Lo que fui sin ti

El día en que el destino golpeó

Siento el duro tirón y me tambaleo hacia atrás. Tropiezo con mi propio pie, pero antes de caer la misma persona que me jala, me equilibra y me voltea.
—¿Qué chingados haces aquí? —Aiden sisea y su rostro está rojo de ira—. Responde.
¿Qué hago aquí? Joder, no lo sé, tengo la misma pregunta. No tengo idea de qué fuerza extraña me convenció de querer descubrir quién era Catarina. Lo que tengo por seguro es que jamás en la vida se me pasó por la puta cabeza que esa chica era ni más ni menos que ¿el ligue? ¿La novia? De Mateo. Sabía que nos dejaríamos ir porque no podemos aferrarnos a una persona por toda la vida, pero ¿un mes? Pasó de mí tan rápido.
Pensándolo bien, era algo predecible. Yo lo corté, yo lo alejé. Mateo es una excelente persona, un hombre simpático, sonriente y aparte el típico con un aura de misterio. Tenía a mil chicas revoloteando alrededor a pesar de tenerme a mí, por supuesto que al dejarlo todas se le irían encima. Y la ganadora fue Catarina.
¿Qué esperabas? ¿Qué el hombre llorara por ti? ¿Qué esperara infinitamente a que cambiaras de opinión? ¿Qué nunca te superara? Una parte profunda de mí deseaba su llamada, que buscara la forma de localizarme y viniera a buscarme...
Comienzo a hiperventilar, siento el aire raspando con fuerza mis bronquios, mi tráquea, mi garganta. Siento el calor subirme a la cara y comienzo a sudar. Mi pulso está muy acelerado, aún no siento palpitaciones, pero estoy segura de que en cualquier momento llegarán. Necesito ayuda, necesito agua, necesito pensar...
Mis piernas flaquean y caigo al suelo. La tierra es un consuelo, al menos puedo centrarme en visualizar cada centímetro color café, debo respirar, debo calmarme, pero no puedo, ni siquiera puedo moverme, tengo miedo. Estoy temblando tanto como si me fuera a dar una crisis convulsiva. Escucho voces lejanas, el brazo de Aiden vuelve a tomarme, casi como si quisiera levantarme. Imbécil, no soy una muñeca de trapo.
—Di, ¡Di! —sí, esa es la voz de Aiden—. ¡¿Qué tienes?! ¡Contrólate antes de que llegue...!
—Tiene un ataque de pánico, idiota —miro hacia arriba justo cuando alguien aparta a Aiden—. Busca una bolsa de papel o algo parecido.
Germán se inclina y queda frente a mí. Nuestras miradas se encuentran y veo sus ojos. Por primera vez veo realmente su rostro. Sus ojos color café oscuro me observan tranquilamente, veo el brillo de su nariz y un lunar casi imperceptible en la barbilla. Quisiera decir algo, moverme, pararme o simplemente poder respirar sin sentir que me estoy ahogando. Pero es imposible.
Sinceramente, esperaba que fuera Mateo quien viniera en mi auxilio, que fuera él quien estuviera frente a mí y con su voz pausada y ronca me dijera que todo va a salir bien. Después de haberme metido en aquel sótano asqueroso por segunda vez, descubrí que eso era la fachada de una red de trata de personas, venta de droga y otras cosas más. Mi examiga Haziel y yo nos metimos hasta el nivel más bajo de ahí y por poco nos llevan. Pero llegó Mateo y los demás y lograron salvarnos. Aunque a partir de ahí comenzaron mis crisis de pánico.
Y se supone que ya estaban controlados, pero esta situación fue tan impactante que la crisis fue inevitable.
Pero no puede seguir pasando esto. Sé que es algo neuronal, neurológico o lo que sea, pero mi mente también tiene que ver, mis pensamientos influyen y tengo que poder controlarlo. Mateo ahora está con otra ¿y qué? No es razón suficiente para perder el control. ¿Qué la pelirroja le metió la lengua hasta la garganta? Vale, eso es desagradable, pero un hombre no es razón para sufrir. Si soporté un mes puedo soportar mucho más.
—Dinaí, solo mírame —dice Germán—. Sigue mis respiraciones, cálmate, nada malo te va a pasar.
Miro a Germán a los ojos, me cuesta trabajo, pero logro recuperar el juicio. Mi pulso decrece a cada momento, mi visión se vuelve nítida y recupero poco a poco el movimiento. Primero logro mover un dedo, el meñique para ser más específicos; después, los demás dedos de las manos y finalmente los brazos.
Siento que han pasado veinte minutos o incluso media hora, pero por experiencia sé que esto no ha durado como cinco minutos. Levanto la mano para acariciar la mejilla de Germán, es más un gesto espontáneo porque sinceramente ni siquiera lo medito. Es solo que necesito sentir algo real, sentir que no estoy delirando.
Y entonces llega Aiden corriendo hacia mí. Me toma por los hombros y me levanta de un jalón. Me ofrece una bolsa de papel, pero ya no servirá de nada. Ya estoy bien.
—Toma esto, recupérate ya porque viene...
—Estoy bien —me suelto y casi brinco hasta el otro lado de la ciudad—. Ahora déjame, puedo irme a casa.
Germán inmediatamente se acerca a mí. Parece preocupado y no lo culpo, seguramente el espectáculo que di fue tan aparatoso que cualquiera que lo presenciara pensaría que estaba a punto de morir o algo. Doy otro paso hacia atrás, no es como que quiera alejarme de Germán, ya que después de esto, ese hombre se ha ganado mi entera confianza... O al menos parte de ella.
Y entonces doy otro paso hacia atrás y colisiono con un objeto duro. Me volteo rápidamente, lista para atacar, pero no se trata de alguien peligroso sino de Mateo. Lo miro firmemente, me centro en sentir indiferencia; nada de dolor, nada de confusión. Aun así, no puedo evitar mirarlo de la cabeza a los pies. Por mucho, Mateo es el hombre más apuesto de este lugar. Ja, ja. No es verdad, para mí es perfecto, pero Haziel opinaba un poco distinto. Su carisma y personalidad lo hacen... Hacían el hombre perfecto para mí.
—Oye, amiga —Catarina se para enfrente de mí como para cubrir a mi exnovio—. ¿Se te perdió algo? Vale, te volviste loca hace rato, pero ya pasó, no vengas a molestar por aquí.
Vuelvo la mirada a Mateo con la esperanza de que diga algo, que diga mi nombre, que me diga que esto es un error. Pero él aparta la mirada y observa el suelo que de la nada se volvió sumamente interesante.
La primera vez que se me rompió el corazón fue cuando Aiden dijo eso tan horrible de mi mamá, la segunda vez fue cuando rompí con Mateo después de matar a aquel hombre y la tercera... es esta. Mateo, el hombre al que aún amo me desconoce, está con otra y aparte está en una carrera clandestina. Siento como cada trozo de mi alma cae y se quiebra, siento la decepción clavarse en mi corazón y por encima de ello, siento como mis sentimientos se congelan y se pierden en algún lugar en mi interior.
—Disculpa, amiga —digo con una expresión de desagrado ¿en serio no me reconoce de la clase? —. No te apures, tu novio no me interesa. En cambio tú... eres linda, guapa y con un cuerpo de ensueño. Ya veo por qué tu novio se interesó en ti. Pensándolo bien, no eres mi tipo.
Me doy la media vuelta y dejo a Catarina con cara de sorpresa. Pero me encuentro con algo mucho peor: Gustavo caminando junto a Elisa, ambos imponentes y el primero me dirige una mirada de enfado, llena de coraje. Elisa solo parece sorprendida y un poco preocupada, casi como si me tuviera lástima.
—Vaya, miren quién está aquí —Gustavo se acerca tanto y parece olfatearme—. Huele a rata... Una rata infiltrada. Y esperen, también percibo un olor a... Soplón.
—¿Aceptas ratas en tu pista? —escucho la voz grave de Mateo, cierro los ojos, no puedo evitar sentir dolor—. Ese no fue el trato, ¡vio mi cara! ¡No pienso tolerar...!
—No soy ninguna rata —y oírlo de los labios de Mateo dolió—. Te pido cordialmente que no me levantes falsos.
—Ah, no me digas. Casualmente después de que te largaras de aquí el lunes, llegó la policía —Gustavo me mira con asco—. Justo cuarenta minutos después.
—No fui la única en irme, al menos dos autos más se fueron antes y uno después de nosotros.
—Claro que sí... pero hoy me enteré de que tu padre es policía.
¿Cómo carajo sabe eso? Ya tiene muchos años que mi papá se retiró, este grandullón ni estaba cuando mi padre seguía de servicio. Además, la policía casi no persigue a gente de las carreras, es mucho para la policía de este pueblo. ¿Y si el auto que vi hoy por la tarde fuera amigo de Gustavo y fue a buscar a mi padre para conocerlo y no se trata de Valentina?
—Mi padre fue policía —digo remarcando la palabra "fue"—. Y yo nada tenía que ver con su trabajo, ahora menos. No soy una rata, no soy una infiltrada y si no me crees, es tu problema.
—Mira, morenita, aquí mando yo y si digo que te metan un tiro en la cabeza y de paso a tu pendejo este—señala a Germán—, lo hacen. Pero soy compasivo y pienso darte el beneficio de la duda. La única forma de salvarte es que corras. Y ganes.
¿Perdón qué? Correr es mi vida, me encanta, pero correr para Gustavo sería sellar un trato con el diablo. Quiero decir, ese tipo está metido en algo pesado y tiene que ver con Valentina. No por nada hace carreras superconfidenciales y hablan de meter tiros en la cabeza.
—¿Cuándo quieres que corra?
—Hoy, dentro de cinco minutos.
No sé qué decir. La realidad es que no tengo opción, digo, acaban de decirme que si no lo hago me van a matar. ¡A matar! A mí y a Germán. Mierda.
—De acuerdo, ¿contra quién?
—Esos dos tortolitos —señala a Mateo y Catarina—. Son buenos, o eso dicen. Esta carrera es por parejas, veamos si tú y mi conductor estrella logran opacarlos. Confío en ti.
—¿Y si no estuviera yo quién lo haría?
Las miradas se dirigen a Elisa. Casi suelto la carcajada, esa chica apenas sabía prender el automóvil. Seguramente el llevar un año de noviazgo con Aiden la hizo volverse un poco ruda, pero de conducir a realmente competir hay una brecha enorme.
Sinceramente, detesto a Aiden, sinceramente, amo a Mateo, pero él me desconoció. No sé qué hace aquí, desconozco la razón por la que llegó a Sores. Por muy decepcionada que esté de él, no estoy segura de querer que pierda una carrera. Pero es mi vida contra su bienestar y no tengo opción.
Nunca he competido contra Mateo, pero es un conductor de calidad ya sea automóvil o motocicleta, es un as.
—De acuerdo, pero le haces algo —señalo a Germán—. Y te juro que te arrepentirás.
—Tranquila, morenita, la seguridad de tu hombre solo depende de ti.
Quisiera decirle que Germán no es mi hombre, ni mi pareja ni siquiera tanto mi amigo, aunque la verdad merece mi respeto. Quisiera decirle que no es más que un tipo rico que se juntó con la chica equivocada que terminó metiéndolo en problemas. Pero no es momento, debo concentrarme porque ahora voy a correr en pareja. Con el cabrón de Aiden.
Yo de ida, Aiden de regreso. Mi sueño era ese cuando era niña, correr juntos, ganar juntos, ver quién era el mejor. Ahora no quisiera que pasara eso, ahora no quisiera tener que ver ni siquiera a Aiden, pero es lo que hay.
Lo mejor de todo es la cara que hace Elisa al saber que no será ella quien vaya con su novio sino yo. Vaya, chica, pensar que en algún momento le tuve cariño ahora me hace crear más voluntad para hacer buen equipo con Aiden y ganar, pero lo que más me motiva es que Mateo debe pensar que también pasé de él y no me importa que esté con la pelirroja.
Subo al auto de Aiden del lado del conductor. No volteo a ver ni siquiera quien será el conductor en el otro coche, no puedo darme el lujo o capaz los nervios me carcomerán. Tomo asiento, tomo el volante y lo acaricio. Esta máquina se siente poderosa, a esta máquina le gané la otra vez.
Por el retrovisor veo como entre dos tipos agarran a Germán y lo sostienen. Al pobre apenas le permiten moverse. Maldita sea, metí al pobre hombre en esto. Apuesto que ahora se arrepiente de conocerme.
—Sé que no tengo que decirte como conducir, pero te recomiendo no empezar tan rápido.
Y entonces, por pura casualidad, mi mirada se encuentra con algo brillante. Colgado del volante, hay una especie de amuleto; un hilo delgado y color azul está amarrado a un broche de cabello. Mi broche de cabello. El que me regaló mi madre cuando era niña y yo le regalé a él. Dijo que lo tiró a la basura, pero está aquí.
La respiración se me corta, un temblor me recorre y los ojos se me llenan de lágrimas.
La carrera está por comenzar y yo apenas puedo pensar. ¿Qué mierda con esto? Quiero concentrarme, pero estoy centrada en mi broche. Es como un regalo caído del cielo. Si salgo viva de esto, recordaré este día como el día en que el destino golpeó.




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