Capítulo 1
St. Jude’s, el reino de las apariencias
El sol de septiembre caía sobre las torres góticas de St. Jude’s, tiñendo las paredes de piedra con un dorado frío, casi impertinente. Emily Carter avanzaba por el camino empedrado, tacones de aguja resonando contra la piedra húmeda, mientras los murmullos la seguían como un eco inevitable. No necesitaba girar la cabeza para saber que todos la miraban. Lo sentía en la piel, como electricidad.
Habían pasado tres meses desde que la vieron por última vez y ahora era… otra. Más alta, más segura, piel impecable, cabello castaño brillante, curvas que antes no estaban ahí. Su perfección era calculada, quirúrgica. El verano falso, lo llamaban en secreto. Algo había pasado… pero nadie sabía qué.
St. Jude’s no era un instituto. Era un tablero de ajedrez. Allí estudiaban herederos de imperios financieros, hijos de políticos que movían países, nietos de magnates que controlaban mercados globales. Cada apellido era una llave… o un arma. Emily Carter lo sabía mejor que nadie.
Cuando cruzó el vestíbulo, los murmullos crecieron como olas. Bastaba que Isabel Romero abriera su portátil y el Visimes Semanal —el boletín anónimo más temido de St. Jude’s— publicara su regreso con lujo de detalles. Isabel tenía un talento especial para rastrear secretos, mezclar rumores y convertirlos en armas. Ningún beso, pelea o susurro escapaba a sus ojos.
Y entonces lo vio.
Logan.
El mundo pareció detenerse cuando cruzó la entrada. Traje negro, camisa blanca con el primer botón abierto, corbata floja. Tenía ese andar despreocupado que ocultaba su rabia, esa sonrisa que sabía exactamente cómo doler. A su lado estaba Vivienne Hale, su brazo aferrado al de Logan como si estuviera reclamando un trono que siempre había sido suyo. Perfecta, etérea, peligrosa. Rival declarada de Emily desde la infancia.
El corazón de Emily dio un vuelco, pero su rostro permaneció impasible. Logan la miró, y en ese instante el ruido de St. Jude’s desapareció. Silencio. Odio. Deseo. Todo mezclado.
—Patético… —susurró Emily cuando estuvieron lo bastante cerca, su voz cargada de veneno—. Salir con mi enemiga solo para llamar mi atención.
Logan arqueó una ceja y sonrió con esa calma que siempre la sacaba de quicio.
—Tu atención es lo que nunca jamás quiero volver a llamar.
Vivienne se inclinó hacia Emily, sonrisa torcida, ojos brillando con desprecio.
—Oh, Emily… sigues tan predecible —dijo con dulzura venenosa—. Pensé que habías aprendido a no arruinarte sola.
Emily sintió que la ira le subía por la garganta. La tensión se hizo casi física. Dio un paso hacia Vivienne, acercándose hasta que la distancia entre ambas era solo un suspiro.
—Predicciones aburridas. Tus intentos de intimidarme siguen siendo patéticos —replicó Emily, con la voz goteando desprecio.
Vivienne rió, un sonido frío como cristal roto.
—¿Patético? Cariño, esto es un juego. Y yo… gano siempre.
Logan la observaba con un filo de diversión, pero sus ojos seguían siendo grises y duros, evaluando cada movimiento de Emily. Fue entonces que Emily se acercó, tomó la corbata de Logan y lo obligó a mirarla a los ojos.
—Una palabra más… y estás acabado —susurró, apenas audible, para que solo él la escuchara.
—Sí… —dijo él, con un filo de dolor—. En eso eres muy buena. En acabar con todo.
Vivienne se inclinó hacia Logan y murmuró algo que Emily no escuchó, pero su sonrisa de triunfo era clara. La multitud de estudiantes que los rodeaba contuvo el aliento, y ya se podía sentir cómo el rumor del enfrentamiento empezaba a recorrer los pasillos, destinado al Visimes Semanal.
Emily respiró hondo y siguió caminando hasta que una mano se posó en su brazo. Era Jasper, su amigo, su confidente, el único capaz de leer entre las grietas de su perfección.
—Si quieres fingir que estás bien, te está saliendo perfecto —murmuró, bajando la voz—. Pero prepárate: Isabel ya filtró todo al Visimes Semanal. Ahora medio St. Jude’s apuesta cuánto tardarás en destrozar a Vivienne.
Emily sonrió, fría, calculadora.
—Que apuesten lo que quieran. No tienen idea de lo que se avecina.
El pasillo hervía de conversaciones. Damián, su prometido por arreglo familiar, pasó frente a ella con la expresión perfecta de un heredero de familia poderosa, pero sin mirarla; solo un leve gesto de aprobación que nadie más notaría. Héctor, el mejor amigo de Logan, observaba desde una esquina, sus ojos brillando con una mezcla de advertencia y desafío. Isabel ya estaba escribiendo: dedos volando sobre el teclado, convirtiendo cada detalle del encuentro en un rumor listo para incendiar la academia.
Finalmente, Emily cruzó la puerta de literatura y se detuvo en seco.
Charlotte Carter estaba de pie junto al escritorio, impecable, elegante, carpeta bajo el brazo. Su mirada se encontró con la de Emily, y por un instante el aire se volvió pesado, como si todas las paredes del aula se hubieran acercado. Detrás de Charlotte, Logan entró en silencio, una sombra que llevaba consigo su propio peligro. Tres miradas cruzadas, tres pasados entrelazados, tres secretos que podrían destruirlos a todos.
Charlotte sonrió con calma glacial, como si ya supiera algo que Emily desconocía.
Ese año en St. Jude’s no sería un curso escolar.
Sería una guerra.
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Editado: 11.09.2025