No creía en las palabras que había dicho Martha, ni siquiera en la confesión de Leonardo, nunca me pareció un hombre de aquella clase… nunca imaginé que solo le interesaba acostarse con cuanta mujer se le atravesara, es más, me negaba a creerlo, tenía una visión muy diferente de él, era un hombre atento, cariñoso, dispuesto a hacer lo que fuera para alegrarme el día cuando me encontraba triste, ese era el Leonardo que conocía, no ese promiscuo al que se refería su madre y él mismo.
_ ¿En qué piensas? – preguntó Leonardo, él me guiaba a la habitación en la que me quedaría, su casa era enorme, cosa que me daba un poco de pena, yo no debía estar aquí, se notaba a kilómetros, después de todo lo que había experimentado este día, que Leonardo y yo no somos de la misma clase social.
_ En lo que ha dicho tu madre. No pareces ser esa clase de hombres, a los que les gusta la promiscuidad y jugar con aquellas mujeres a las que puedes importarles. – mencioné pensando en detalle cada palabra que decía.
_ Es la verdad, pero en mi defensa, a esas mujeres solo les importaba el placer que les brindaba, al igual que el poder que tiene mi familia. – mencionó.
_ Ninguna excusa es valida para esto, Leonardo. – mencioné, pero luego recordé que él y yo solo somos amigos. – Pero bueno, tu madre dice que has dejado de hacerlo. – comenté.
_ Tal vez encontré una razón para ser diferente, así cómo dijo mi madre, tú me has cambiado muchísimo. – mencionó provocando que mis mejillas enrojecieran. – Tengo tantas cosas de que hablar contigo, pero ahora, dormirás aquí, en mi habitación. – mencionó sonriendo.
_ ¿Qué-é? – dije tartamudeando. - ¿Cómo que dormiré en tu habitación? – respondí nuevamente, este hombre estaba loco si pensaba que dormiría con él.
_ Mi madre piensa que somos una pareja y no ha ordenado la habitación de huéspedes. – mencionó sonriendo.
_ Creo que esto lo tenías planeado. – mencioné nuevamente, me negaba a creer que lo que había dicho era real. - ¿Dormiremos juntos en la misma cama? – agregué mirando la enorme cama que había en su habitación, solo había una, así qué mi pregunta era demasiado tonta.
_ Pues sí, dormiremos en la misma cama. – mencionó. – No dormiré en el sofá y menos en el suelo. – respondió. – Si estás incómoda puedo decirle a mi madre que arregle otra habitación, pero se sentirá mal por eso. – agregó. Supongo que no quería eso, me tocaría quedarme con él, aunque en el fondo sabía que lo tenía planeado o que no le había dicho a su madre que me quedaría aquí.
_ Está bien. Ahí veremos que hacemos. – respondí. – Nunca he compartido la cama con nadie, menos con otro hombre. – agregué, él se sonrió y luego se acercó a mí.
Leonardo Álvarez
Me acerqué a ella y sonreí, ya me imaginaba lo que me iba a decir, pero aún así, escucharlo de sus labios, de esos labios ligeramente rojos con aquella tonalidad rosa que predominaba en aquella parte de su rostro, sentí la necesidad de besarla, aquel instinto con el que había nacido, con el que me pasé largas noches disfrutando del placer que otorgaba y que me proporcionaban.
Debo controlarme. Esas dos palabras han estado presentes en mi cabeza todo este tiempo, no podía perder el control de mi ser, no con ella, no ahora, quería que su estadía aquí fuera agradable, no que a la primera decidiera salir corriendo.
Me acerqué a su oreja para susurrar algunas palabras de las cuales podría arrepentirme luego, pero debía hacerlo.
_ Me he enamorado de ti, Camila, todo este tiempo juntos me ha hecho pensar de una manera diferente como es la vida y aunque suene tonto, por que sí lo es, me enamoré de ti sin siquiera conocerte, sin siquiera tocarte, pero mira, aquí me tienes, literalmente, hoy te enteraste de toda mi vida. – mencioné. Ella se separó un poco de mí, por primera vez en la vida, mi corazón latía aceleradamente por miedo, miedo a su rechazo.
_ Creo que también debo confesar que me he estado enamorando de ti, Leonardo. Tú eres tan único, me haces sentir bien y eso lo agradezco mucho. No entiendo cómo pasó o si en realidad es amor, pero es algo que no he sentido nunca y qué, además, me hace querer hablar contigo a cada segundo, saber cómo estás, cómo te sientes. – mencionó ella, sonreí por lo que había dicho, me acerqué lentamente, tal vez, solo si lo quería al igual que yo, podríamos unir nuestros labios.
_ Tus labios me están provocando. – respondí acariciando su mejilla, por qué me siento de esta manera, por qué digo lo que quiero, antes solo lo tomaba sin aviso previo, pero ahora, ahora me comportaba de una manera extraña, o tal vez, antes era el extraño.
_ Y eso es malo. – dijo susurrando, su respiración se entrecortaba y aunque mi cuerpo deseaba con todas mis fuerzas estar encima de ella recorriendo su cuerpo y detallando cada lugar de el, sentir su piel rozando la mía, disfrutar de todo lo que puede entregarme, pero eso no iba a suceder, al menos, no hoy.
_ No lo es, pero quiero probar tus labios, si es que me dejas. – comenté, sus mejillas se sonrojaron y aún así, me parecía la mujer más hermosa y más tierna con la que me pude encontrar.
_ Nunca he besado a nadie. – confesó sentándose en la cama, sus mejillas seguían con ese color tan peculiar, mi corazón se llenó de una sensación extraña, no entendía que podía ser, pero no me cabía duda de que ella era la causa de lo que me sucedía.
Editado: 05.06.2022