Lo que me queda de ti

Dulzura

Estoy sentado en el sofá de la sala, frente al televisor, ha sido un día tranquilo, pero aun así me siento cansado. Escucho la puerta abrirse y los pasos de Taís.

—Hoy estoy súper agotada —dice apenas me ve, viene de sus ensayos. Supe que sería así desde que mencionó lo de la audición. A veces no entiendo por qué se esfuerza tanto, pero supongo que es el camino para alcanzar sus metas.

—¿Quieres acostarte o vas a cenar primero? —pregunto mientras la observo dejar sus cosas sobre el sofá, por una vez no las tira al suelo.

—Me daré un baño y luego bajo a cenar. Tienes que leerme el capítulo de hoy —dice y bosteza.

—Si estás cansada, lo dejamos para mañana, Taís. No es necesario que…

—No, sí es necesario. Me intriga, quiero saber más y más. Además, tengo cosas que contarte. Espérame, vuelvo en un rato.

Preparo un poco de agua caliente y sal en un cuenco para que coloque sus pies adentro. Lo llevo al escritorio junto con su plato con comida, puede cenar mientras yo leo, así no se acuesta tan tarde. Taís se exige demasiado, va al colegio por la mañana y se queda hasta la tarde, de allí sale y va a la academia donde ensaya por largas horas. Sus pies están llenos de heridas que las zapatillas de punta le infligen, es un arte sacrificado, pero ella lo ama. Cuando uno las ve tan suaves y ligeras desplazándose en los escenarios, no tiene idea de lo duro que es llegar hasta allí.

—Te busqué en la cocina y no estabas —dice al volver.

—Ven aquí, te preparé esto porque de seguro te duelen los pies. Siéntate y come mientras te leo. ¿Qué opinas?

—Que tengo el mejor papá del mundo. —Sonríe y hace lo que le digo.

 

Al día siguiente, fui ansioso a la universidad con todas las esperanzas puestas en la promesa de Carolina de vernos ese día. No sabía qué implicaba el «vernos», si se trataba de la parte literal de cruzarnos por uno de los pasillos o si era más bien hablar mientras tomábamos algo en la cafetería durante los recesos. Mi cabeza volaba a alta velocidad mientras me encontraba en clases, soñando despierto con topármela en la cafetería y que me permitiera sentarme con ella. Incluso imaginé algunos posibles diálogos. En definitiva, la necesidad de verla se hacía intensa y me volvía loco.

Cuando llegó uno de los recesos, fui a la cantina, seguido por mi amigo Juanpi, para ver si, por si acaso, la veía a Carolina por allí y casualmente me sentaba a su mesa. Pero no estaba, así que compramos algo para comer y salimos al patio. Allí la encontré sentada en el suelo con las piernas cruzadas y recostada contra un árbol, leía un libro y comía un sándwich. Al lado de ella reposaban su mochila, un vaso con refresco, una botella de agua y una tableta de chocolate. Me disculpé con Juanpi, para que entendiera que no quería su compañía, y me acerqué a ella. Él se quedó observando a la distancia.

—¿Así que te gustan las cosas dulces? —dije y señalé el chocolate.

—El chocolate me da muchísimo placer —afirmó ella con un tono divertido. Lo observó y luego levantó la vista para verme a mí.

—Es bueno saber cuáles son las cosas que te generan placer —respondí con obvias segundas intenciones y ella rio, desenfadada.

—Creo que son varias, pero habrá que averiguarlas de a poco —continuó el juego y logró volverme loco ante lo que aquella frase prometía.

¿Acaso me pedía de alguna forma que investigara qué era lo que le daba placer?

—Con gusto haría esa investigación —respondí con mi mejor sonrisa sexy, aquella por la que las chicas solían caer rendidas ante mí. Bueno, no a un cien por ciento, pero me había funcionado algunas veces.

—¿Tenías una cita con Laura ayer? —preguntó entonces y me hizo un gesto para que me sentara a su lado.

—¿La conoces? —Fingí como si no supiera la respuesta a esa pregunta.

—Fuimos compañeras en la escuela —respondió, encogiéndose de hombros—. ¿También asiste a esta universidad? No la he visto por aquí…

—No, nos conocimos en verano, por medio de unos amigos —comenté.

—¿Tienen algo? ¿Están saliendo? —preguntó y me miró de una manera que me aceleró el corazón.

¿Me lo consultaba por curiosidad o era porque le importaba? ¿Habría sentido ella lo mismo que sentí yo al verla con Gael?

—Hmmm. No es mi novia… pero…

—No me digas que eres de esos chicos que toman a las chicas como una diversión pasajera y ya —respondió al tiempo que frunció el ceño y negó con la cabeza.

En realidad no me lo preguntaba, lo estaba afirmando.

—¡Ey!, tranquila —dije y levanté una mano en gesto para que se detuviera—. Es algo que surgió entre los dos, no soy solo yo, fue una relación de verano y bueno… en ocasiones nos encontramos o hacemos algo.

—¡Odio a los chicos que son así! —exclamó con exageración, yo solo abrí los ojos como platos y levanté mis brazos en señal de rendición.

—Ya te dije que es algo de común acuerdo. No me gusta jugar con las personas, Carolina. Si es eso lo que piensas puedes estar tranquila, no soy de esos.

—Bueno, de todas formas es cosa tuya… y de ella si se deja envolver por tus bonitos ojos o por tu sonrisa sexy.

—Entonces admites que mis ojos son bonitos y que mi sonrisa es sexy… Interesante —dije y traté de mantener la calma, aunque esa afirmación había hecho revolucionar a mi corazón.

Ella solo negó con la cabeza.

—¿Qué te pareció la película? —preguntó para cambiar de tema, yo sonreí mientras la miraba fijo a los ojos antes de contestar.

—Me recordó a ti, creo que cualquier ángel que vea en cualquier sitio ahora me recuerda a ti.

Ella me regaló su sonrisa dulce, aquella que me encantaba, y pareció sorprendida por mi respuesta.

—Tú… ¿piensas en mí? —preguntó con un tono de voz que no le era muy común, parecía algo insegura, un poco avergonzada quizá.

No sé, pero las ganas de protegerla me regresaron de una forma abrumadora. Se veía y se sentía vulnerable.




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