Leonardo Álvarez
Camila estaba durmiendo en mi pecho, en varias ocasiones me ha dicho la paz que le brinda escuchar los latidos de mi corazón, pero si supiera que en realidad es ella quien me da la tranquilidad que siempre he querido.
Traté de acomodarla despacio en la cama, no quería que despertara, tenía que bajar a buscar algo de comer para que ella comiera más tarde, además, aprovecharía de hablar cara a cara con mi padre, no soportaría un insulto más en contra de Camila, y esperaba que eso le quedara completamente claro.
_ Buenas noches. – mencionó el hombre al que quería encontrarme, estaba a los pies de las escaleras, supongo que iba en mi búsqueda. - ¿Y tú princesa? ¿Quiere que le lleven comida a la cama? – preguntó en aquel tono fastidioso que tenía.
_ Está dormida, aunque eso no es asunto tuyo. – respondí distante, no me importaba lo que pensara de mí, pero no iba a dejar que hablara más de ella, no se lo merecía. – Solo vine a preguntar algo. – mencioné.
_ Soy todo oídos. – comentó mi padre.
_ ¿Seguirás molestando a Camila e insultándola cada que tengas oportunidad? – mencioné enarcando una ceja y cruzando mis brazos.
_ ¿Y si lo hago qué? Esta es mi casa y siguen mis reglas, hago lo que me plazca. – agregó dejando clara su postura.
_ Está bien. – respondí sonriendo. – Me iré mañana mismo con Camila, no permitiré que sigas insultándola, seguro estaremos mejor que aquí. – agregué.
_ No pondré resistencia en tu decisión, Leonardo. Te darás cuenta de que haces mal y apenas eso pase, la dejarás y volverás aquí. Pero en vista de esta acción, te diré que dejarás de trabajar para mí, por lo que te quedarás sin el salario que te ofrecía. – mencionó sonriendo, cómo si eso en verdad me importara. – Y bloquearé todas las tarjetas que usabas y que yo pagaba.
_ No me importa, padre, siempre te has enorgullecido por mi comportamiento, tengo mis ahorros, tengo posibilidades de empleo, así que no te necesitaré para salir adelante. – mencioné sonriendo y yéndome de aquel lugar, volví a la cama junto a Camila, me acomodé a su lado y la abracé, olí su cabello hasta que me dormí.
A la mañana siguiente me quedé abrazándola hasta que ella comenzó a moverse, me encantaba verla despertar, creo que me había acostumbrado a despertar antes solo para ver como sus ojos se abrían y hablaba de esa manera tan única, su voz soñolienta era única.
_ ¿Cómo dormiste? – preguntó volteándose hasta donde estaba, traté de responderle, pero inesperadamente me besó. – Te amo, Leonardo. – mencionó sonriendo luego de que me dio un tierno beso que solo rozó mis labios.
_ Siempre que duermo a tu lado estoy bien. – respondí sonriendo y acercando mis labios a los suyos, deseaba besarla nuevamente, sus besos eran adictivos para mí y siempre quería más. – Y tú, ¿Cómo dormiste? – pregunté aún saboreando sus tiernos y carnosos labios.
_ Demasiado bien. Me encanta cuando despierto por la noche y sigues abrazándome. – susurró acercando su cabeza a mi cuello, depositó un tierno beso en él cosa que me hizo estremecer, el cuello era mi zona sensible.
_ Es mejor que no lo vuelvas a hacer. – respondí sonriendo. – No quiero que pienses que soy un depravado. – volví a mencionar.
_ No pensaría eso, Leonardo. – respondió ella, sonreí por lo que había dicho. – Pero si no quieres que lo vuelva a hacer no lo haré. – mencionó nuevamente. Acerqué mis labios a los suyos y los devoré cómo si se tratara de la última vez que lo hiciera.
_ Te amo, Camila. – susurré entre sus labios. – Tengo que contarte algo antes de que bajemos a desayunar. – mencioné sonriendo de lado, no quería que se preocupara, pero tampoco quería dejar pasar la oportunidad de contarle lo que había sucedido anoche.
_ Está bien. – susurró ella, no podía evitar sonreír al ver su rostro, no tenía idea de todo lo que ella estaba provocándome, pero sin duda no quería que acabara.
_ Tenemos que ordenar nuestras cosas, Camila, nos iremos hoy mismo luego del desayuno, no quiero hacerle el desplante a mi madre. Las cosas no están bien con mi padre, así que será mejor que armemos nuestro propio hogar. – mencioné sonriendo y acariciando su mejilla, quería creer que todo saldría bien, pero no podía evitar sentir temor.
_ Puedo irme si ese es el problema. – mencionó. Paré en seco lo que estaba diciendo, no quería que sintiera que lo que sucedía era culpa de ella, solo era por la mente cerrada de mi padre.
_ No pienses mal, Camila. – respondí. – Mi padre es el del problema, hasta mi madre lo afirmó ayer. – mencioné nuevamente. – Ven, arreglemos las maletas, hoy mismo nos instalamos en otro lugar, donde tengamos nuestra privacidad, donde podamos hablar libremente.
_ Bueno, Leonardo, confío en ti. – mencioné sonriendo.
Luego de que ambos ordenamos nuestras maletas, bajamos al comedor, todos estaban acabando de desayunar excepto mi madre, supongo que quería esperarnos, mi padre, por otro lado, apenas nos vio, sonrió con su típica sonrisa ladeada, se levantó y se retiró de la mesa.
_ Mamá, supongo que mi padre te tiene al tanto. – mencioné, ella asintió sonriendo.
_ Creo que es lo mejor, Leonardo, igual podré visitarlos cuando se establezcan. – mencionó ella con una sonrisa delicada en su rostro, me encantaba la comprensión que ella nos tenía, supongo que me arrepiento de dejarla y de no haber compartido más con ella por estar siempre metidos en mis asuntos. – Los amo, mis niños. – susurró mientras se acercaba a nosotros para abrazarnos.
Editado: 05.06.2022