Volvieron del viaje escolar con arena aún en los zapatos y una sensación extraña en el pecho.
Esa mezcla de nostalgia, plenitud y miedo a que algo tan bonito se acabe.
Porque lo sabían, aunque no lo dijeran en voz alta: el tiempo estaba pasando.
Y con él, los caminos pronto empezarían a tomar formas distintas.
El lunes siguiente, la escuela se sentía diferente.
No porque algo hubiera cambiado afuera, sino porque ellos estaban cambiando por dentro.
—¿Alguna vez les ha dado miedo avanzar? —preguntó Nico mientras caminaban hacia clase—. Como si tomar un paso más significara dejar algo atrás.
Lina se quedó pensativa.
—Todo el tiempo… pero también me da miedo quedarme quieta.
—A veces me gustaría que este momento durara para siempre —murmuró Ayla—. Nosotros cuatro. Así. Juntos.
—Aunque cambien las cosas… hay cosas que no se rompen —dijo Fis—. Lo que tenemos es una de ellas.
---
Ese día, después de clases, Ayla y Fis se quedaron en el aula vacía, recogiendo materiales del club.
La luz del atardecer entraba suave por la ventana, tiñendo todo de dorado.
—¿Te ha pasado que quieres decir algo, pero no sabes cómo? —preguntó Ayla, sin levantar la mirada de los pinceles que ordenaba.
—Sí —respondió Fis—. Me pasa justo ahora.
Ayla lo miró. Sus ojos se encontraron y, por un momento, no necesitaron palabras.
Pero él se animó.
—Me gustas, Ayla. Desde hace tiempo. Pero no quise decirlo antes porque todo era perfecto así… y me daba miedo arruinarlo.
Ella dio un paso hacia él, suave, como si flotara.
—A mí también me pasa… eso que no sabías cómo decir.
Fis la miró con ese gesto tranquilo que siempre tenía. Pero esta vez, sus ojos estaban un poco más brillantes.
—Entonces, ¿qué hacemos con esto?
Ayla sonrió.
—Lo cuidamos. Sin prisa. Como todo lo que vale la pena.
Y ahí, en medio de una sala vacía, sus manos se encontraron, no por primera vez… pero esta vez, con un significado nuevo.
---
Mientras tanto, Lina y Nico estaban sentados en las gradas del patio.
Lina masticaba chicle con fuerza y hablaba sobre una audición a la que quería asistir en la capital.
Nico escribía ideas para su nuevo cuento.
—¿Crees que todo va a cambiar pronto? —preguntó Lina, de la nada.
—Sí —respondió Nico, sin levantar la vista—. Pero no creo que eso sea algo malo.
—¿Y si alguno de nosotros se va lejos?
—Entonces encontraremos la forma de seguir cerca —dijo, y esta vez, la miró.
Lina lo observó, luego rió.
—Siempre tienes una respuesta sabia, ¿no?
—No. Solo sé que hay personas que llegan a tu vida para quedarse, sin importar la distancia.
Lina apoyó su cabeza en su hombro.
—Bueno, si algún día me voy, te llevaré en mi maleta.
—Y si algún día te vas, yo escribiré historias donde nunca te vayas.
Ambos rieron, pero en el fondo… sus palabras eran promesas.
---
Al día siguiente, Ayla le mostró a Lina su cuaderno, donde había escrito una nueva página:
> “No sé qué nos espera mañana.
Tal vez el tiempo nos lleve a distintos lugares.
Pero sé que una parte de mí… ya está en cada uno de ustedes.
Y eso no hay distancia que pueda romper.
A veces, la vida nos pide avanzar.
Pero si avanzamos de la mano, el miedo se vuelve pequeño.”
---
El grupo se reunió después de clase para ver el cielo desde la azotea.
Trajeron galletas, una manta y el corazón abierto.
Hablaron de sueños. De planes. De miedo. De amor.
Y aunque sabían que no podían detener el tiempo…
también sabían que ciertos lazos trascienden las estaciones.
Fis miró a Ayla, y le acarició el cabello.
—A veces pienso que te encontré en el momento exacto.
—Y yo pienso que te habría encontrado igual, aunque hubiera tardado más —respondió ella.
—Entonces... sigamos encontrándonos, cada día —susurró él.
Y con esa frase, la noche se volvió más cálida.
---
🌸 Frase final del capítulo:
Las personas que realmente nos marcan, no se van cuando todo cambia… se quedan, incluso cuando ya no están tan cerca.