. Podemos celebrar… no sé, que existimos.
—¡Sí! ¡Y después vamos al parque y tomamos fotos! —añadió Lina entusiasmada—. Quiero una foto grupal con cara seria, como si fuéramos una banda coreana famosa.
Fis miró a Ayla con una sonrisa.
—¿Vas a llevar tu cámara?
—¿Qué crees tú? —dijo ella, guiñándole un ojo.
Y así, al atardecer, los cuatro caminaron entre las calles anaranjadas por el sol. El café era cálido, con aroma a vainilla y música suave de fondo. Se sentaron en una mesa junto a la ventana, entre risas y anécdotas.
Lina pidió el pastel más grande del menú solo para compartirlo. Nico, aunque fingía estar serio, tomó el primer bocado con la cuchara de Lina. Fis dibujó a Ayla en una servilleta, sin que ella lo notara, y luego se la entregó cuando salieron.
—¿Esto soy yo? —preguntó Ayla, sonrojada al ver el pequeño retrato.
—No es exacto, pero capté la esencia —respondió Fis, encogiéndose de hombros.
—Te quedó hermoso. Gracias…
Caminaron al parque, donde el cielo ya comenzaba a oscurecer. Las luces de las farolas encendieron pequeños reflejos en el lago, y los cuatro se tomaron la famosa foto grupal, todos con caras serias… excepto Lina, que estalló en risa justo cuando se tomó la imagen.
—¡Arruinaste el concepto dramático! —bromeó Ayla.
—¡Pero ahora tenemos una anécdota mejor! —respondió Lina, limpiándose una lágrima de la risa.
Cuando se sentaron bajo un árbol, Nico habló de su sueño de estudiar literatura, Lina confesó que le daba miedo el futuro, aunque no lo pareciera, Fis compartió que extrañaba su antigua ciudad, y Ayla… solo dijo:
—A veces me siento como si estuviera bien por fuera, pero revuelta por dentro.
Nadie respondió con consejos vacíos. Solo se acercaron. Nico le apretó la mano. Lina apoyó la cabeza en su hombro. Fis le pasó una ramita con una flor blanca.
—Estamos contigo —susurró él.
Y ese momento, ese silencio acompañado, fue más fuerte que cualquier palabra.
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🌸 Frase final del capítulo:
A veces, el mejor lugar del mundo no es un lugar… es un grupo de personas que te hace sentir en casa.