Lo que no nos dicen del amor

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Capítulo Uno: El chico

White:

"Samay, a la caja" "Samay, encárgate del café" "Samay, revisa la despensa" "Samay limpia la mesa tres"

De eso se llena mi mente los días laborales, todos los días escucho mi nombre que ya hasta a mí me repugna. Yo no pude elegir mi nombre, pero me hubiera encantado que mis padres me hubiesen colocado otro más... Común, aunque me gusta el significado:

«Es sinónimo de paz, su origen es hebreo que significa belleza y sensualidad. Perfecto para una niña con fuerte personalidad»

Para mi gusto, sólo me atrae el significado que a mi creer me queda perfecto, pero... el nombre es un poco raro, y puedo decir que hasta se han burlado de él, cosa que no me ha afectado y no lo hará.

Volviendo al punto de mi trabajo, siempre que me llamaban era para deberes, pero esta vez el llamado fue totalmente diferente

–Señorita White, mi esposo la solicita en la oficina. –La esposa del jefe de la cafetería donde trabajo habló de manera formal, cuando nunca lo hace; o estoy en problemas, o no sé qué pasó...

Me quité el delantal y lo coloqué en el gancho, entonces subo al segundo piso donde se encontraban los casilleros del personal y la oficina del jefe. Esta no es una cafetería común, de hecho la parte de abajo es del tamaño de un restaurante lujoso, y ¿cómo no? La cafetería se encuentra situada en la zona de gente con dinero, tuve la suerte de que me dieran trabajo aquí, muy pocos lo consiguen.

Toqué la puerta y a lo lejos escuché la voz del jefe dándome el permiso para pasar, entré y vi a la señora y el señor Galaz sentados mirándome fijamente, entonces me entró el miedo de ser despedida.

–Señor Galaz, ¿me llamaba? –Dije intentando ocultar mi temor

–Sí señorita White, tome asiento –Señaló el sillón de cuero color caoba, tomé asiento y entrelace mis manos esperando la noticia–, mi esposa y yo estuvimos hablando, ya sólo te falta un mes para que cumplas el año trabajando aquí y nos encanta tu desempeño, eres la más extrovertida de los empleados que tenemos aquí. –Asentí sonriente

–Gracias señor, pero ¿a qué se debe todo esto? –Entonces la señora Galaz se levantó de su asiento para tomar un sobre. Fijé mi vista de nuevo en el jefe quién siguió hablando

–Como sabes, ya falta una semana para las vacaciones, y este lugar estará abarrotado de gente, adolescentes, niños, parejas. Ya sabes –Tomó aire y continuó–: mi esposa y yo llevamos mucho tiempo dedicándonos a este trabajo, y no tenemos tiempo de tomar vacaciones. Así que estuvimos pensando que deberíamos tomarnos unas vacaciones.

»Y lo haremos, la próxima semana nos iremos a Cape Cod y decidimos dejarte a ti a cargo de la cafetería, creo que no hay mejor empleada que tú.

–¿Esto es en serio? –Estaba entusiasmada y sorprendida a la vez, no creía que me cedieran un deber tan importante.

–Sí, Samay tienes todo lo necesario para cumplir y confiamos en ti —Y volvimos al tuteo, el ánimo en la voz de la señora Galaz me hizo emocionarme más–. Aquí tienes todo lo que debes y no debes hacer. –Me entregó el sobre que anteriormente había sacado.

–No los defraudaré

«...»

Pasadas las horas de trabajo, salí con mi mochila mi sweater y mis auriculares puestos con la música de Khalid, entonces emprendí mi camino a la parada de bus. Al llegar tomé asiento en la parada, iba distraída, que al sentarme no noté que a mi lado había un chico, sino hasta que éste pasó una mano por mi cara. Me quité un auricular y miré a su dirección.

—Te has sentado en mi bolso —Su voz era gruesa, era un chico guapo. Cabello negro, ojos grises, su rostro bien definido. Le calculaba unos 22-24 años.

Me levanté mientras murmuraba unas disculpas, al instante vi que venía mi bus, y me quedé de pie. Entonces la voz del chico llamó nuevamente mi atención

—Es buena esa canción —Rió al ver mi reacción, me había asustado, estaba parado a mi lado otra vez.

—¿Ocean? Sí, es una de mis favoritas de Khalid —No pregunté cómo sabía porque los auriculares sonaban a alto volumen, y claro que alcanzaría a escuchar al estar cerca de mí.

—Prefiero la que canta con Billie Eilish,lovely —Mencionó; al notar su estatura, eché un poco hacia atrás. Era como 5 centímetros más alto que yo, y yo me considero alta. Volteé a mirar donde venía el bus justo en el momento alcé mi brazo para pararlo, rápidamente comenté—: Sí, es buena. Fue un gusto, adiós.

El chico se despidió con una sonrisa de boca cerrada.

Tomé asiento en uno de los últimos puestos, cambié la música a Lovely y me coloqué el auricular que me había quitado anteriormente, aún me quedaban 30 minutos para llegar a casa así que me puse cómoda y dejé que el tiempo pasara.

Al llegar a casa, lo primero que hice fue tirar la mochila sobre el sofá y tomar una manzana de la cesta de frutas que hay en la mesa. Luego la mirada de mi madre al ver el bolso en el sofá me hizo recogerlo, darle un beso en la mejilla y entrar a mi cuarto en la planta baja. Es algo extraño que a mis 20 años, tenga que vivir con mis padres aún pero, no todo es como las novelas dónde entras a la universidad por una beca, te mudas a una residencia, te gradúas, tienes trabajo estable y con buena paga, y ya tienes un pendhouse, un esposo y dos hijos. Esta es la realidad...

Mí realidad.

Donde el amor perfecto o tóxico no existe, ya que prefiero ser la tía solterona y millonaria. Pero que no puedo ser porque soy hija única, donde debo trabajar para ayudar a mis papás a pagar mi universidad. Donde debo hacer mi propia cena los viernes por la noche, que mis padres acostumbran a salir a cenar fuera de casa y yo debo quedarme "cuidando" ya que mi turno de salir de noche son los sábados, ya que no trabajo los domingos y puedo estranocharme si quiero.

—Cinco minutos y cierras la puerta con llave —Mi madre avisa en la puerta y luego sale a terminar de alistarse.




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