La semana comenzó con una noticia inesperada: se acercaba el Festival Cultural del Instituto Seoyeon. Durante tres días, los estudiantes podrían mostrar sus talentos en distintas actividades: poesía, pintura, música, actuación, fotografía, cocina y más.
—¡Tenemos que participar! —dijo Lina, casi saltando de emoción mientras almorzaban bajo su árbol favorito en el patio—. ¡Es nuestra oportunidad de brillar como estrellas en una noche sin nubes!
—¿Qué quieres hacer tú? —preguntó Nico, que ya parecía resignado.
—¡Obviamente, actuar! Y tú me acompañas. Haré una escena de amor dramático… y tú serás mi pareja trágica.
—¿Eso implica morir en escena? —respondió Nico, sin inmutarse.
—Sí, pero morirás con estilo —bromeó Lina, mientras todos reían.
—Yo presentaré una serie de fotos —dijo Fis, mirando a Ayla de reojo—. Ya las estoy organizando. Algunas de la cabaña, otras del parque, de ustedes…
—¿De mí también? —preguntó Ayla, con una sonrisa tímida.
—Especialmente de ti —respondió Fis con tranquilidad—. Tienes luz propia. Solo que no todos saben mirarla.
Ayla sintió un cosquilleo en el pecho. Fis tenía ese efecto en ella. No necesitaba grandes palabras; con las justas, lograba tocarle el alma.
—Yo voy a recitar un poema —añadió Ayla—. Quiero escribir algo sobre nosotros. Sobre cómo encontramos en la amistad un hogar.
—¡Esto será increíble! ¡Nuestro primer festival juntos! —exclamó Lina, estirando los brazos al cielo.
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Los días pasaron entre ensayos, reuniones y bromas. El grupo se quedaba después de clase, ayudándose unos a otros: Nico practicaba líneas con Lina (aunque a veces se reía a mitad de las escenas), Fis mostraba sus fotos y pedía opiniones, y Ayla compartía versos que los hacían sonreír y, a veces, quedarse en silencio por su belleza.
Una noche antes del festival, Fis le pidió a Ayla que lo acompañara al aula de fotografía.
—Quiero mostrarte algo —le dijo.
Encendió la pantalla y proyectó una imagen: era Ayla sentada bajo el árbol, escribiendo en su cuaderno, con la luz del sol cayendo justo sobre ella. Detrás, desenfocados, estaban Nico y Lina riendo.
—¿Recuerdas ese día?
—Claro —susurró Ayla—. Fue después de que Nico nos compartiera su poema favorito.
—Tomé esta foto en ese momento. Porque fue cuando me di cuenta de que quería capturar no solo paisajes, sino personas que significan algo para mí.
Ayla lo miró, con los ojos brillando.
—Y tú también significas algo para mí, Fis. Mucho.
Se quedaron en silencio por unos segundos. Luego Fis le extendió la mano, sin decir nada más, y ella la tomó. Fue un gesto simple, pero entre ellos, fue como una promesa suave.
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El día del festival llegó con cielo despejado y risas por todo el colegio.
Primero fue la obra. Lina, con su dramatismo característico, dio un discurso romántico tan exagerado que hizo llorar de risa a la mitad del público. Nico, a pesar de su timidez, se mantuvo firme y robó suspiros cuando dijo la frase final:
—“Aun si todo se apaga… mientras tú existas, seguiré brillando.”
—¡Waaaaa! ¡Mi pareja de escena! ¡Me hiciste llorar de verdad! —gritó Lina tras bambalinas, abrazándolo entre carcajadas.
Luego vino la exposición de Fis. Sus fotos llenaron una pared completa. Había capturado momentos simples: una hoja cayendo, una risa entre amigos, una mirada entre sombras. Pero todas tenían algo en común: mostraban cariño. Real. Sin poses.
Muchas personas se detuvieron frente a la foto de Ayla.
—¿Es tu novia? —le preguntaron algunos.
—Aún no —respondió Fis, sin dejar de mirarla—. Pero ella ya tiene un lugar en mi corazón.
Ayla lo escuchó. No dijo nada. Solo se sonrojó y bajó la mirada, con una sonrisa escondida.
Después fue el turno de Ayla. Subió al escenario con un cuaderno en la mano y el corazón latiendo fuerte. Miró a su grupo en primera fila. Fis le hizo una seña de ánimo. Nico le guiñó un ojo. Lina formó un corazón con las manos.
Y Ayla comenzó a leer:
> “A veces no tienes que buscar un hogar…
Porque el hogar llega en forma de personas.
Con risas que te salvan.
Con silencios que no duelen.
Con miradas que te sostienen.
Así son ellos.
Así somos nosotros.
No sé a dónde vamos.
Pero sé que, mientras estemos juntos,
el camino no me asusta.”
El auditorio aplaudió. Y en el centro de ese aplauso, estaban ellos cuatro. Juntos. Como siempre.
Al terminar el día, se tumbaron en el césped del patio. La tarde se teñía de naranja y el aire olía a algodón de azúcar.
—Hoy brillamos cada uno a su manera —dijo Nico.
—Y brillamos más porque lo hicimos juntos —añadió Lina.
—¿Sabes? —susurró Ayla, girando hacia Fis—. Nunca pensé que un año escolar pudiera ser tan especial.
—Nunca subestimes lo que puede cambiar… cuando aparecen las personas correctas —respondió él.
Y ahí, sin necesidad de más palabras, Fis entrelazó sus dedos con los de Ayla.
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🌸 Frase final del capítulo:
Todos brillamos de forma distinta… pero juntos, somos constelaciones que iluminan el mismo cielo.