Lo que florece entre nosotros

Volver, como si el tiempo no hubiera pasado

Pasaron algunos meses.

No muchos, pero los suficientes para que las estaciones cambiaran y con ellas, también lo hicieran un poco los latidos.

Lina regresó de Seúl con una maleta más grande que su cuerpo y cien historias en la punta de la lengua.

Nico terminó de escribir su primer relato y fue publicado en una antología juvenil.

Fis ganó una mención especial en el concurso nacional de fotografía y volvió con una libreta llena de imágenes, paisajes… y pensamientos que solo él entendía.

Y Ayla… Ayla pasó ese tiempo entre libros, cartas no enviadas y una piedra pequeña con la palabra “siempre” en su mesa de noche.

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El reencuentro fue en el lugar de siempre: el árbol del patio trasero del colegio, justo antes del nuevo semestre.

Ayla llegó primero.

Había crecido en silencio. Su cabello estaba un poco más largo, su mirada más segura.

Pero su sonrisa… esa seguía igual.

—Te ves distinta —dijo una voz a su lado.

Ayla giró. Fis.

No había cambiado mucho. Pero algo en él era más profundo, más tranquilo. Como el mar después de una tormenta.

—Y tú igual —respondió ella—. Igual de tú.

Se quedaron mirando unos segundos.

Y en ese silencio, el tiempo retrocedió y avanzó a la vez.

—Tengo algo para ti —dijo Fis, sacando una pequeña foto plastificada. Era una imagen de la piedra que ella aún guardaba.

—La llevé conmigo —susurró—. No quería que “siempre” fuera solo una palabra.

Ayla sintió que el pecho le temblaba.

—Yo también tengo algo para ti.

Sacó una hoja doblada. Era un poema.

> “Volver no siempre es regresar al mismo lugar.

A veces, es reencontrar miradas que nunca dejaron de buscarse.

A veces, es seguir caminando con las mismas manos, aunque ahora seamos otros.”

Fis lo leyó en silencio.

—¿Puedo quedarme contigo… un rato más? —preguntó él.

—O toda la vida —respondió ella, sin pensar.

Y entonces, simplemente se abrazaron.

No por nostalgia. Sino porque sabían que no hacía falta comenzar de nuevo.

Solo seguir desde donde lo habían dejado.

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Lina apareció corriendo minutos después, con Nico detrás.

—¡Están abrazados! ¡Al fin! —gritó, sin control alguno.

—Tranquila —dijo Nico—. No han cambiado tanto.

—¡Claro que sí! Fis sonríe más. Ayla no se sonroja tanto. ¡Esto es evolución emocional! —rió ella, tirándose al césped.

Y ahí estaban. Otra vez los cuatro.

Tal vez con nuevas metas, nuevos caminos, nuevas versiones de sí mismos…

pero con el mismo cariño que los había unido desde el principio.

Nico se sentó en silencio. Sacó un cuaderno nuevo.

—¿Título del próximo cuento? —dijo en voz alta—. “Donde volvimos a encontrarnos”.

Fis alzó su cámara. Tomó una foto del grupo.

Ayla lo miró y le sonrió. Luego dijo:

—¿Sabes qué creo?

—¿Qué?

—Que algunas historias no terminan nunca… solo cambian de escenario.

Y en ese nuevo escenario, bajo un cielo de reencuentros, empezaba la segunda parte de su historia.

El árbol seguía allí.

Majestuoso, silencioso, con sus ramas extendidas como si esperara ese reencuentro desde hace años.

Ayla pasó la mano por su tronco, como si saludara a un viejo amigo.

No dijeron nada, pero todos sabían lo que sentían. Era el lugar. Su lugar.

Nico dejó caer su mochila con un suspiro.

Lina ya había sacado la cámara, como si quisiera guardar cada instante, incluso el silencio.

—¿Sabes? —dijo Fis, mirándolos—. Cuando estoy aquí, siento que... nada cambió.

—Tal vez porque lo que importa no cambió —respondió Ayla, con una sonrisa suave.

Se sentaron como lo hacían antes. Lina sacó algunas cartas que había guardado todos esos años. Habían escrito tantas cosas que no dijeron en voz alta, y sin embargo... todo seguía ahí.

La risa de Lina.

La mirada protectora de Nico.

La ternura de Fis al mirarla.

Y el corazón de Ayla, latiendo como entonces, solo que ahora, sin miedo.

—¿Volverías a escribir otra carta? —preguntó Lina.

—Sí —dijo Ayla—. Pero esta vez no para guardar... sino para soltar.

Y con una hoja nueva y una tinta distinta, comenzaron a escribir no lo que temían, sino lo que esperaban.

Porque a veces, volver no es repetir el pasado…

Es mirarlo de frente, agradecerlo y seguir caminando.

Fis le apretó la mano.

No necesitaba decir nada.

Estaban juntos.

Como si el tiempo no hubiese pasado.

Como si el amor y la amistad supieran esperar, sin perderse.

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🌸 Frase final del capítulo:

Volver no siempre es regresar… a veces es reencontrarse con lo que el corazón nunca dejó atrás.




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