Lo que florece entre nosotros

Cosas que el corazón no olvida

El aire empezaba a oler distinto. No era solo por la llegada del otoño ni por el crujir de las hojas bajo sus zapatos. Era algo en el ambiente. En ellos. En todo lo que estaba floreciendo de manera silenciosa, pero profunda.

Después de la sorpresa para Fis, Ayla no dejaba de pensar en lo que había leído en aquella carta.

"Querer estar más cerca, siempre."

Y ella sentía lo mismo, aunque aún no sabía cómo expresarlo.

—¿Sabes qué me gustaría hacer? —preguntó de pronto, mientras estaban todos en el patio, comiendo paletas de mango.

—¿Adoptar un panda? —dijo Lina, lamiendo la suya como si tuviera toda la razón.

—No exactamente… —rió Ayla—. Me gustaría hacerle una sorpresa a Fis. Como él tuvo la suya.

—¡Sí! ¡Es hora de devolverle todo ese cariño callado que nos da! —exclamó Lina, emocionada.

—¿Qué tienes en mente? —preguntó Nico.

Ayla sacó de su bolso un cuaderno de hojas gruesas.

—Quiero armarle un álbum con nuestras memorias. Fotos, frases, dibujos, recuerdos de momentos especiales. Y quiero que cada uno escriba una carta para él.

—¡Yo le escribiré una digna de un kdrama! —gritó Lina.

—Yo… puedo hacerle una lista de “20 cosas que hace bien y no se da cuenta” —dijo Nico, con una media sonrisa.

Ayla los miró, con el corazón lleno. Sabía que ese regalo sería más que un simple gesto. Sería una forma de decirle a Fis: "Te vemos. Te queremos. Y estás en casa con nosotros."

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Durante una semana entera, entre clases y almuerzos, se escondieron para armar el regalo.

Pegaron hojas secas de su paseo por el bosque. Dibujos torpes. Servilletas con frases suyas.

Ayla incluyó pequeños pétalos que Fis le había regalado, cuidadosamente secados entre páginas de su cuaderno.

También escribió una carta. Larga. Honesta. Llena de pausas, como las que vivían juntos.

Mientras tanto, otro corazón empezaba a agitarse en silencio.

—¿Puedo contarles algo? —dijo Nico un día, mientras estaban en la biblioteca vacía—. Creo que descubrí algo que me gusta hacer.

—¡¿Qué?! ¿Bailar kpop? —gritó Lina, demasiado fuerte para una biblioteca.

—No, pero gracias por la imagen mental —rió él—. Me gusta escribir. Relatos. Pequeñas historias. Empecé como un juego, pero… creo que quiero intentarlo en serio.

—¡Nico, eso es hermoso! —dijo Ayla, emocionada.

—¿Y qué vas a hacer con eso? —preguntó Fis, curioso.

—Hay una convocatoria para publicar en una antología juvenil. Estaba pensando en enviar algo… aunque me da miedo.

—Miedo da lo que vale la pena —dijo Fis, serio pero cálido—. Hazlo. Nosotros te ayudamos a corregir, si quieres.

—Y a celebrar cuando te escojan —añadió Lina, abrazándolo por detrás como un koala.

Nico bajó la cabeza, disimulando la emoción.

—Gracias. Ustedes son mi lugar seguro.

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Finalmente llegó el viernes. Fis no sospechaba nada.

—¿Por qué me están mirando tanto? —preguntó durante el almuerzo.

—Por lo guapo que estás —bromeó Lina—. ¿No es obvio?

—No te distraigas. Come —dijo Nico, evitando que Lina se riera en voz alta.

Ayla se acercó con una cajita envuelta en papel de periódico (como las cosas que se hacen con amor y sin lujos). Dentro, estaba el álbum.

—Toma… es para ti.

Fis lo abrió lentamente. Página tras página, sus ojos se fueron humedeciendo. Las fotos. Las frases. Los dibujos torpes. La carta de Lina (llena de emojis y palabras mal escritas a propósito). La lista de Nico (“Número 7: haces que la gente se sienta segura sin darte cuenta”). La carta de Ayla… que leyó sin decir palabra, solo con el corazón latiendo en su mirada.

—No sé qué decir —murmuró al final—. No creo haber recibido nunca algo así.

—No tienes que decir nada —dijo Ayla—. Solo sigue siendo tú.

Y entonces, Fis la abrazó. No como los abrazos tímidos de antes. Esta vez, fue firme. Sincero. Lleno de algo que ya no necesitaba disfraz.

—Gracias —susurró él—. Por quererme así, sin ruidos… pero con todo.

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Esa tarde se quedaron en la azotea del colegio, viendo el cielo cambiar de color.

Lina contaba historias tontas. Nico anotaba ideas en su cuaderno nuevo.

Fis sostenía el álbum sobre sus piernas.

Y Ayla… simplemente sonreía.

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🌸 Frase final del capítulo:

A veces, el mayor regalo no es una palabra, una flor, ni siquiera una carta… es saber que alguien se queda, incluso en tus silencios.




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